buscar noticiasbuscar noticias

Fútbol y otros deportes en el ballet

Igor Moiseyev, cuya compañía inicia una gira por España, fue uno de los coreógrafos que primero trataron el tema de los deportes en la danza

El Ballet Igor Moiseyev, todo un emblema cultural ruso, empieza el domingo en Sevilla una gira por España que hará después parada en Murcia, Pamplona, San Sebastián, Madrid y Zaragoza. La compañía viene con un programa de danzas populares del mundo y algunas piezas singulares como  Fútbol. No fue el único ni el primero, pero Igor Aleksandrovich Moiseyev (Kiev, 1906–Moscú, 2007), está también en la génesis de los coreógrafos que trataron el tema de los deportes, y especialmente el balompié en la escena de danza. Todo se pergeñó entre fines de los años veinte y toda la década de los treinta en la Rusia soviética, dentro y con el marco del Gran Terror estalinista y del apogeo del realismo socialista. Antes, otro ruso en París, Vaslav Nijinski, había estrenado en 1913  Juegos (Debussy), sobre el tenis.

Fútbol y otros deportes en el ballet

Es obligado citar al menos estos antecedentes: la  Sinfonía de la Agricultura (1923), de Alexander Kastalski; la  Oda matinal a Lenin (1926), de Alexander Krein, y la ópera  Hielo y acero (1929), de Vladimir Deshévov, que no convenció al crítico de Pravda; y se citaba el contraste entre la épica de las canciones revolucionarias y el jazz “decadente del Oeste”. Por allí andaba el joven Shostakóvich con su amigo Miaskovski ocultando disonancias que saltaban solas, iracundas, de sus juveniles pentagramas, y viendo cómo el maestro teatral Meyerhold a lo largo de los años veinte aplicó elementos de la gimnasia al entrenamiento estandarizado de sus actores, y de ahí las técnicas de biomecánica pasaron a los bailarines de ballet soviéticos. Entonces el Nuevo Ensemble Coreográfico de Moscú puso en escena la obra  Suite de deportes bailados, coreografiada por Asaf Messerer, y en 1926, cuatro años antes que Moiseyev, crea una escena de balompié coréutico titulada a secas  Fútbol, y es Messerer quien, desafiante, llama al músico de jazz ucraniano Alexander Zfasman (1906-1971) para crear la primera versión de acompañamiento sonoro.

En el otoño de 1930, Víctor Smirnov terminó y envió un libreto a Dimitri Shostakóvich, era  El tornillo (o  El perno en otras traducciones), y ese mismo invierno, a toda prisa, el compositor ultimó un largo ballet que finalmente se estrenó el 8 de abril de 1931 con coreografía de Fiodor Lopújov, que ya antes, en 1930, había estrenado también en el GATOB de Leningrado (nombre que dieron al imperial Mariinski como teatro del proletariado)  La edad de oro, con el argumento de un partido de fútbol entre proletarios y fascistas. En  El tornillo, que fue el primer ballet industrial y de estética mecanicista (bajo las teorías estéticas de Boris Arvátov), con un caricaturesco fondo satírico en cómo presentaba a los pequeñoburgueses, se aludía a lo atlético como un importante factor estético. El protagonista Denis, un inconforme, sabotea la maquinaria nueva arrojándole un tornillo al engranaje, y es descubierto, pero el ballet comienza con una escena de deportes, una  corpografía de calistenia colectiva. Igual que con  La edad de oro, estas obras fueron prohibidas después de sus estrenos, pues ya estaba la maquinaria censora del terror estalinista moliendo personas y obras de arte.

Igor Moiseyev empezó a entrenarse a los 11 años con Vera Mosolova (la primera rusa que bailó en el Alhambra de Londres en 1911), que según todas las biografías, le sugirió no gastar las energías dando patadas al balón, su verdadera pasión. Dos años después Igor entra la prestigiosa Escuela Coreográfica de Moscú, donde es alumno aventajado de Alexander Gorski (el revisor del  Don Quijote que vemos hoy). Ya en el Bolshói se adscribe a un grupo experimental y en 1930 hace su primera obra coreográfica:  El jugador del fútbol (o a secas  El jugador), y ya en esos días reconoció estar influido por las teorías de Mijail Fokin, lo que le costó una de sus primeras reprimendas políticas, pues Fokin se había exiliado por segunda y definitiva vez.

El jugador del fútbol fue cohecho junto a Lev Lashchilin sobre una música compuesta por Victor Oranski (1899-1953), un compositor menor cuyo prestigio se basó para la historia en una partitura creada durante la guerra para un ballet en el Teatro Stanislavski sobre  Las alegres comadres de Windsor, y en el que podemos encontrar ecos lejanos de Prokófiev y de Shostakóvich que siempre negaría en público. Oranski y Moiseyev volvieron a trabajar juntos en otro ballet:  Tres hombres gordos (1935), donde el coreógrafo incorpora movimientos gimnásticos procedentes de la Euritmia y escenas masivas al estilo de los desfiles en estadios. Así se fijan las autoridades culturales en él, y enseguida Moiseyev comienza a “coreografiar” desfiles en la Plaza Roja y en 1936 en partido le encarga la organización y dirección del Festival de Danzas Folclóricas, donde no se resiste a no incluir su ballet sobre fútbol y a fundar ya su propia compañía con el apoyo expreso de Stalin y del aparato regidor de la cultura de masas. La tarea de Moiseyev como coreógrafo fue compleja, reunir bailes de muy diferente origen y factura, empacarlos en un estilo coral y profesionalmente reglado, y así surgieron obras que perviven: el ucraniano  Gopak (1945), el bielorruso  Liavonikja (1937) o  Polianka (1940).

En 1944 Messerer y Shostakovich se unen en el Bolshói para hacer “otro ballet de fútbol”, en la línea de  La edad de oro, donde la estética era de tónica deportiva y sus escenas discurren todas en el estadio con cuadros de la cancha de baloncesto, un ring de boxeo o un gimnasio, y así lo relata Anthony Bateman en  Sport, Music and Identities.

Años después, en 1972, Vladímir Vasiliev, probablemente la mayor estrella masculina del ballet soviético del siglo XX, incorporó a su repertorio un solo de  El jugador recoreografiado por su maestro Asaf Messerer, que a la sazón había formado parte del elenco original de Moiseyev en el Teatro Bolshói. Messerer, un joven virtuoso, hacía algo parecido a una  chilena (que aún no tenía ese nombre) y virtuosos toques de tacón copiados del césped y pasados al tabloncillo escénico.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD