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La etnia indígena mulatos, siglo XVIII y XIX

Cronista Municipal de Reynosa 

La etnia indígena mulatos, siglo XVIII y XIX

Ordinariamente la palabra española mulato se refiere a un individuo de origen híbrido, descendiente de negro africano y de europeo. Después de 1750, sin embargo, en el noreste de México el nombre mulato fue aplicado por los colonos del Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) a dos grupos indígenas contemporáneos, pero geográficamente separados quienes parece que tenían poco en común más allá de su nombre. Es posible que ambas poblaciones fueran así llamadas a causa de que el color de su piel fuera algo más obscura que la de las etnias vecinas. 

Uno de los grupos se hallaba asociado con los altos tributarios del río Soto la Marina, en su mayor parte al noreste de la moderna Ciudad Victoria, en el occidente del Tamaulipas central. El otro grupo mulato estaba asociado con el bajo río Bravo, como a 257 km al noreste. No se ha identificado el nombre nativo de esos grupos. Las fuentes primarias documentales que se refieren a los mulatos del río Soto la Marina no dicen que vivieran en otra parte, y lo mismo sucede en los documentos referentes a los mulatos del bajo río Bravo.

Mulatos del río Soto la Marina 

Estos mulatos parece que se mencionan por primera vez en un documento de 1772 relacionados con las misiones del Nuevo Santander, pero éste y otros documentos posteriores se refieren a ellos como habitando, desde 1750, en el río Purificación y el río Santa Engracia, ambas corrientes tributarias del río Soto la Marina. Los mulatos, así como otros grupos indígenas de la región, atacaban sin cesar a los asentamientos de la Colonia aún en 1780.  

Se mencionaban muy a menudo en los documentos referentes a las villas del Nuevo Santander como Güemes, Padilla, y Santillana (hoy Abasolo). Después de 1781 estos mulatos desaparecieron de los registros históricos, probablemente a causa de la declinación poblacional; su identidad étnica fue perdida indudablemente a través de su absorción por los habitantes de habla española del alto río Soto la Marina. No hay indicación que ninguno de ellos emigrara a otra región.

Mulatos del bajo río Bravo

Los mulatos del bajo río Bravo se registraron primeramente en 1777 en conexión con eventos que ocurrieron en el agostadero de la jurisdicción de Reynosa conocido como El Rosario. Esta propiedad era de Pedro Cantú, la comunidad todavía existe a corta distancia al oriente del actual Puente Internacional de Donna- Río Bravo.  Un grupo de indios mulatos se hallaba acampado cerca del rancho del Rosario en 1777. En ese año Ábito Cantú, hijo del propietario y capataz de la finca, fue encarcelado en Reynosa por haberse robado a un niño mulato. Los registros del Juzgado de la Antigua Reynosa contienen considerable información sobre asuntos referentes a los indios mulatos.

   Ábito Cantú había convenido la compra de una niña indígena, hija del jefe de los indios mulatos, y había hecho una oferta que incluía un caballo, once ovejas, alguna ropa y tejidos, cobijas, cuentas y aretes. Cuando Cantú fue al campamento mulato para completar la transacción, encontró que los parientes de la muchacha se oponían al trato y que todos los mulatos habían escapado al bosque, dejando tan sólo a una mujer anciana que se hallaba enferma y a un muchacho que estaba dormido. Cantú se apoderó del muchacho, y por esta razón fue apresado posteriormente. El robo de niños indios o el trueque por ellos era ilegal, pero sin embargo esta práctica fue común en esa época. 

   El caso registra algunos detalles sobre la cultura de los mulatos. Su campamento, conocido como rancho, se hallaba en un área muy boscosa, en la cual se internaban y dispersaban cuando eran amenazados. No tenían casas verdaderas, sino únicamente enramadas, que consistían en una especie de cobertizos con una o dos paredes. 

Ordinariamente algunos de los mulatos dejaban el campamento durante el día en búsqueda de alimentos, regresando al caer la noche. Se menciona que usaban caballos en la cacería de venados. Hay referencias a pieles de venado, arcos y flechas, y una calabaza o guaje (no se menciona el uso que le daban a esta calabaza). De la mujer anciana, quien se hallaba indispuesta y se creía que estaba moribunda, se dijo que había caído enferma a causa de haber sido embrujada por otra mujer indígena. Nada se dice sobre las funciones del líder que deseaba vender a su hija a los españoles.

En 1780 algunos de los mulatos se reportaban como habitantes de la ribera norte del río Bravo. En ese año, Domingo Cabello, por esas fechas gobernador de Texas, anotó a los mulatos como uno de nueve grupos indígenas que vivían en la región que se halla entre el bajo río Bravo y el bajo río Nueces. Asimismo, informó de grupos indígenas que vivían por entonces justamente al sur del bajo río Bravo, pero los mulatos no se nombraron en su lista. Más tarde, en el mismo año, Cabello se refería a algunos mulatos que habían entrado voluntariamente a misiones de San Antonio, Texas. Se habían unido a los apóstatas de esas misiones que habían huido hacia el sur y que fueron escoltados de regreso a San Antonio.

   Aparentemente no todos los mulatos del río Bravo llegaron a las misiones de San Antonio. Unos pocos mulatos se hayan anotados en los registros de la misión de San José y de San Miguel de Aguayo. Entre 1784 y 1785, cuatro mulatos están registrados (un hombre, dos mujeres, y un niño). Un censo de esa misión de 1793 identificó cuando menos a nueve mulatos (tres hombres, tres niños y tres niñas); uno de los hombres se registró como casado con una mujer “anda el camino.” En censos posteriores algunos de estos mismos individuos fueron anotados de nuevo, aun cuando su identidad había sido cambiada de mulatos a borrados.

    En esta misión el nombre de borrado fue usado comúnmente al referirse a los indios que habían llegado de la región baja del río Bravo. Los borrados registrados en las misiones de San Antonio, Texas, Nuestra Señora de la Purísima Concepción de Acuña y San Francisco de la Espada pueden haber incluido a unos cuantos Mulatos, pero es difícil demostrarlo. Los registros de la misión de San Antonio de Valero, por el período 1758–1785, registran aproximadamente cuarenta individuos como mulato o mulata. Estos eran sin duda individuos mulatos (híbridos) que no pueden ser conectados con los indios mulato del bajo río Bravo. Algunos de ellos eran registrados como nacidos en tales lugares como Guadalajara y Monclova. 

   En 1798 el Conde de Sierra Gorda, Manuel de Escandón y Llera, reportaba que sesenta y ocho Mulatos (veinticinco hombres, veintitrés mujeres, diez niños y diez niñas) se hallaban habitando en una localidad conocida como La Barranca, que estaba en lo que hoy es el noreste de la municipalidad de Matamoros. Este dato incluye una cantidad limitada de información cultural acerca de los mulatos y de nueve grupos indígenas adicionales que vivían por entonces en ambos lados del río Bravo.

   De acuerdo con el investigador Eugene Bolton, los registros de las misiones coloniales de Camargo y Reynosa contenían los nombres de individuos identificados como mulatos. Los registros de San Agustín de Laredo de Camargo cubrían los años 1764–1810, y los de San Joaquín del Monte de Reynosa cubrían los años 1790–1816. Bolton no especifica el número total de individuos mulatos registrados en cada una de esas misiones, ni da una fecha por la entrada más antigua de ellos.

Pequeños remanentes de los mulatos continuaron viviendo en diversos lugares en ambos lados del bajo río Bravo durante el siglo XIX. Los registros bautismales de la iglesia de Matamoros, conocida como Nuestra Señora del Refugio de los Esteros, contiene entradas de cuando menos dieciocho individuos mulatos por los años 1810–1811. Estas entradas se refieren a tres hombres, cinco niñas, nueve niñas, y una mujer sin clasificar. Un registro de matrimonio de 1810 se refiere al matrimonio de un hombre indio mulato con una mujer india “cómo se llaman” que habían estado anteriormente en una casa de vecinos en Matamoros. Algunos de los mulatos pueden haber vivido en la hoy extinta comunidad de Mulatos, registrada aun en 1885 en el sureste del condado de Willacy, Texas.

Parece razonablemente claro que los mulatos del río Bravo, durante su última época, vivieran como remanentes en varias localidades. Fueron registrados probablemente por uno o más de los nombres nativos enlistados por Escandón en 1747. Tal vez la clave más importante para la identidad de estos mulatos se prueba por la evidencia lingüística. En 1829 Jean Louis Berlandier, el naturalista francés, coleccionó una muestra del habla de los mulatos (148 palabras enlistadas). 

Esta muestra ha sido estudiada por el lingüista Ives Goddard (1979), quien identifica el lenguaje como “Comecrudo,” una de las lenguas mejor documentadas en la región del bajo río Bravo. Los mulatos del río Bravo, según se percibe en las fuentes primarias documentadas, no pueden relacionarse con los negros de la misma región. En Reynosa y Matamoros, ambos grupos se hallaban diferenciados en los registros de la misión de San Joaquín del Monte y en la iglesia parroquial conocida como Nuestra Señora del Refugio de los Esteros. Sobre los indios negros hablaremos en otra ocasión. 

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