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La vivienda indígena del río Bravo

Los indígenas habitaban en parajes boscosos sin casas de tipo alguno, solamente bajo enramadas

Reynosa, Tam.- La parte baja del río Bravo se localiza en la región geográfica conocida como Llanura Costera del Golfo de México. En la cuenca de este río y sus tributarios (Salado, Álamo, San Juan) estuvo habitada por miles de años por una población nativa que subsistía a través de la casa, recolección de plantas y pesca. Aunque prácticamente no ejercían la agricultura, sus adaptaciones a los nichos ecológicos en lo que es actualmente el noreste de México y sur de Texas los había llevado a cierto grado de sedentarismo.

Enramada sin paredes en los lados. Estructura similar a la utilizada por los nativos del delta del río Bravo.La vivienda indígena del río Bravo

Históricamente es poca la información que se tiene sobre las viviendas de los nativos que habitaron las riberas del río Bravo, en lo que es actualmente la línea fronteriza entre Tamaulipas y Texas, especialmente datos sobre las formas que tenían las estructuras y la distribución espacial en sus campamentos conocidos dentro de nuestra historia como rancherías.

Es a través de fuentes escritas redactadas durante las primeras exploraciones y después del arribo de los primeros colonos novohispanos que conocemos algo sobre la arquitectura de la población nativa.

Nuevo León

El primer cronista del Nuevo Reino de León, Capitán Alonso de León, nos deja una de las primeras descripciones sobre las estructuras que utilizaban la población indígena en esa temprana provincia del siglo XVII. De León mencionaba que los nativos “viven en unos bajíos de zacate o carrizo, a forma de campana, con poco menos hueco que el que hace un pabellón de seda. Las puertas son bajas, que les obliga a entrar agachados”.

El cronista explica en su “Historia de Nuevo León” que, dentro de estas estructuras, los indígenas mantenían por costumbre un fuego encendido, no tan extenso que el humo los obligara a salir de la vivienda, ni tan pequeño para que les causara frío en invierno.  

La aldea, que era llamada ranchería por los colonos, decía el cronista podía tener 15 de estas chozas en forma de campana. Estas eran formadas en hilera o distribuidas a modo de media luna. Los extremos de estos asentamientos eran reforzados con otras dos chozas, principalmente en tiempos de guerra o conflicto con rancherías vecinas.

Narra el cronista, que a veces más de una unidad étnica se unía para formar una ranchería, a veces solo se les agregaban chozas de unas cuantas familias. En otras ocasiones las chozas estaban regadas en los montes donde vivían una o dos familias.

Delta

En el delta del río Bravo los escasos documentos históricos que se conocen se refieren a que ninguna población indígena habitó en armazones completamente cerradas. El único tipo de habitación registrada en esta sección del río es la “enramada”, una estructura formada en un apoyo de postes que sostenían una techumbre plana cubierta de ramas de árboles, arbustos o algún otro tipo de material vegetal disponible donde se construía.

La etnia de los mulatos, que vivió en las inmediaciones de lo que es ahora Nuevo Progreso, se decía que no vivían en chozas, solamente utilizaban enramadas construidas en áreas boscosas de la planicie fluvial del río en 1777. En 1798, el conde de Sierra Gorda, Manuel de Escandón, escribió que los indígenas que aún vivían a ambos lados del río Bravo, corriente abajo de Reynosa, habitaban en parajes boscosos sin casas de tipo alguno, solamente bajo enramadas.

En los escasos y cortos períodos de clima extremadamente frío los nativos mantenían fogatas de manera constante. Más de un siglo antes, durante la exploración de la parte baja del río Bravo, Alonso de León “El Mozo” anotó en su diario de viaje la existencia de rancherías abandonadas, cuando exploró el litoral costero al sur del río y se refirió a “algunos palos parados” que posiblemente habían sido parte de las estructuras de las enramadas.

A finales del siglo XIX, el etnólogo y lingüista suizo Albert S. Gatschet visitó a las etnias tonkawa en el fuerte Griffin en el norte de Texas y a los comecrudo del bajo río Bravo, describiendo sus casas de la misma forma, como si no hubiera diferencias significativas entre ellas. Decía que: sus casas “son chozas de varas de carrizo o de sauz, de techo plano, abiertas en uno o dos lados y cubiertas con ramas secas y lienzos para vela de barcos, mantas viejas, etcétera”, colocadas en la techumbre y en los lados cerrados. En promedio estas estructuras tenían una altura de 1.5 a 2 metros”.

Este testimonio sugiere que el grupo comecrudo continuó utilizando este tipo de enramada casi hasta el tiempo de su extinción como etnia, a finales del siglo XIX.

Otros lugares de la Llanura Costera

En la zona del bajo río San Fernando, todo lo que conocemos es que los indígenas de esa área vivían en un tipo de estructura que el Capitán José Tienda de Cuervo llamó “toritos”, durante la inspección de la Colonia del Nuevo Santander en 1757. Justo al poniente de la Sierra de Picachos en Nuevo León, se decía que la etnia conocida carrizo yemé habitaban en chozas construidas con hojas de palma en el año 1829, desafortunadamente no existen detalles precisos de esa estructura. En la misma zona geográfica, las familias de la etnia malnombre a veces vivían en cuevas durante la temporada de la recolección de tunas.

Existe información sobre las casas que utilizaban las etnias de los garzas y los malaguitas, asociados con el área norte del actual Cerralvo, Nuevo León. Fue durante la Inspección del Nuevo Santander que estos grupos se encontraban viviendo en las riberas del río Bravo en las inmediaciones de la villa de Mier. En 1757, el capitán José Tienda de Cuervo puntualizó que sus moradas estaban cubiertas con “hierbas y petates”, que cuando se trasladaban a otro sitio las desmontaban y los materiales eran llevados a los nuevos parajes donde acampaban.

El uso que estas etnias, garzas y malaguitas, hacían de las esteras para cubrir las casas portátiles resulta interesante, porque en 1535 Alvar Núñez Cabeza de Vaca señaló en su “Relación” que los indígenas arbadaos empleaban el mismo material y posiblemente el mismo tipo de estructura.

De acuerdo con el estudio etnohistórico de Thomas N. Campbell y su hija T.J. sobre la ruta seguida por los primeros expedicionarios europeos en este continente, estos indígenas habitaban en un lugar inmediato al actual Hebronville, Texas, al noreste del actual Mier.  Desafortunadamente, tras dejar el campamento de los arbadaos y cruzar el río Bravo hacia el área de Cerralvo, ese temprano viajero de la región ya no hizo ninguna mención sobre detalles de la construcción de casas.

Conclusión

La información resumida arriba sugiere que por lo menos existían tres tradiciones de construcción en el noreste de México y sur de Texas. La primera está relacionada con una estructura completamente cerrada, utilizada en el territorio de Nuevo León. Estas eran en un plano circular. La segunda aludía a los cobertizos de matorral o enramada, forma de vivienda común cercana a la costa. Las enramadas posiblemente tenían un plano rectangular.

La tercera tradición refería a unas casas cerradas, ubicadas río arriba, éstas quizá tenían un plano circular como las referidas en Nuevo León. Las diferencias entre ambos tipos pueden explicarse por un factor ambiental. El clima del delta del río Bravo se caracteriza por inviernos cortos y templados, mientras que, en la parte río arriba, los inviernos son más largos y mucho más fríos.

El número de chozas o estructuras variaban de una ranchería y de una zona geográfica a otra. El delta del río Bravo llegó a ser el territorio más densamente poblado de la Llanura Costera, donde se conocen el nombre de 49 unidades étnicas. Los grupos de cazadores y recolectores vivían en aldeas o rancherías de alrededor de 300 a 480 habitantes. Se puede especular que algunos grupos pudieron haber tenido hasta 160 estructuras en sus asentamientos. 

Una área menos poblada se encontraba río arriba por donde cruzó Alvar Núñez Cabeza de Vaca en 1535. La ranchería más pequeña mencionada tenía 40 chozas, mientras que la más grande contaba con 100 casas; lo que sugiere una población de 120 a 300 indígenas en cada asentamiento, respectivamente.

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Choza indígena en forma de campana. 




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