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La leona africana y el turista americano en Reynosa, 1950

Cronista Municipal de Reynosa

Al siguiente año del incidente de la leona con el turista, José Ortega fumando un puro observa como el león y leonas sobrevivientes se alimentan en el patio del Joe’s Place. Parado en medio se encuentra el Cachis y en el extremo derecho el domador, Roberto Pérez el “Chaparro”. Foto de la colección privada de don Luis Alejos Corona.La leona africana y el turista americano en Reynosa, 1950

A mediados del siglo pasado ciertas circunstancias se juntaron para que el joven de 23 años, Eugene G. Terry, falleciera en las garras de una leona africana en la zona rosa de esta ciudad de Reynosa. Una gran inundación en el río Bravo en el año de 1941 había desaparecido el Puente Internacional y los negocios de entretenimiento que se habían desarrollado en el poblado de Río Rico durante los años de 1920 y 1930. El experimentado empresario, José “Joe” Ortega, y su esposa, Argentina, se vieron forzados a mudarse desde ese poblado con su exitoso negocio Joe’s Place a la Ciudad de Reynosa.

Ellos se establecieron a una cuadra del Puente Internacional, en el trayecto que llevaba a los turistas hasta la plaza principal de Reynosa. Era en los años de la Segunda Guerra Mundial, cuando José obtuvo un par de leones y unos osos de un circo que había llegado a Reynosa. Una de las versiones decía que el circo andaba vendiendo los animales porque estaba a punto de cerrar.

El músico michoacano naturalizado reynosense, Luis (el “Cachis”) Alejo Corona, cuenta que cuando llegó a Reynosa en 1946 vivió en las habitaciones del Joe’s Place. Estas se encontraban en la parte posterior del negocio, donde se encontraban también varias jaulas del pequeño zoológico del Sr. Ortega, donde se exhibían los leones para los turistas. También existía un tipo de cueva que estaban por debajo de la vivienda del empresario, donde se metían las bestias a dormir en la noche. Ahí la leona parió cuatro crías, pero uno de los cachorros pronto falleció.

Recuerda que cuando dejaba la puerta abierta de su habitación los leoncitos se metían a morderle sus zapatos. Los cachorros eran un gran atractivo para los turistas, pero pronto crecieron y ameritaban ciertas precauciones. Aunque se veían domesticados su instinto animal no desapareció del todo.

Los amigos 

Empezaba el día jueves 9 de noviembre de 1950, eran apenas las 12:30 de la madrugada, cuando los tres amigos se encontraban en un café de la Ciudad de Pharr, Texas: Eugene G. Terry, Mickey Whilley y George Cameron. 

Eugene G. Terry, de 23 años de edad, era un agricultor que vivía en la sección sur del camino conocido como King, en San Juan, Texas. Provenía de una familia acomodada de Corsicana, Texas, donde vivían sus padres, no muy lejos de la ciudad de Dallas. Su hermano mayor, Joe, moraba en esta última ciudad donde trabajaba como doctor en medicina. Sus dos amigos Mickey y George tenían la misma edad y residían respectivamente en McAllen y Edinburg. George era trabajador de una compañía petrolera americana.

A esa hora los tres americanos decidieron viajar a Reynosa a tomarse un par de copas en algún cabaret nocturno. Estando en uno de ellos, Eugene G. Terry les insistió que quería ir a otro club, específicamente al Joe’s Place, porque quería acariciar un gato. Sus dos amigos creyeron que estaba bromeando o que estaba un poco chiflado.

Aparentemente los muchachos cuando llegaron al Joe’s Place le pidieron a un velador su linterna y se dirigieron a la parte del fondo del edificio, donde se encontraban la cueva de cemento con puertas de barras de acero, donde dormían los animales. Tal vez el velador pensó que algún objeto se les había perdido en el lugar. 

El ataque

Según en la declaración de George Cameron ante el Auxiliar del Fiscal de Distrito en Hidalgo, Jim Bates, Mickey y él le pidieron a Eugene que no entrara a la jaula. Este les dijo que había acariciado a los leones muchas veces anteriormente. El joven Terry no solo no los escuchó, sino que le destelló la luz de la linterna en la cara de una de las leonas que se encontraba dormida. La reacción de la fiera fue fulminante.

En ese momento el animal golpeó automáticamente al joven americano, Eugene G. Terry, contra el piso de cemento. Su cabeza cayó en un remate en el suelo que le partió el cráneo, la bestia le echó la zarpa para empezar a arrastrarlo a su pequeña madriguera, que se encontraba debajo del piso de la casa del dueño. La Sra. Fedora Torres, hermana de Tina Ortega, expresó que los dos jóvenes habían llegado con Terry corrieron desde el interior del establecimiento, donde estaban las jaulas. Le gritaban a su hijo Jaime algo sobre el león.

Jaime Torres tenía 24 años de edad y vivía en McAllen, pero ya trabajaba en la recién arribada compañía petrolera (PEMEX) en Reynosa. El periódico americano alardeaba que Jaime era hermano del futbolista de la preparatoria de McAllen, Tito Torres.

Era la 1:30 de la mañana, José Ortega y la mayoría de las personas que trabajaban en ese lugar se encontraban ya dormidos en sus camas. La Sra. Torres aclaró que su hijo Jaime corrió a la jaula y vio lo que estaba pasando; inmediatamente arrancó a avisar al cuidador de los leones, Roberto Pérez. Este personaje conocido como el “Chaparro dormía cerca de donde se encontraban las jaulas. En ese momento fueron a despertar al propietario del lugar. 

Tanto José Ortega como el Chaparro salieron en calzoncillos; así como andaban entraron en la jaula con el joven Jaime Torres a rescatar al americano. Le quebraron un vaso y una silla en la frente, pero la leona solamente gruñía, permaneciendo arriba del joven Eugene G. Terry. Desde la jaula les rugía a los espectadores. 

Uno de los periódicos comentaba que el domador había disparado su arma para matar al león, mientras que otro decía que había sido Jaime con su pistola. Como sea, con la leona muerta fue que finalmente pudieron sacar al muchacho de la jaula.

El Sr. Luis Alejos Corona, “el Cachis.” nos contó recientemente que le tocó recoger al americano Terry de la jaula. Éste joven llegó a presumirles los leones a sus amigos y que entre ellos forzaron el candado de la cueva. Cuando abrieron la reja y la leona atacó a Terry se escucharon los gritos y los otros dos muchachos salieron corriendo también gritando. El Cachis platica que su hermano José y él estiraron de los pies al joven, mientras que la leona venia tras de ellos, por lo que el domador le pidió la pistola a uno de los veladores y le disparó a la leona. 

Después que lo sacaron lo subieron a un carro y trataron de llevarlo a McAllen, pero los oficiales de migración no les permitieron que lo cruzaran por el estado en que venía. Lo llevaron a la estación de la Cruz Roja, la cual se encontraba en el edificio que alberga la Casa de la Cultura actualmente. La noticia era que tal vez murió ahí o que ya había muerto cuando arribaron a la estación. 

Según el “Nene” González, el Dr. Lauro Bolado hizo la autopsia en la misma Cruz Roja. Cuando reviso el cuerpo, el Dr. pensó que el golpe no era para haberlo matado, pero cuando lo voltearon la herida iba desde la oreja hasta el pecho. 

Un oficial de la aduana americana opinó que los oficiales de migración mexicana habían hecho lo correcto en no dejar pasar al joven; ellos hubiesen hecho lo mismo al ver a una persona ensangrentada en el lado americano. Sobre lo que escuchó, el oficial decía que el muchacho no hubiera podido llegar a McAllen, algunos decían que ya estaba muerto antes que lo sacaran de la jaula. En sus declaraciones en Palacio Municipal, José Ortega opinó que no hubiese llegado con vida a McAllen de todos modos. 

En el próximo articulo contaremos sobre el antecedente que existía entre el desafortunado turista y la leona africana en ese club nocturno; así, como José Ortega manejo la situación ante las autoridades y los familiares del joven en ambos lados de la frontera.

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Un año y medio antes   del incidente de la leona con el turista, José Ortega y la bailarina exótica americana, Princesa Lahoma, posan con dos leonas cachorras en el Joe’s Place.  La leona en los brazos de Ortega, ya crecida, mató al turista Eugene G. Terry. Foto del vespertino “Monitor” del 9 de noviembre de 1950.





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