La belleza de la lentitud
Ahora te recomendamos El tres Rocky Mountaineer, en su novedosa ruta en Estados Unidos
Colorado, EU
Cuando todo parece ir más deprisa, ir a contracorriente y disfrutar tanto de la lentitud como de la contemplación es casi un acto rebelde.
Lo anterior es posible vivirlo a bordo de un tren de Rocky Mountaineer, emblemática firma que -en su novedosa ruta en Estados Unidos, va de Denver, Colorado, a Moab en Utah-. Este recorrido, que en auto podría hacerse en cinco horas, aquí dura dos días, con una pernocta en Glenwood Springs.
La idea de tener cabinas con camas no cabe en la filosofía de la compañía canadiense, con 32 años de experiencia. Paisajes como los que atropellan los sentidos tras abandonar la bulliciosa Denver exigen atención total, así que avanzamos mientras hay luz de día. Llegar primero no es saber llegar. Esto es un elogio de la lentitud.
Más de la sección
Un lujo viajar con la compañía canadiense.
DELEITE VISUAL
Tradicionalmente pequeñas, las ventanas de los trenes aquí fueron magnificadas para el deleite de la observación. Por los vagones, cuasi domos, entran los rayos del sol, se ve el baile de las nubes y un desfile de cañones, montañas, cascadas y bosques. Explotan las variaciones de ámbar, rojos, amarillos... todo un óleo del Oeste estadounidense.
En el viaje, bautizado Rockies to the Red Rocks, que sigue el curso del Río Colorado, no hay cobertura de Internet ni pantallas en los asientos numerados. En las mesillas descansan libros sin abrir. No son momentos para evadirse, sino para vivir un western privado por tierras que fueron hogar de los indios Ute.
La idea es viajar como en antaño, a ritmo lento.
EMOCIONANTE TRAVESÍA
La emoción de esta travesía radica en escudriñar el paisaje y avistar algo de vida salvaje: borregos cimarrones, pumas, osos y alces. Los dedos más veloces con las cámaras se llevan la recompensa.
Atractivos hay muchos por el trayecto. Se atraviesa la Gran Divisoria, espina dorsal del continente que separa las cuencas que vierten al Océano Pacífico de las que lo hacen al Atlántico o al Ártico.
Los ojos acarician al pueblo Grand Junction, corazón vitivinícola de Colorado, así como al Cañón Gore, con sus impresionantes acantilados, y al Ruby Canyon, icónico por sus piedras areniscas rojizas.
Los paisajes se cuelan por las ventanas.
UN ESPECTÁCULO
El Río Colorado es un espectáculo por sí mismo. Por momentos, una densa niebla genera una atmósfera como de película.
Los escenarios fotografiables son tantos que uno para de contar y hasta se desinteresa por las cámaras. ¿Qué mejor filtro hay que las pupilas de cada viajero? A lo lejos se observan picos nevados, águilas calvas en pleno vuelo, venados, pescadores, vaqueros y hasta personas haciendo rafting.
A lo largo del camino el tren serpentea regalando estampas como la de Eagle, County, Colorado.