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La población indígena del río Bravo y la Independencia de México, 1811-1813

Cronista Municipal de Reynosa 

Fragmento del Retablo de la Independencia del artista Juan O’Gorman, elaborado entre 1960 y 1961 en el Castillo de Chapultepec.La población indígena del río Bravo y la Independencia de México, 1811-1813

Fueron varias las circunstancias que llevaron a la población nativa del río Bravo a tener una respuesta, tarde o temprano, que los comprometía con la causa insurgente. El descontento indígena emanaba de las políticas coloniales utilizadas para controlar a la población de cazadores y recolectores en el noreste del Virreinato.   Desde finales del siglo XVI en el Nuevo Reino de León, los grupos indígenas en el noreste de México conocieron los sistemas de encomienda, congrega y esclavitud. 

Durante el siglo XVII, los grupos étnicos que habitaron a lo largo del río Bravo, entre Laredo y Camargo ya aparecían en títulos de encomiendas y como parte de propiedades de tierras, que conjuntamente eran vendidas, rentadas, compartidas, intercambiadas, heredadas o hipotecadas, en el Nuevo Reino de León.  Durante el siglo XVII, un sistema esclavista legalizado permitía las “entradas” de soldados al territorio, dispuestos a dar el albazo (incursiones al amanecer) en rancherías indígenas consideradas como subversivas. Los indios capturados eran subastados en los diferentes pueblos del Nuevo Reino de León.  Las ganancias eran repartidas entre los participantes, separando el “quinto real” (impuesto del Rey), para ser revendidos en centros mineros en otras provincias.  

Esto mantuvo un incesante conflicto bélico entre los colonos y la población indígena hasta las primeras décadas del siglo XVIII. Algunos grupos nativos río arriba de Camargo, ya habían también participado en algunas misiones implantadas en el Nuevo Reino de León desde el siglo XVII.  

La colonización

Hacia 1749, el proyecto colonizador de José de Escandón en Nuevo Santander intentó reducir en misiones a la población nativa del río Bravo.  La aculturación a través de la evangelización fue escueta debido a la corta existencia de éstas; estuvo limitada principalmente para algunas unidades étnicas cuyos territorios de caza y recolección se encontraban inmediatos a las misiones. 

La densidad poblacional de los grupos indígenas del río Bravo y su delta, entre Camargo y el litoral costero, se contrajo drásticamente por epidemias y otras circunstancias; comprimiéndose desde 15,000 indígenas que existieron previo a la ocupación del Nuevo Santander, hasta 5000 individuos al final de la primera década de la colonización. Esta misma área contaba con aproximadamente 2000 nativos para 1772 y para la última década del siglo XVIII la cantidad de individuos cayó por debajo del millar.      

De acuerdo a los registros llevados intermitentemente entre 1790 y 1818 por los frailes franciscanos del Colegio de Zacatecas, la población indígena llegó a ser 2.6 veces más grande para el año 1814 (en menos de 25 años), ya en plena lucha por la Independencia de México.    

Números extrapolados para el área del delta del río Bravo, que se encontraba dentro de la jurisdicción de la villa de Reynosa, revelan que la población aumentó de 600 a casi 1600 indígenas. Datos duros indican que la población indígena de Camargo avanzó de 246 a 648 individuos, mientras que la de Mier incrementó de 154 a 409 personas entre esos mismos años.  

Según datos aportados por Toribio de la Torre, en su “Historia general de Tamaulipas,” al concluir la Independencia en 1821, la población total de indígenas y colonos entre Mier y el Refugio (actual Matamoros) llegaba a 10,849 individuos, siendo el 25% aparentemente indígena.   En ese entonces, Tamaulipas contaba con la población más numerosa dentro de las Provincias Internas de Oriente (incluyendo Texas, Coahuila y Nuevo León).  En Tamaulipas la concentración de población más grande se encontraba diseminada a lo largo del río Bravo.  

En 1797 sabemos que sobrevivían, entre Reynosa y el litoral costero en ambos lados del río, diez grupos étnicos en pequeñas aldeas o rancherías donde cada una tenía entre 32 y 100 individuos; cuando antes de la colonización contaba cada ranchería con varios centenares de individuos.  Estas unidades étnicas fueron conocidas como negros, mulatos, anda el camino, tanaquiapemes, mayapemes, tampacúas, casas chiquitas, cotonames, como se llaman y saulapagüemes.  

De acuerdo con los reportes de los frailes franciscanos entre 1790 y 1818, las misiones se habían convertido en pueblos o barrios indígenas, donde permanecían parte del año. El proceso de aculturación ya había hecho ciertos estragos en su forma de vida, aunque seguían   subsistiendo en parte de la cacería, recolección y pesca.  En el caso de la misión San Joaquín del Monte de Reynosa, ésta se convirtió en la comunidad o poblado conocido como las Prietas. Ahí se encontraban siempre presentes los comecrudos, pintos y tejones, mientras las etnias mencionadas arriba eran contadas como miembros del mismo poblado.

En el barrio de la misión San Agustín de Laredo en Camargo se encontraban las unidades étnicas de los venados, tareguanos, mayapemes y carrizos. Río arriba, Concepción de Mier era visitado por los indios garzas.   Los grupos étnicos conocidos como cacalotes, malnombre, chinitos, pajaritos y cueros quemados todavía se les asociaba con estos dos poblados durante las primeras décadas del siglo XIX.

Aunque las unidades étnicas conocidas como los garza y los carrizos fueron principalmente los protagonistas que aparecen en las fuentes documentales de la insurgencia entre 1811 y 1813 en el noreste de México, los otros grupos nombrados anteriormente también aparecen registrados, a veces peleando como insurgentes y en otros casos como auxiliares dentro de las milicias realistas. 

Un ejemplo de esto, está representado por el jefe de los indios de Reynosa, Marcelino García, casualmente de la etnia comecrudo, quien participó con sus guerreros como auxiliar en la persecución del indio carrizo Julián Canales en 1812; posteriormente figura como insurgente contra el ejército realista español de Extremadura al sur de Matamoros, donde fallece en batalla en 1813. Entre los despojos de guerra recolectados en ese sitio de batalla se encontró una gran cantidad de arcos y flechas, confirmando una evidente participación indígena con los insurgentes.

La oportunidad

Desde el 26 de enero de 1811, Mariano Jiménez se encontraba en Monterrey; fue visitado entonces por los promotores de la insurgencia en el río Bravo, entre los que se encontraban representantes de los grupos indígenas garzas de Mier y los carrizos de Camargo. Esta era una oportunidad para que las necesidades indígenas fueran escuchadas por los caudillos que habían iniciado el movimiento armado en Dolores Hidalgo.   Los diezmados grupos del río Bravo provenían de culturas de cazadores y recolectores, adaptaciones culturales que se originaron en el propio entorno ribereño.

Estos pertenecían a dos ramas lingüísticas conocidas actualmente como comecrudo y cotoname; su cultura era contrastante contra la de los grupos indígenas agricultores en el centro de México que acompañaron a los primeros caudillos insurgentes o contra los grupos ecuestres de Norte América que seguirían al caudillo de Revilla, José Bernardo Gutiérrez de Lara. Sus territorios de caza y recolección ya eran invadidos por los ranchos de los vecinos del Nuevo Santander.

La difusión de la propaganda sediciosa, la presencia de los jefes insurgentes en el norte (capturados en Acatita de Baján) y el apoyo de la insurgencia originada en la frontera de Texas y Luisiana fueron algunas de las razones que propició el desafío de los indígenas a lo largo del río Bravo contra la despótica autoridad realista, durante la Independencia de México. Tal vez el creciente número de la población indígena también les dio seguridad para retar a la autoridad colonial en Camargo, así como en otros puntos del noreste de México durante los años de 1811 a 1813.

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José Bernardo Maximiliano Gutiérrez de Lara   utilizó a indígenas del río Bravo como guías exploradores para cruzar Texas en 1811.






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