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Judíos ultraortodoxos ignoran cuarentena, lo pagan muy caro

Policías arrastran a un manifestante durante una protesta contra las medidas del gobierno israelí para contener la propagación del coronavirus en un suburbio ultraortodoxo de Jerusalén.

A principios de esta semana las calles de la ciudad israelí de Bnei Brak estaban llenas de judíos ultraortodoxos cuyos líderes religiosos decían que no era necesario permanecer en sus casas para evitar el contagio del coronavirus.

Judíos ultraortodoxos ignoran  cuarentena, lo pagan muy caro

La actitud de la ciudad ha causado las iras de algunos israelíes seculares que dicen que las comunidades jaredíes--que tienen una cantidad desproporcionadamente alta de casos confirmados-- están socavando los esfuerzos por contener el virus.

La pandemia amenaza con alterar viejas tradiciones del mundo religioso, incluida la de la obediencia ciega a los líderes religiosos y la creencia de que los estudios y las tradiciones religiosas son más importantes que las reglas de un estado moderno.

La crisis responde a una serie de factores. Los ultraortodoxos tienden a vivir en barrios pobres, densamente poblados, donde las enfermedades se propagan rápidamente. Las sinagogas, el eje de la vida social, congregan a hombres que rezan y socializan en espacios reducidos.

“Me temo que va a haber más contagios en la comunidad ultraortodoxa y en la población israelí en general”, afirmó Hagai Levine, profesor de la Universidad Hebrea que preside la Asociación Israelí de Médicos de Salud Pública.

Desde la misma fundación de Israel, los seculares y los ultraortodoxos se han visto con recelo y a menudo hay roces en torno a temas como el servicio militar obligatorio. Los líderes ultraortodoxos usan su considerable peso político para conservar un estilo de vida caracterizado por el aislamiento en base a beneficios sociales, lo que genera quejas de los sectores seculares de que los jaredíes son una carga para los demás.

El jueves estalló un nuevo debate cuando se confirmó que el ministro de la salud Yaakov Litzman, un influyente político ultraortodoxo que debe encabezar la batalla contra el virus, se había contagiado.



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