La verdad duele, pero es la verdad
La indolencia y la deshumanización a la hora de investigar la desaparición de los 43 normalistas fue lo que más impactó a los expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que han rendido un informe sobre el caso
Emeequis
El pueblo, según anotan las reseñas periodísticas y reflejan los videos, está a la expectativa:
–Vamos a respaldar este trabajo que hicieron nuestros compañeros expertos. Y, por lo tanto, que no quede duda, hoy el Estado mexicano está pisando o pisó en la cuerda floja ¡y hoy se derrumbó! –dice uno de esos padres que buscan a sus hijos. Y estallan los aplausos. En medio de un griterío que clama justicia, verdad y otra vez justicia, estallan los aplausos.
Delante de la mesa de trabajo colocada en el auditorio de la Escuela Normal Isidro Burgos, los rostros de los muchachos vueltos pancartas. Cuarenta y tres estudiantes normalistas. Desaparecidos todos cerca de Iguala. Y detrás de sus cartulinas se encuentran Claudia Paz y Paz, la abogada, la fiscal guatemalteca; Carlos Beristáin, el médico, el defensor de derechos humanos español; Francisco Cox, el abogado chileno; Alejandro Valencia, el promotor de derechos humanos colombiano. La abogada Angela Buitrago, colombiana, también fiscal en su país e integrante del GIEI, no participa en el encuentro.
Un día antes han presentado en la Ciudad de México los pormenores de un informe que recoge seis meses de trabajo sobre la desaparición de los muchachos normalistas de Ayotzinapa. Y ese acto parece tener el efecto de un terremoto con epicentro en pleno Palacio Nacional. Pero peor.
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De los discretos “viene fuerte” que se ventilan en la Ciudad de México a fines de agosto, a la demoledora contundencia del informe de casi 600 páginas que se difunde días antes de cumplirse el primer aniversario de los acontecimientos en Guerrero, se abre un abismo.
Los padres, delante de los expertos, no se cansan de decirlo: el gobierno nos mintió. Sí, es cierto, señores. El gobierno nos mintió. Y queremos a nuestros hijos.
Y no sólo eso: con las investigaciones realizadas por el GIEI caen por tierra parte de los supuestos periciales que la Procuraduría General de la República da como “verdad histórica”. Se abren algunas de las claves que explican una verdadera tragedia humanitaria vivida en México. Se abre una esperanza, que en tiempos de muerte es aliento de vida.
Llevan nuestro corazón
Los familiares lo pueden todo, o casi todo. “Ese lazo con las víctimas de Ayotzinapa ha sido fundamental. Y es así en todos los países, todos los casos, especialmente de desaparición forzada; al menos eso es lo que he visto”, comparte Carlos Beristáin.
Es un hombre de mediana estatura, de hablar pausado, con un marcado acento ibérico. Está sentado en el recibidor del hotel donde se hospeda. Su cansancio es notorio. Ha llegado de Guerrero hace unas tres horas, luego de una jornada maratónica. Como todas las que ha vivido en México.
–Son el motor de la persistencia. Hacen que el caso no se caiga cuando todo el mundo está cansado. Y ese es el factor clave que ha permitido no sólo la lucha por los desaparecidos, sino empujar una cultura de derechos humanos. Han sido los familiares los que han impulsado la historia. Por ejemplo, las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, cuando estaba todo cerrado y no había nada más que el escenario de impunidad, empezaron a buscar a los nietos. Así se abrió el espacio político y la democracia para ese país. Eso debe reconocérseles a los familiares, y no verlos como un obstáculo o alguien que se manifiesta y no confía –dice Beristáin. Sus ojos son dos cuencas rojizas. En la frente nace el sudor. A pesar de que la conversación se extiende, no pierde la serenidad. Ni el ánimo. Mira hacia el frente como si repasara las imágenes.
Hechos: la incineración
El GIEI examinó las cuatro diferentes versiones existentes en el expediente sobre el destino de los normalistas. Dichas versiones son:
fueron llevados a Loma de Coyotes.
Los trasladaron a una casa de seguridad de las Lomas.
Fueron llevados y luego incinerados en el basurero de Cocula.
Se trató de un ataque a un autolavado denominado Los Peques, propiedad de los hermanos Benítez Palacios.
Dichas versiones tienen fuertes diferencias entre sí, algunas de ellas se contradicen con los hechos demostrados, y cada una muestra diferencias en cuanto a las declaraciones de los inculpados con numerosas discrepancias, versiones y distintos señalamientos. Dichas contradicciones e inconsistencias suponen numerosas dudas para la investigación.
Debido a que la versión señalada como más verosímil en la investigación de la PGR era la de que fueron llevados al basurero de Cocula, asesinados e incinerados en el sitio, y las contradicciones existentes, el GIEI encargó la realización de un peritaje sobre dinámica del fuego en dicho lugar.
El estudio fue efectuado por un experto internacional en fuego e investigaciones de ese tipo, cuyas conclusiones son recogidas en el informe. Dicho estudio contrasta los testimonios de inculpados, el tiempo referido de la quema, el combustible presuntamente empleado, la inspección del lugar y el examen con los peritajes realizados por la PGR anteriormente.
Y los hallazgos del perito son tajantes:
Para quemar un cuerpo se requieren 700 kilos de madera o 310 kilos de neumáticos durante 12 horas. Incinerar 43 cuerpos requeriría 30 mil 100 kilos de madera o 13 mil 300 llantas que se quemaran durante 60 horas. Según las versiones obtenidas por la PGR, el fuego en Cocula duró seis horas.La incineración de 43 cuerpos produciría una llama de al menos siete metros, con un penacho de humo de más de 300 metros. Los habitantes de Cocula habrían visto una columna de humo de esa extensión.
La radiación de la hoguera hubiera alcanzado 15 metros de distancia del núcleo de la fuente de calor. Una persona no hubiera podido acercarse a menos de esos 15 metros. Los presuntos implicados dijeron que después de seis horas bajaron a echar más combustible.Al analizar la vegetación y la cantidad de basura circundante y la ubicación de la posible hoguera respecto dentro de la hondonada del basurero, el perito dictaminó que, de haber existido, “la pira hubiera generado un incendio forestal”.
Sus conclusiones muestran que la quema de 43 cuerpos en dicho lugar, en el tiempo de 15-16 horas señalado en los testimonios no pudo haber sucedido.
La fortaleza que transmiten los padres
Su voz en el Skype tiene ese dulzor de entonación de los guatemaltecos. Esa especie de susurro de quien, aunque hable de las cosas más terribles, parece entonar una canción de cuna:
–Desde que nos nombró la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para mí estuvo clara la enorme responsabilidad de colaborar con el Estado y con las instituciones en la investigación. Y esa responsabilidad se ha profundizado después de ir a la escuela normal y encontrarnos con los padres.
–Supongo, Claudia, que su encuentro con la gente de Tixta, de Iguala, con los deudos de Ayotzinapa, debió remover sus fibras profesionales pero también personales.
–Sí. Sí. Siento mucha admiración por la fortaleza y por la perseverancia de los familiares. Y un compromiso muy fuerte porque desde que el 2 de marzo llegamos a este trabajo, depositaron en nosotros su confianza. Hemos trabajado para fortalecer esa confianza. Es un desafío muy grande y una responsabilidad muy fuerte para nosotros. Muy fuerte. Sí. Muy fuerte.
Si alguien quiere llorar, puede hacerlo…
–¿Carlos, qué fue lo que más /le impactó cuando leyó el expediente?
–Lo que más impacta es trabajar con las víctimas. Escuchar a la gente, conocer su historia. Y el daño que se ha manejado en el caso es de un enorme grado de confusión, el daño a las víctimas, a la sociedad y a la confianza de éstas en las instituciones. También me impactó el grado de deshumanización. Cada caso siempre es nuevo. No, no te puedes insensibilizar frente al sufrimiento porque has visto cosas anteriormente. Conocíamos el impacto del caso. Cuando la CIDH nos llamó por teléfono, dijo: “Queremos que estés en esta comisión. Tienes un día para pensarlo”. Mucha gente de México me advirtió: “Uy, vaya lío en el que te has metido”.
–Le aterró la deshumanización.
–La deshumanización e indolencia alrededor del caso. Me duele más esto que el comportamiento atroz. La deshumanización del otro, desde luego, es dura y terrible. Cuando alguien te dice que ha quemado cuerpos, que le ha disparado a personas… Eso es parte de la historia del sicariato, del militarismo.
–¿Qué le produjo conocer el caso del chico al que le desollaron la cara?
–Primero pensé en qué significa eso para los familiares o qué es lo que quieren ellos que se investigue del caso. O sea, el terror siempre ejemplifica, es muy racional. Pero el terror también es un método: la parálisis, que pases la página, que no te importe, que digas: “Seguro que El Chilango, como así actúan los narcos, es un narco”.
Carlos Beristáin comparte que antes de presentar el pasado 6 de septiembre el informe sobre el caso Ayotzinapa, se reunió con los familiares de los desaparecidos y con representantes del gobierno federal:
–Al Estado les presentamos las revelaciones para que no fuera una sorpresa, omitimos detalles. En el caso de las familias, les adelantamos a grandes rasgos los descubrimientos. Eso les ayuda a prevenirse ante una experiencia estresante y dolorosa. Cuando se dio el asunto de la ropa, nos juntamos con ellas en la normal para decirles que habíamos descubierto prendas. Todo mundo se quedó chocado.
–¿Qué les dijeron?
–“¡Cómo es posible que ahora se encuentre esta ropa! ¿Por qué, qué ha pasado?”. Necesitas una explicación para asimilar un hecho así. Después llevamos las fotos de la ropa. Debemos ayudar a facilitar el proceso, hacer un ambiente de confianza, un contexto protegido en el que podamos charlar y donde, si alguien quiere llorar o salirse, puede hacerlo. Ponen en nuestras manos cosas muy profundas. Sabemos que va a haber dolor y tenemos que hacerlo de una forma cuidadosa y positiva.
Hechos: los federales y el ejército estaban enterados
De la reconstrucción de los hechos resalta que los normalistas llegaron a las afueras de Iguala con la intención de tomar autobuses para acudir días después a la manifestación anual del 2 de octubre, en la que se conmemora la masacre de Tlatelolco en 1968, pero sin pretender ingresar al centro de la ciudad. Tras tomar un autobús en el camino, se dirigieron en forma rápida a Iguala para dejar el pasaje, momento en el que quedaron encerrados en dicho vehículo y llamaron a sus compañeros, quienes fueron a la central de Iguala para rescatarlos en los otros dos autobuses. En ese momento, los normalistas tomaron tres autobuses más.
Por lo anterior, cinco autobuses salieron de la estación por diferentes rutas, con el objetivo de salir de Iguala y dirigirse a Ayotzinapa.
Los normalistas llegaron al zócalo de Iguala cuando el evento del DIF había finalizado hacía tiempo, no boicotearon ningún acto y no llevaban armas.
Por otra parte, las autoridades conocían desde las 17:59, a través del centro de vigilancia C-4 que los normalistas se dirigían a las afueras de Iguala y vigilaron in situ sus actividades.
Los ataques contra los normalistas incluyeron nueve escenarios y episodios de violencia diferentes, en los cuales murieron seis personas, entre ellas dos normalistas que fueron ejecutados con disparos a quemarropa y otro más torturado y después asesinado.
Además de los 43 jóvenes desaparecidos, otras cerca de 110 personas sufrieron ataques contra sus vidas por ser objeto de disparos; casi 40 de esas personas resultaron heridas, algunas de ellas de extrema gravedad, además de que un grupo de 14 normalistas fue perseguido. Los ataques se produjeron entre las 21:40 y las 02:00 de la mañana aproximadamente, de los días 26 y 27 de septiembre de 2014, lo cual muestra la capacidad operativa y coordinación de las acciones.
El silencio del 27 Batallón
Claudia Paz lo explica con precisión: desde que se constituyó, el GIEI tiene dos fuentes de información. Una es el expediente, que es enorme, y la otra los testimonios y evidencias que recopilan de forma directa los expertos.
–¿Hubo disposición de la autoridad?
–Sí, en general. Las diligencias, más de 100. Sin embargo, con quien no hemos podido conversar de manera directa ni estar presentes en sus entrevistas, es con los miembros del 27 Batallón del ejército.
–¿Cuál ha sido el argumento?
–Uno que no compartimos: que se podría vulnerar la legalidad. Sin embargo, hemos tenido acceso a todas las fuentes que aparecen en el expediente cuando lo hemos solicitado. Hemos hablado de manera directa con los conductores de los autobuses, con los sobrevivientes, con los consignados, con las familias, con otros testigos, y hemos estado presentes cuando la PGR entrevistó oficialmente a los estudiantes, también sin ningún problema.
De la lectura del expediente y de las declaraciones que ya se encuentran en el expediente de los integrantes del 27 Batallón, lo que nos queda muy claro es que ellos presenciaron, en varias escenas, lo que estaba ocurriendo. Y por eso es tan importante poderlos entrevistar y tener nuevos elementos para la investigación, pero también nuevos elementos para la búsqueda.
Sabemos que informaron a sus superiores y necesitamos entrevistarlos para saber qué hicieron, qué dejaron de hacer.
La verdad es incómoda
“Al gobierno no le gustó el informe. Comenzaron las críticas sobre la pertinencia de la investigación”, le hacemos ver a Carlos Beristáin:
–A mí no me importan las críticas. Las descalificaciones por otros intereses tampoco me interesan. Vamos a discutir los casos. Nosotros hemos sido invitados por el Estado mexicano a colaborar con la investigación, hemos avanzado en ella. Las autoridades con las que nos relacionamos, la Secretaría de Gobernación, la PGR, han mostrado satisfacción por el trabajo que hemos realizado.
–¿Así lo manifestaron?
–No existiría un quinto autobús sin la investigación. Hay verdades incómodas, en todos los lugares, pero la verdad es un valor importante. Y si es incómoda, hay que tener una actitud frente a la verdad porque la negación de los hechos no sirve. Trabajamos sobre cosas que sabemos son delicadas y estamos al tanto de que hay gente que puede tener interés en que no se conozca la verdad.El mismo presidente Peña Nieto ha dicho que quiere que el grupo se quede. Si alguien más quiere manipular, esa será otra historia.
–Uno de los énfasis de esta investigación es cambiar la actitud para enfrentar una tragedia humanitaria que no se reconoce.
–Uno puede ver el informe. Gente nos ha dicho: “Es que viene duro”, pero esa no es la cuestión. Lo que importa es si lo que revelamos tiene que ver con la verdad y si ayuda a esclarecerla. No me interesan los calificativos, sino los mecanismos que hay que poner en marcha. El mecanismo del grupo interdisciplinario de expertos independientes ha demostrado, a nosotros y al Estado mexicano, ser eficaz, novedoso. Es la primera vez que se pone en marcha uno así para un caso.
El quinto autobús
–Tomando en cuenta lo que hasta ahora se ha investigado, ¿podemos esperar una respuesta certera sobre el paradero de los cuerpos?
–Ojalá. Eso es lo que vamos a intentar –responde Carlos Beristáin. Sus muñecas llevan atadas varias pulseritas tejidas–. Si tenemos las condiciones para hacerlo, es lo que haremos. Si tenemos acuerdos de cómo orientar el trabajo, la disponibilidad y el equipo. Uno trabaja para lograrlo. Si no se piensa así, no es una buena actitud frente a la situación.
Por otro lado, no somos ingenuos. Conocemos las enormes dificultades y laberintos en casos de desaparición forzadas. Vuelves y vas y terminas en el mismo sitio porque hay una historia tejida para que sea así. Hay todo un modus operandi orientado. Por eso se lleva a cabo la desaparición, para el ocultamiento. Hay que buscar los factores que ayuden a quebrar esas estrategias de impunidad que conllevan. Es parte del desafío a partir de ahora.
Nosotros tenemos un poder pequeño, relativo. No somos quienes dirigen la investigación. Ayudamos o tratamos de ayudar.
–¿Qué buscaba ese modus operandi.
–La desaparición forzada. Luego hay acciones que se casan con una versión y dejan de lado todas las otras posibilidades. Esa no es una buena actitud de investigación, porque dejas cosas por el camino. ¿Eso es intencional? No sabemos, no juzgamos. Nos interesa empujar. Nos interesa la corrección.
–¿Qué pasó con el quinto autobús, Carlos? ¿Por qué se ocultó? No aparece.
–Esa es una vía muy importante. Es la única que explica el nivel de agresión y el modus operandi, porque no hay otra. Esta hipótesis sí explica la saña, el modus operandi, el nivel de agresión de esa noche. Explica todo.