Misterio, muerte y un amor fatal
De un historia así nos habla La Decisión de Partir
Jaen Hae-joon (Park Hae-il) es un detective sudcoreano. Se le pide que acuda a la estación a investigar una muerte. Un hombre se ha suicidado de manera algo misteriosa y su viuda (Tang Wei), es sospechosa. La calamidad acecha.
“El misterio del amor es mayor que el misterio de la muerte,” pronuncia Salomé en la obra homónima de Oscar Wilde, mientras besa la cabeza decapitada de Juan el Bautista.
Cuanto más imposible, más romántica es una relación. De un amor así nos habla La Decisión de Partir.
Jaen Hae-joon (Park Hae-il) es un detective sudcoreano. Se le pide que acuda a la estación a investigar una muerte. Un hombre se ha suicidado de manera algo misteriosa y su viuda (Tang Wei), es sospechosa. La calamidad acecha.
El filme de Park Chan-wook pareciera abrevar del más puro Edgar Allan Poe: una historia que contiene misterio, muerte y un amor fatal. Un tono fantasmagórico en el que las emociones se expresan en forma minimalista pero poderosa.
No hay aquí grandes explosiones de sentimiento, sino parlamentos empapados de interpretación. palabras y silencios, tienen un peso específico; los rostros parecen parcos, pero comunican multitudes.
Son hebras finísimas las que van hilando una historia enigmática, poblada de capas, contada en tres tiempos: empieza como un thriller, pero los ganchos entre los protagonistas se van profundizando.
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Hay una constante alusión a la duplicidad: los espejos como reflejo engañoso, la lectura de los pensamientos de los personajes como adivinanza e introspección, la doble personalidad. Imposible no notar la influencia de Hitchcock en la trama.