En defensa del placer de la lectura
El vicio de leer, el más reciente libro del poeta y ensayista Juan Domingo Argüelles reivindica la lectura por placer, en contraste con la postura moral y de adoctrinamiento que, asegura, promueve el actual Gobierno
"Entre todos los libros que he escrito y publicado sobre el tema de la lectura, que no son pocos, considero éste un libro de emergencia, no sólo porque lo escribí a lo largo de estos meses de confinamiento producto del Covid-19, sino, y sobre todo, porque la cultura escrita está en un momento de gran riesgo no únicamente por la crisis editorial que trajo consigo la pandemia, sino también por el resurgimiento de la epidemia ideológica y moralista.
Con el subtítulo Contra el fanatismo moralista y en defensa del placer del conocimiento, el volumen de Domingo Argüelles, publicado por Laberinto Ediciones, contrasta la demagogia del pasado con la "moralina" del presente en la promoción del libro. ¿Es más perniciosa la segunda que la primera? En las campañas de lectura de los sexenios anteriores siempre prevaleció el discurso, no tanto los instrumentos, de "leer es bueno", aunque repetirlo constantemente no lleva necesariamente a que la gente lea.
Pero lo que hoy tenemos no nada más es la demagogia, que ya existía, sino la moralina llevada a los extremos. ¿Qué podemos entender por Estrategia Nacional de Lectura? Obviamente esto que están haciendo o que pretenden hacer con los libros de texto, modificarlos y cambiar términos neoliberales -van a ser libros doctrinarios-, es lo más parecido a lo que llaman estrategias de lectura, y regalar libros muy específicos desde un punto de vista ideológico, por ejemplo los que publica el Fondo de Cultura Económica. Se ha perdido de vista que un libro tiene un valor cultural por encima de cualquier cuestión política o ideológica. Desde el momento en que un libro sirve para adoctrinar está impidiendo al lector la libertad de pensar, la libertad de elegir, la libertad que le da la posibilidad de cuestionar lo que lee, de cuestionarse a sí mismo y de poder observar la realidad como es. Peor que la demagogia cultural que teníamos antes es, por supuesto, la moralina de hoy.
¿Por eso es importante reivindicar la lectura como un vicio? Hemos venido dándole a la lectura valores no sólo curriculares, sino también valores desde el punto de vista moral. Cuando nos dicen que leer es bueno, que nos hace mejores, que nos transforma en personas maravillosas, lo están diciendo porque se sienten buenos y, obviamente, quieren contagiar a los demás de su bondad. Pero el vicio es un concepto negativo -se condena fumar, beber y otras adicciones peores que el cigarro y el alcohol-, aunque el de la lectura, como dijo Valery Larbaud en un libro célebre, es un "vicio impune": no puede ser condenado por nadie. De lo que estamos hablando cuando nos referimos al vicio de leer es de la lectura autónoma, aquella a la que nadie nos obliga, y las veces que nos obligaron u obligaron a alguien, más que adquirir el vicio de la lectura se ocasionó una aversión.
En cambio, las personas que comenzaron a leer por su propio gusto se hicieron viciosos del libro. Y el valor que tiene el vicio de leer es justamente que no tiene ninguna intención de sujetarse a fanatismos moralistas y que busca sobre todo el placer del conocimiento, el placer de saber, la lectura viciosa que muchos llaman el 'hábito de leer'. Yo lo distingo porque creo que no todos los hábitos nos gustan. En cambio, todos los vicios nos dan placer. ¿Advierte en la política de Estado una tendencia a satanizar el gozo? Es justamente otro de los elementos que mueven a la escritura de este libro. En ningún otro sexenio, en ninguna otra administración como en ésta, se había satanizado el gozo, condenado el placer. "No hay que leer por gusto, ni hay que leer por simple fascinación de la lectura", se dice: "Hay que leer con un propósito social, con un interés ideológico". "Hay que leer", dicen y lo repiten, "para emanciparnos". Pero el lector que lee por su cuenta, que lee por gusto, por el placer mismo de leer, ya está emancipado. ENSEÑAR MORAL... EN EL DISCURSO Leer es una emancipación en relación con los poderes, con todo tipo de poder, remarca el autor.
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"Creo que la mayor parte de los libros que nos hacen libres son aquellos que cuestionan severamente al poder y que no están con ningún poder que no sea el de transformación que consiguen los libros en nuestro espíritu y en nuestro intelecto", enfatiza. "Entonces, cuando se sataniza el placer y se trata de llevarlo hacia formas ideológicas estamos cometiendo una grave censura contra la libertad misma de la lectura, (porque) podemos leer lo que sea, pero el Estado lo que da son libros que te van a enseñar".
El primer libro masivo que publicó esta Administración fue la Cartilla moral de Alfonso Reyes. "¿Por qué razón?", se pregunta el poeta. La pregunta viene a cuento porque revela justamente que era más importante la moralidad que el contenido del libro, observa. La Cartilla moral, señala el también autor de Antimanual para lectores y promotores del libro y la lectura (2008), fue hecha por encargo y dista de ser uno de los mejores libros del escritor regiomontano, además de estar desfasada de la realidad actual. "La creencia de la actual Administración es que la moral se enseña a través de libros, a través de discursos, a través de palabras. Pero la moral es de cada cual y no se aprende en los libros, se aprende en las acciones; somos morales en función de las acciones, no en función de las palabras".