HILVANES HISTÓRICOS La zona vieja
Por tratarse de lugares non sanctos, las antiguas, venerables y finas familias que componían al Reynosa de los años treinta y cuarenta, no hablaban en sus conversaciones del lugar denominado para señalar que se cometían acciones impropias de una sociedad pulcra y decente, como la zona de tolerancia también conocida como la zona roja o simplemente “La zona”.
–Los mequetrefes y pelados corrientes y vulgares de la más baja estofa de la sociedad la llamaban también el “Zumbido”, por el ruido que se escuchaba a varias cuadras de distancia y sobre todo cuando soplaban los vientos fuertes del sur que duran en ésta región–.
La zona tuvo un auge inusitado desde que el gobierno de los Estados Unidos estableció la “Ley seca”, por los años veinte, según se le denominó aquí, para señalar que no estaba permitido vender en ningún establecimiento bebidas alcohólicas por lo que los adictos, que siempre han existido para reverenciar al dios Baco, se venían a solazar, dicho en términos elegantes o eufónicos (del griego ‘‘eu’’ bien o bueno y “phone”, sonido) a las cantinas que en Reynosa proliferaron como hongos después de la lluvia, si se me permite usar esa inédita expresión.
Según me cuentan los atildados integrantes del museo antropológico que conforman los senescentes, carcamales y galanes otoñales de la benemérita cofradía intitulada el “Club de Veteranos de Reynosa”, cuyos nombres por razones obvias de buena moral y conducta se omiten, me informan que a las damas que prestaban sus servicios sensuales en las cantinas, bares, salones, congales y antros éstos últimos muy de moda actualmente y que antes se señalaba para designar a las cantinuchas de baja estofa, a dichas damas, repito, se les nombraba como pectaríz, suripanta, merenga, pecadora, pendonga, prostibularia, ganforra, galocha, huila, giranta, ramera, copetinera, callonca, meretriz, furcia, vulpeja, mesalina o puta, si me permiten mis queridas lectoras ésta pueblerina expresión.
Quiero dejar anotado, con mucha claridad, que mis rupestres informadores son lectores habituales del famoso señor de Saltillo, don Armando Fuentes Aguirre (a) “Catón” quien le ha dado fama a su pueblo natal en éste mundo y otras partes, y que posiblemente de sus cotidianas columnas hayan obtenido algunos términos muy poco usados en nuestro léxico norestense para designar a las activistas de tan agotador, competido y antiguo empleo.
De ninguna manera quiero dejar desapercibidas y fuera de contexto, a las damiselas que ejercían su meritoria profesión fuera de las cantinas, lupanares, congales, antros o salones, en lugares que eran habitaciones construídas exprofeso para ejercer el oficio y que estaban acomodadas una al lado de otra hasta formar una inmensa “cuartería” y que el pueblo les llamaba “accesorias”.
Más de la sección
Las damas en cuestión, bañadas, pintadas y perfumadas y con sus mejores galas para exhibir su mercancía, les decían a los posibles parroquianos que pasaban: “Pásale güero, tengo radio”, para señalarles que estaban en posición de elevar sus deliquios pasionales con el acompañamiento de la música, ya que en aquellos benditos años no existía esa corrupción moral que lleva al mundo al despeñadero que se llama televisión.
Los pudibundos caballeros del Club de Veteranos ennoblecidos por las canas que cubren sus sienes, son pudorosos en sus expresiones que vagan por la luz del recuerdo y mencionan que en aquél lugar el cual terminó con un incendio en el año de 1949, existieron los siguientes lupanares de los cuales no se dice el nombre de su propietario para no herir susceptibilidades: París, América, Nigh Club, Chapultepec, Noche de Ronda, Mercedes, Cantina Chiquita, Orizaba Saloon, Los Fiscales, Los Colorados, Oralia Night Club y El Bohemio, todos éstos entre los principales, ya que fondas y tugurios había muchos y de todo lo cual, según sus comentarios, quieren dejar constancia porque es parte de la historia de Reynosa. Fin.
(Arnoldo Gárate es socio
del Club de Veteranos
de Reynosa y de la Sociedad
de Historia de Reynosa, A.C.)