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“En San Miguel de Allende sólo importan los güeros”

Al triplicarse la cifra de asesinatos, locales y extranjeros relatan cómo han vivido ante el año más violento en la historia de este municipio turístico

Un jueves de mayo, Sebastián jugaba a la oca con su familia. Cuando la abuela iba perdiendo y su madre le ayudaba a su hermana a cambiar el pañal de su sobrina, dos hombres irrumpieron en la casa y le dieron 24 balazos. A los 26 años se transformó en un número: uno de los 76 asesinados de San Miguel de Allende entre enero y noviembre de 2019, el triple que en 2018, cifra que no parece importarle al alcalde panista, Luis Alberto Villarreal, y es que Sebastián era adicto al cristal.

“En San Miguel de Allende sólo importan los güeros”

La policía ministerial tardó un par de horas en llegar. Con permiso de Mariana, registraron la habitación de Sebastián: “Había restos de marihuana, tres bolsitas pequeñas de cocaína y una bolsa de joyería en la que había cristal puro. El agente dijo que éramos víctimas de las circunstancias y que, como no había armas ni más drogas ni indicios de tráco, su trabajo terminaba ahí”. Mariana y la hermana de Sebastián llenaron una cubeta con agua y jabón y limpiaron la sangre del piso de su hogar. Luego fueron a declarar al Ministerio Policial. La última vez que habló con la policía fue a nales de junio y no ha tenido noticias desde entonces. “Después de eso no volvimos a escuchar de la policía ministerial. No hubo más esfuerzos; no interrogaron a ningún testigo; no hay nadie vinculado a proceso”, lamenta.

Daños colaterales

De acuerdo con un documento presentado en el Congreso de Guanajuato, en San Miguel de Allende hay entre 12 mil y 16 mil extranjeros residentes, 70% de ellos proviene de Estados Unidos y 20%, de Canadá. El Observatorio Turístico del estado de Guanajuato cifra que durante 2018 llegaron 2 millones de turistas, quienes dejaron una derrama económica de más de 7 mil millones de pesos. Entre esos miles de foráneos está Matthias Heyer, un mecánico alemán de 49 años que tiene metro noventa de estatura. Su negocio es un taller en la salida de la ciudad, en el que arregla carros clásicos, guarda los vehículos de otros extranjeros, prepara autos para correr la Carrera Panamericana y da trabajo a una decena de san miguelenses. “Desde enero tenemos vigilancia con pistola 24 horas. La situación cada vez es más y más brutal. El inicio fue hace un par de años. Mi hermana, que llevaba en San Miguel nueve meses, fue asaltada a la salida de una cantina y la golpearon. Ella [regresó] a Alemania. Después empezaron a asaltar a conocidos, se escuchaban balaceras”, explica desde su experiencia, ya que lleva 10 años viviendo en la ciudad. Heyer creía que bajaría la violencia, “pero sólo parece subir”.

Sus amigos mexicanos y sus empleados, que viven en las afueras, le comentan que tienen miedo de los asaltos. Tres o cuatro clientes extranjeros han abandonado la ciudad por la violencia. Él mismo ha cambiado de rutinas y se tensiona cuando camina por San Miguel. “Cuando alguien muere, aquí no pasa nada. Incluso si son por cosas de drogas, por cada uno que muere entran tres nuevos. Es como una hidra y no siento que las autoridades estén haciendo nada”. Menos preocupados están Bob Stone y Betsy Bowman, un matrimonio neoyorquino de profesores jubilados. “Sabemos que ahora hay más delincuencia en San Miguel de Allende, pero nosotros vivimos en el centro y nos vamos a la cama pronto. Quien esté ejerciendo la violencia parece que hace un esfuerzo por evitar a los extranjeros, porque sería malo para el turismo. Tenemos miedo por los mexicanos; ellos están siendo los daños colaterales”, reexionan.

Pese a este informe, varios reportes en prensa relativos a cobro de piso en los tianguis y el cierre de varias cantinas y bares en agosto, desde la alcaldía han lanzado varios comunicados negándolo. El último fue la semana pasada, en el que aseguraban que “la ciudad no se encuentra en medio de ninguna disputa entre criminales” ni “hay cobro de derecho de piso”. Se solicitó una entrevista con el alcalde Villarreal o con su secretario de Seguridad, pero no fueron concedidas. Jorge (cuyo nombre se cambió para protegerlo), un vendedor local del centro de San Miguel, tiene miedo: “Este año esto está completamente descompuesto; está siendo demasiado violento y todo se relaciona con el narcotráco y los cárteles”.

“Sólo importan los güeros”

Jaguar sale de su casa, una vivienda de una sola planta decorada con gratis que está en una zona sin pavimentar de una colonia popular. Su cabeza afeitada permite ver las cicatrices de peleas que tiene en la nuca. Sus ojos son profundos y una perilla de mosca decora su barbilla. Viste con ropa holgada, tipo cholo, “aunque ya menos”. A sus casi 30 años y con dos hijos, evita que la policía lo detenga: “Nos llevan al bote y nos dan putizas chidas, nomás por sus huevos. “Simón. Ahora San Miguel y el barrio están más rudos, más peligrosos. Casi cualquiera usa arma de fuego. Antes era a tiro limpio. Golpes, patadas, churros con salsa. Pero se fue incrementando. Hebilla, bóxer, machete, y ahora el arma de fuego”, explica. Su colonia tiene fama de conictiva, aunque la ola de homicidios se concentra en otra parte de la ciudad. Metido en pandillas desde los 13 años, cuando dejó la escuela por peleonero, ahora él es uno de los líderes de la suya. Marca un punto de inexión en la violencia hace tres años. Fue entonces cuando su hermano, el Jaguar mayor, murió en una batalla campal: “Eran 40 contra nosotros, que somos 20. Al último éramos nada más él y yo en la guerra. Y me lo tumbaron. Es un caído”. Jaguar le echa de menos: “Te queda la sensación de que te falta algo toda la vida. Me acuerdo de él todos los días. Todo sale. Gacho. Bien cabizbajo”. Su otro hermano, el Jaguar pequeño, está dentro de su “cantón”, recuperándose de dos disparos que le dieron a nales de noviembre. “Esos batos fueron cobardes y sacaron arma de fuego”. Ahora, tras trabajar como elemento de seguridad en una tienda, pinta casas con su familia. Quiere dejar la vida de pandillero, retirarse. No le gustaría que sus hijos fueran como él. “No merece la pena. La vida loca es mucha bajeza. Quiero que estudien.

“Hay muertos cada semana por el mercado de cristal. Son jóvenes de colonias marginadas de entre 13 y 28 años”, explica Isael González, director del proyecto. “Al gobierno y al presidente Villarreal no les importa que se mueran estos jóvenes, sólo les interesa proteger a los ricos y al turismo”. La mayor operación policial del año en San Miguel de Allende fue el pasado 24 de octubre, cuando detuvieron a 10 personas a las que vincularon con varios de los crímenes cometidos en la ciudad a lo largo de 2019. “Era un grupo de personas dedicado a realizar actos de violencia en la ciudad [homicidios dolosos y ejecuciones]. Después de su detención no se han detectado otros de esta misma naturaleza (…) A un grupo de sicarios se le aseguró inmuebles, droga, armamento”, dijo entonces, optimista, el scal de Guanajuato, Carlos Zamarripa Aguirre. Desde esa fecha, de acuerdo con un recuento hemerográco, ha habido al menos otros 10 muertos en San Miguel Allende, la mayoría abatidos a balazos. El último homicidio fue el miércoles 4 de diciembre: una mujer fue ejecutada a mediodía, delante de la primaria de sus hijos. A su marido lo habían asesinado en mayo.



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