Las tres leyes de la robótica
¿Cumplirán los robots reales, que ya están entre nosotros, las leyes de la robótica de Asimov?
La semana pasada, mi admirado colega Javier Sampedro se sumó a nuestro pequeño homenaje a Isaac Asimov con su artículo Un creador de mundos, y entre ambos textos llevan cosechados más de seiscientos comentarios (algunos de ellos muy interesantes y polémicos), lo que me anima a dedicarle una nueva entrega de El juego de la ciencia al gran maestro de la ciencia ficción y la divulgación científica.
Los robots positrónicos de Asimov están programados para cumplir las Tres Leyes de la Robótica, enunciadas por primera vez en Círculo vicioso, un relato publicado en 1942:
Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
Un robot debe cumplir las órdenes de los seres humanos, excepto si dichas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que ello no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
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En 1950, Asimov publicó una primera recopilación de relatos sobre este tema con el título Yo, robot; en ellos, se plantean una serie de paradojas, dilemas y conflictos relacionados con la interpretación de las leyes de la robótica en situaciones complejas o dudosas, y, en esa línea, invito a mis sagaces lectoras/es a imaginar situaciones en las que un robot regido por las Tres Leyes no sabría qué hacer.
Los robots de Asimov y sus leyes han tenido una gran influencia, y no solo en la ciencia ficción, y el desarrollo de la robótica real ha revalorizado —y utilizado— algunas de sus reflexiones. Aunque el nombre de Asimo, el entrañable robot de Honda, es un acrónimo (Advanced Step in Innovating MObility), también es un homenaje al creador de las Tres Leyes de la Robótica.
La Ley Cero
Con el tiempo, y al introducir en sus relatos robots cada vez más evolucionados, Asimov completó sus tres leyes con una “Ley Cero”, que viene a ser una generalización -o más bien un salto cualitativo- de la Primera Ley, puesto que dice que un robot no puede dañar a la humanidad ni, por inacción, permitir que la humanidad sufra daño.
Especial atención merece, en este sentido, el relato de robots positrónicos que el propio Asimov calificó de “definitivo” (aunque luego escribió El hombre bicentenario); me refiero a That Thou Art Mindful of Him (1974), que publiqué en castellano con el título ¿Qué es el hombre? (en aquella época yo era el editor de Asimov en España), título que, cuarenta años después, no sé si fue el más acertado. Os invito a leer el polémico relato (es fácil encontrarlo en la red, tanto en inglés como en castellano) y a compartir vuestras opiniones al respecto.