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¿Genera un robot propiedad intelectual?

Clarke, Modet & Cº lleva 140 años registrando marcas y ahora se enfrenta al reto de la digitalización

CEO. El ejecutivo persa Farrokh Keneshkar dirige Clarke, Modet & Cº desde hace tres años.¿Genera un robot propiedad intelectual?

¿Tienen derecho los robots a la propiedad industrial e intelectual de lo que crean? ¿Es una máquina responsable de delitos como el plagio? El universo alrededor de las patentes, las marcas y los derechos de autor está planteando preguntas que orillan la condición humana. Es una industria en cambio, donde la tecnología es un viento que sopla tras una ventana abierta. En Clarke, Modet & Cº hace 140 años que sienten esos aires. Fundada en 1879, ha visto pasar el tiempo y el progreso.

En las paredes de sus oficinas centrales de Madrid cuelgan las páginas encuadernadas de algunas de las patentes que han transformado la industria desde el siglo XIX. Ahí están la bombilla de Edison, la telegrafía sin hilos de Marconi y el neumático de Goodyear. Incluso estaban abiertos en 1905 cuando un desconocido empleado de la Oficina de Patentes de Berna (Suiza) publicó en un “año milagroso” (en referencia al Annus Mirabilis de 1666, en el que Newton fijó las bases de la gravitación universal y el cálculo diferencial) cinco artículos que cambiarían para siempre el relato de la física y el Cosmos. Era Albert Einstein.

El universo de las patentes y las marcas siempre ha tenido algo mágico y elusivo. Hoy, trascurridas las décadas, se sigue notando que registrarlas es un negocio especial. Se escucha en el pasado y en el presente. Clarke, Modet & Cº pertenece a las familias Gómez-Acebo y a los Pombo, fundadores del bufete que une ambos apellidos. Pero desde el comienzo han seguido la estrategia de delegar la gestión diaria de la empresa en un profesional independiente. Hace tres años y medio que esa responsabilidad recae en Farrokh Keneshkar. Este ejecutivo persa despliega las velas para aprovechar los vientos. Es un experto crecido en la tecnología. Licenciado en informática por la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha pasado 25 años en Hewlett Packard. Con esta contabilidad de la vida, es lógico intuir que su estrategia pasa por “la transformación tecnológica de la firma y la internacionalización”, sostiene. El comienzo de un viaje y el dibujo de una cartografía.

Ese mapa lo recuerda la empresa con la memoria de un explorador. Están presentes, describen, “en los diez principales” países de habla hispana y portuguesa. Solo hay que unir los puntos. España, Portugal, México, Colombia, Perú, Chile, Uruguay, Argentina, Brasil y Venezuela. Este último es el territorio más difícil. “Seguimos en el país porque hemos mantenido una rentabilidad razonable. Pero es muy complicado y planificar resulta imposible. No hemos tenido más remedio que hacer planes de negocio mensuales”, lamenta Farrokh Keneshkar.

Es el detalle de una fotografía que deja una imagen nítida: más de 500 empleados, 33 oficinas, 7.000 solicitudes de patentes al año, 8.000 propuestas de marcas y 24.000 clientes en todo el mundo. Con ellos echa cuentas. Registran, aseguran, una de cada diez patentes y una de cada 20 enseñas extranjeras en esa decena de tierras donde se habla castellano y portugués. Un esfuerzo que les llevará este año hasta los 60 millones de euros. Por entonces, el 65% del negocio procederá de América Latina.

Sin embargo, patentar en España continúa siendo un oficio de penumbras. El año pasado, el país presentó 1.676 solicitudes a la Oficina Europea de Patentes. Apenas supone el 1% del total. Números que no cuadran con la cuarta economía de la eurozona. Su tasa incendia el sonrojo: 34 patentes por millón de habitantes. Lo que la sitúa en el puesto 27, por detrás de Chipre, Estonia, Eslovenia o Puerto Rico. Pese a todo, “este año pensábamos que iba a ser peor”, concede el director general. “En junio preveíamos una caída interanual del 47%, al final se quedará en el 30%”. La realidad borra la línea del horizonte y la compañía mira al futuro. España podría encontrar su suelo en 1.500 patentes anuales.

Esta caída se explica sobre todo por una nueva ley (entró en vigor en abril de 2017) que endurece la concesión de licencias. Aunque el viento también ha sido esquivo con El Plan Estratégico 2017-2020 de la Oficina Española de Patentes y Marcas. “En algunas cosas ha funcionado; en otras, no. Pero el sector continúa sin recuperarse de la crisis”, analiza Keneshkar. El ecosistema español está herido por la imposibilidad. Es una quimera acercarse a los grandes colosos comerciales. Un espacio que pertenece a Estados Unidos (26%), Alemania (15%) y Japón (13%). Estos gigantes copan más de la mitad de todas las solicitudes presentadas el año pasado. Aunque todavía resisten dos Arcadias. España es un susurro en patentes, en cambio es un eco dentro de un túnel en el mundo de las marcas y los diseños. Es la séptima potencia mundial (la primera es Alemania) en enseñas y la octava (la clasificación la lidera China) en diseños.

Derechos de autor

Sin embargo, resulta imposible vivir en la tierra de lo que difícilmente seremos. Hay que habitar la realidad. Y la europea y la española se detienen en enero de 2019. Entonces se votará definitivamente en Bruselas la nueva ley sobre derechos de autor. La normativa trata de encajar los usos del mundo físico en el virtual. “Para nosotros es una oportunidad, las empresas necesitarán ayuda y se la podemos prestar”, observa Farrokh Keneshkar. Una esperanza similar acude con la directiva comunitaria sobre secretos empresariales, que España aún no ha traspuesto.




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