¿Es posible aprender inglés durmiendo?
Un estudio muestra que es posible introducir asociaciones entre palabras extranjeras y su significado durante el sueño
En 1927, Alois Benjamin Saliger, un empresario checo, empezó a vender un aparato que prometía cambiarte la vida durante el sueño. Basándose en la idea de que cuando dormimos caemos en una especie de estado hipnótico, creó un dispositivo que repetía frases motivantes a sus clientes mientras dormían y después despertaban dispuestos a comerse el mundo. El invento de Saliger, que ya había sido condenado por fraude en 1919, resultó no tener base alguna: el sueño no tiene nada que ver con el estado de hipnosis. Sin embargo, estudios posteriores han demostrado que es posible reforzar algunos tipos de aprendizaje.
En 2007, Björn Rasch realizó un experimento en el que observó que determinados olores se podían reforzar durante el sueño lo aprendido mientras se estaba despierto. Los participantes en el trabajo tenían que recordar la localización de varios objetos en una red y al hacerlo se les exponía a un aroma de rosas. Después, estos mismos voluntarios dormían en el laboratorio y cuando alcanzaban el estado más profundo del sueño, el de ondas lentas, volvían a recibir el olor a rosas. Cuando despertaban, recordaban mucho mejor el lugar en el que se encontraban los objetos dentro de la red que si no recibían el tratamiento olfativo durante el sueño. Rasch y su equipo habían demostrado que era posible etiquetar recuerdos para después ayudar a nuestro cerebro a reforzarlos durante el sueño.
Esta semana, un grupo de investigadores de la Universidad de Berna ha puesto a prueba la posibilidad de que, además de reforzar memorias adquiridas cuando estamos despiertos, durante el sueño sea posible introducir nuevas enseñanzas. La respuesta, que se publica en la revista Current Biology, es positiva, pero de momento los resultados no permiten soñar en aprender idiomas dormidos.
Cuando alcanzamos un estado de sueño profundo, las células del cerebro comienzan a coordinar su funcionamiento y en un baile sincronizado alternan estados activos con inactivos cada medio segundo. Los investigadores hacían escuchar a los voluntarios dos palabras, una primera de un idioma inventado y después su traducción al alemán. Cuando escuchaban en el estado de actividad tofer y llave o guga y elefante, la asociación quedaba impregnada en su cerebro. Después, cuando se les despertaba, eran capaces de relacionar tofer con algo pequeño como una llave y guga con algo grande como un elefante. Además, observaron que el hipocampo, la región del cerebro fundamental para los recuerdos, se activaba cuando se recuperaban los recuerdos lingüísticos asimilados durante el sueño. “Estas estructuras parecen intervenir en la formación de memoria independientemente del estado de consciencia”, comenta Marc Züst, investigador de la Universidad de Berna y uno de los autores del estudio.
Züst reconoce que aún es pronto para saber si es posible acelerar el aprendizaje de nueva información introduciéndola primero durante el sueño. “Es algo que vamos a estudiar, pero si un primer golpe de aprendizaje inconsciente durante el sueño es beneficioso para el aprendizaje consciente posterior, este tipo de aprendizaje podría tener alguna aplicación para personas con dificultades de aprendizaje o déficit de atención que tienen problemas centrándose en el aprendizaje explícito o para personas muy ancianas”, explica.
Bryan Strange, director del Laboratorio de Neurociencia Clínica del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), considera interesante el estudio porque define con mucha precisión el estado en el que tiene que estar el cerebro para asimilar la información. Sin embargo, cree que no se puede hablar tanto de introducir una memoria como una asociación y señala que el “tratamiento” no mejora mucho el porcentaje de aciertos que los voluntarios lograrían por azar. “Ellos consiguen una mejora del 2% sobre el 50% que se acertaría por azar, un poco más si la palabra se ha repetido en la ventana de la onda de pico [en estado de actividad]”, señala.
Strange considera que estos resultados tienen aplicaciones potenciales en el futuro para incrementar la posibilidad de aprender durante el sueño, pero señala dos obstáculos. Por un lado, “tienes que medir dos factores a la vez, necesitas un registro de actividad eléctrica del cerebro para saber cuándo tienes que lanzar tu palabra o tu estímulo” y al mismo tiempo, “lanzar estímulos basados en esa actividad cerebral durante el sueño de onda lenta”, afirma. El segundo obstáculo sería el riesgo de interferir con el proceso de consolidación de memorias del día anterior que tiene lugar durante el sueño y acabar perdiendo más de lo ganado.
Züst reconoce esa posibilidad: “El sueño, la memoria y el cerebro en conjunto son sistemas con equilibrios intrincados que han necesitado millones de años de optimización. Si empujamos al cerebro dormido hacia la adquisición de nueva información podríamos estar entorpeciendo la función que ya está realizando”. Por el momento, recuerda que este trabajo es investigación básica y que su trabajo no debe interpretarse como una posibilidad de aprobar el examen de historia dejando la grabadora con las lecciones reproduciéndose bajo la almohada. “Yo recomendaría aprender bien la lección y después irse pronto a la cama para dejar que el cerebro haga su trabajo”, concluye.