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El robo en la Casa Comercial del Señor Gerardo M. Gutiérrez, 1931

Siendo el hurto un delito que la ley perseguía de oficio, De la Viña procedió a reunir todo el personal de la Agencia en el lugar del robo a las 7:20 a.m. de ese mismo día 11 de agosto de 1931. Designó a los artesanos carpinteros, Emilio Pérez y Lucio Santa María, para que lo acompañaran como peritos. La propiedad del Sr. Gutiérrez estaba ubicada en la esquina noroeste del cruzamiento de las calles Matamoros e Hidalgo. Enseguida por el lado poniente se ubicaba el Hotel Monterrey, una construcción de dos pisos, también propiedad de este reconocido empresario. 

Casa Comercial de don Gerardo M. Gutierrez  durante la batalla del 10 de mayo de 1913. Álbum fotográfico de P. S. Glenn, en la Universidad de Texas en Austin.El robo en la Casa Comercial del Señor Gerardo M. Gutiérrez, 1931

Reynosa, Tam.- 

Un día temprano durante el verano de 1931, serían como las seis de la mañana, cuando se presentó en la Comandancia de Policía el empleado Juan Hernández, avisando que habían robado la Casa Comercial del Sr. Gerardo M. Gutiérrez. Una hora después, el policía Alfredo Isassi le informaba al Síndico y Agente del Ministerio Público, Manuel A. de la Viña, sobre el hurto de dinero en efectivo y otras cosas más que habían sucedido en el mencionado lugar.

Siendo el hurto un delito que la ley perseguía de oficio, De la Viña procedió a reunir todo el personal de la Agencia en el lugar del robo a las 7:20 a.m. de ese mismo día 11 de agosto de 1931. Designó a los artesanos carpinteros, Emilio Pérez y Lucio Santa María, para que lo acompañaran como peritos. La propiedad del Sr. Gutiérrez estaba ubicada en la esquina noroeste del cruzamiento de las calles Matamoros e Hidalgo. Enseguida por el lado poniente se ubicaba el Hotel Monterrey, una construcción de dos pisos, también propiedad de este reconocido empresario. 

Al lado del hotel se encontraba el comercio y el cuarto que había sido visitado por los ladrones. Esta última pieza se encontraba por la calle Matamoros hacia el poniente de la calle Hidalgo y estaba comunicada en el interior por una puerta de dos hojas. Por la calle tenía una ventana con dos hojas con vidriera, las cuales estaban protegidas por persianas de madera por el lado de afuera. Por el lado poniente, el cuarto estaba inmediato a un pasillo donde estaba la escalera que servía para subir a la planta alta del hotel.

 La averiguación

Los peritos demostraron que los ladrones habían entrado a la habitación sin dificultad, pues la ventana tenía un pequeño claro por la parte de abajo y le faltaban los vidrios en la parte de arriba, por donde se podía introducir la mano y desatrancar los picaportes que cerraban la ventana. El agente aclaraba que no hubo horadación, ni fractura, ni se usaron llaves falsas para abrir la ventana. Explicaba que el perpetrador abrió las persianas que estaban solamente emparejadas, y después metió la mano para abrirla. 

En el departamento se encontraba una caja de fierro cerrada, algunos escritorios, mesas, varios velices, una castaña, papeles sobre el escritorio en orden; sin que haya indicios que alguien hubiese tratado de abrir los velices y demás muebles mencionados.

Pero el Sr. Juan Hernández, quien estaba ahí durante las diligencias, explicó que cuando entraron a abrir el negocio por la mañana encontraron la ventana abierta y cerradas las persianas del lado de la calle y los escritorios abiertos. Estos habían quedado cerrados la noche anterior.

El empleado Hernández, de 23 años de edad era originario de General Cepeda, Coahuila; éste y tres empleados habían llegado a las seis de la mañana para abrir el comercio. Cuando él y Antonio de León abrieron las puertas de la oficina encontraron que la ventana a la calle estaba abierta, las persianas emparejadas, los cajones de los escritorios abiertos, papeles desparramados y los velices un poco en desorden.   

Antonio fue a dar aviso al propietario, don Gerardo M. Gutiérrez, quien al llegar hizo un minucioso reconocimiento, expresándoles que en uno de los cajones había 107.88 pesos, producto de las entradas del hotel y en otro cajón 55.00 pesos del producto de la venta del día anterior de la Casa Comercial. Faltaba también una pistola que estaba en el cajón con el dinero del hotel. En la castaña, en donde guardaba su ropa, notó que le faltaban dos trajes; de una caja de licores robaron dos botellas y por lo pronto fue todo lo que notó que le faltaba.

El Sr. Gutiérrez cerró los cajones, arregló los papeles y le pidió al empleado Hernández para que fuera a dar parte a la Comandancia de la Policía.  Hernández mencionó que cuando cerraban el negocio en la noche le entregaban la llave a veces al portero Alejo de León y otras veces a su patrón. Esa mañana que abrieron se la pidieron al portero, quien enseguida fue a pedirla al Sr. Gutiérrez.

El empleado Antonio de León tenía 33 años de edad y era originario de Méndez, Tamaulipas. Este declaró que la noche anterior habían dejado el dinero de las ventas en el cajón porque no se había presentado el Sr. Gutiérrez para entregarle las ventas de ese día. Dijo que su patrón tenía la costumbre todos los días de depositar el dinero en la caja de fierro de la cual solo él conocía la combinación.

El patrón dormía a veces abajo en los cuartos del hotel frente al pasillo y otras ocasiones en los cuartos de arriba. Antonio y sus compañeros Juan Hernández, Juan de León y Miguel G. Ramírez, todos después de cerrar, se marchaban a dormir a sus respectivas casas, cerca de las nueve de la noche.

Juan de León y Miguel G. Ramírez eran unos jóvenes de 17 años y 19 años de edad respectivamente, eran originarios de la Villa de Reynosa. Ambos se habían ido esa noche a la plaza donde se juntaron a platicar con otros amigos. Juan se juntó con dos jóvenes y se retiró después para su casa como a las 10:30 de la noche, donde estaba su mamá, una hermana y una tía.

Miguel se encontró con Manuel Vargas y se fueron a tomar café a la Casa de los Chinos. Estuvieron después platicando en la esquina de la Casa Comercial hasta las 10 de la noche. Miguel vivía en el hotel que era parte del mismo comercio, acostándose en uno de los cuartos de abajo. Este se levantó alrededor de las 7 de la mañana. Ambos sabían poco del manejo del dinero en la oficina del patrón.

El Sr. Alejo de León era el portero del Hotel Monterrey estaba casado y era originario también de Méndez, Tamaulipas, probablemente era hermano de Antonio. Él dormía en el pasillo donde estaba la escalera que se utilizaba para subir a los cuartos del mismo hotel. Alejo tenía solo cuatro días en el trabajo.

Esa noche, alrededor de las nueve, el dependiente le entregó la llave del negocio del Sr. Gutiérrez al portero, porque éste no se encontraba a la hora de cerrar. El portero se la entregó en el momento que regresó. A esa hora que llegó, el patrón le pidió que fuera a llamar a la Sra. Beatriz, que la describe como una “lonchera”. Esta llegó al poco tiempo, Don Gerardo y Beatriz subieron por la escalera del hotel. Cerca de las 11 de la noche, el portero se acostó y se durmió, levantándose en la mañana, casi de día. 

Declaró el portero, que antes de acostarse vio a un individuo vestido de camisa blanca, pantalón y sombrero negro que pasó como tres veces por la banqueta y por la puerta del pasillo, yendo y viniendo. Pero no podía precisar quién era porque no lo reconoció.

Lugar histórico

Según documentos de la Sección de Causas Criminales del Archivo Municipal de Reynosa (AMR), ésta no sería la primera ni la última vez que el negocio de don Gerardo fuera allanado. Según documentación en otros archivos, el lugar había sido vandalizado durante la intervención del Ejército Constitucionalista de Lucio Blanco para desalojar a los huertistas de Reynosa, el 10 de mayo de 1913. Reportes sobre espionaje presentado por ambos bandos, huertistas y carrancistas, dan su versión de los destrozos en dicho comercio. 

En 1913, el edificio de dos pisos, enseguida del comercio, era utilizado como oficinas del gobierno federal. Fue ahí donde los huertistas opusieron resistencia y donde un mayor número de sus soldados fallecieron ese 10 de mayo.

Un documento en la Serie de Patentes, de la Sección de Juzgados del AMR, menciona que don Gerardo corría un expendio de vinos y un comercio mixto en 1922. Para 1931, en otra lista aparece como encargado de tres negocios: el Hotel Monterrey, el Comercio Mixto (el Porvenir) y un mercado por la calle Hidalgo.

En esos años también era el propietario del edificio donde se encontraba el salón de juegos de azar y el restaurante bar conocido como Crystal Palace, en la esquina sureste del cruce de las calles Zaragoza y Juárez, lugar que rentaba a empresarios norteamericanos. El reconocido empresario Gerardo Margarito Gutiérrez Cavazos tenía en ese entonces alrededor de 64 años de edad. En esa época era considerado como el cuarto más adinerado dentro la lista nominal de los capitales de comercio y ganadería en el municipio de Reynosa.

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Gerardo Margarito Gutiérrez Cavazos. Foto del Álbum Conmemorativo de 1927, AMR.

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El Hotel Monterrey, en los años 1920, en el lado derecho se aprecia la ventana por donde robaron la oficina del negocio. En la puerta de en medio estaba la escalera al segundo piso del hotel. Don Gerardo vendía gasolina de la compañía americana Texaco. Foto de M/F del archivo CHIC.

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Años después, la ventana del robo ya no existía, se había modificado el edificio con nuevos ventanales. Foto del M/F del archivo CHIC.



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