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Entregó siempre lo mejor de sí mismo Don Alejandro Valdés Lutteroth

Si tuviésemos que describir su personalidad, tendríamos que compararlo con un torbellino. Alejandro Valdés Lutteroth, nació en México, D.F., en el año de 1946, su niñez fue alegre y despreocupada, aún cuando desde niño comenzó con su señor padre a trabajar en la Arena Coliseo, de la cual un tío materno era propietario.

Su inquietud lo llevó a buscar nuevos horizontes, y a los 17 años ya vivía en Puerto Rico, entrenando personal para la compañía sueca Electrolux. Regresa a México ya como distribuidor de la firma, comenzando así los cimientos de lo que sería una larga cadena de negocios a los que dedicaría todo su entusiasmo y muy largas horas de esfuerzo y entusiasmo.

Entregó siempre lo mejor de sí mismo Don Alejandro Valdés Lutteroth

Dedicó cinco años de su vida a esta nueva empresa, logrando éxitos y reconocimientos de directivos a accionistas que después le ofrecieron que fuera el mismo distribuidor de sus productos y servicios. 

En esos tiempos nace otra de sus grandes satisfacciones: La Mansión Parrillada, un lugar bendecido por Dios, y aceptado por las familias reynosenses hasta hoy en día. La vida sigue, los hijos crecen, la familia se muda por temporadas para vivir cerca y cuidar de ellos, pero el terruño que ya consideraba propio lo volvía a atrapar para seguir adelante. Se interesó por la agricultura, la ganadería, y posteriormente con sacrificios enormes logra abrir La Mansión Del Prado, restaurante que estuvo al servicio de los habitantes de Reynosa por más de 23 años. Su vida fue pródiga en muchos sentidos. Supo con su carácter alegre y sociable, ganar muchos amigos, conquistar muchos afectos, valorar y agradecer todas las bendiciones recibidas, y pudo en la medida de sus posibilidades, corresponder a todo el bien que a él llegaba. Para él, lo más importante siempre fue su familia, experimentar y disfrutar de la amistad sincera, servir a cuanta persona le buscó, y entregar siempre lo mejor de sí mismo.

Hoy descansa ya en la paz de Dios, pero el dulce aroma de su esencia, queda impreso en los corazones de su familia, de quienes le amaron, y quien valoró su paso por esta vida.



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