El poder latino de Gina Rodríguez
La actriz siempre se negó a aceptar que sus opciones estuvieran limitadas por su color de piel. Rechazó papeles con estereotipos hispanos y ahora ha ganado su primer Globo de Oro por la serie ‘Jane the Virgin’
Su discurso es serio, pero su sonrisa, perenne. El juego se lo acaba de fastidiar la fama, porque ahora son muchos más los que saben quién es Gina Rodríguez, la nueva estrella de Hollywood, esa que representa lo que ella misma nunca encontró en la pantalla. Una hispana en casa, una estadounidense fuera de ella. Alguien que entiende el castellano de su abuela boricua pero que en la calle el inglés es su primer idioma. Que se llena el plato de arroz con frijoles en la mesa familiar y la barriga de perritos calientes y hamburguesas fuera de ella. Que, como muchos otros hispanos de segunda y tercera generación, es tan estadounidense como cualquier otro de sus connacionales, aunque su piel sea más prieta y sus curvas más redondeadas que las del yanqui al uso. “Si te soy completamente honesta, siempre rechacé el hecho de que mis opciones estaban limitadas por mi color de piel. ¡Esto es América! ¿Te imaginas que piense que nunca podré ser un superhéroe por mi color de piel? ¿O hacer de presidente por culpa de mi sexo o de mi raza? Sin embargo toda mi vida me he tenido que enfrentar a estas dudas. ¿Con tu acento vas a ir a la universidad? Afortunadamente crecí en un hogar rodeada de mujeres con coraje que me han enseñado a no sentirme restringida por la manera que tienen otros de ver el mundo”.
Antes de que la noche de los Globos de Oro la encumbrara con ese galardón en la categoría de mejor actriz de comedia por su trabajo en la serie Jane the Virgin, a Gina Rodríguez le gustaba proponer un juego. “Consiste en ponerme una sábana por encima y contar mi historia”, detallaba la actriz. “Me llamo Gina. Me crié en Chicago, me encantan las carreras de coches, empecé como bailarina y, después, actriz. Estudié en la Escuela de Arte Tisch de la Universidad de Nueva York, mi hermana mayor trabaja en un banco en Boston, encargada de inversiones, y la mediana es doctora. ¿De qué etnia soy?”.Crecí rodeada de mujeres que me enseñaron a no sentirme restringida por como otros ven el mundo
Su discurso es serio, pero su sonrisa, perenne. El juego se lo acaba de fastidiar la fama, porque ahora son muchos más los que saben quién es Gina Rodríguez, la nueva estrella de Hollywood, esa que representa lo que ella misma nunca encontró en la pantalla. Una hispana en casa, una estadounidense fuera de ella. Alguien que entiende el castellano de su abuela boricua pero que en la calle el inglés es su primer idioma. Que se llena el plato de arroz con frijoles en la mesa familiar y la barriga de perritos calientes y hamburguesas fuera de ella. Que, como muchos otros hispanos de segunda y tercera generación, es tan estadounidense como cualquier otro de sus connacionales, aunque su piel sea más prieta y sus curvas más redondeadas que las del yanqui al uso. “Si te soy completamente honesta, siempre rechacé el hecho de que mis opciones estaban limitadas por mi color de piel. ¡Esto es América! ¿Te imaginas que piense que nunca podré ser un superhéroe por mi color de piel? ¿O hacer de presidente por culpa de mi sexo o de mi raza? Sin embargo toda mi vida me he tenido que enfrentar a estas dudas. ¿Con tu acento vas a ir a la universidad? Afortunadamente crecí en un hogar rodeada de mujeres con coraje que me han enseñado a no sentirme restringida por la manera que tienen otros de ver el mundo”.
Este siempre fue el discurso de Gina Rodríguez (1984, Chicago). Se declara desde pequeña una redomada cabeza dura y como una aficionada a los rituales mientras crecía en un hogar hispano de Chicago en el que nació hace 30 años. Por ejemplo, esa frase que aprendió de su padre y que todas las mañanas se decía: “Hoy va a ser un gran día. Puedo y debo”. O ese otro ritual, frente al espejo, en el que el chicote que era en su infancia aprendió que la belleza no siempre viene en talla de anoréxica o con curvas superlativas de estereotipo latino. “Mi familia me enseñó que la belleza venía de dentro. Y las únicas restricciones son las que uno se pone”, insiste.
Es un poco más complicado que eso, pero Rodríguez nunca lo creyó. Le ha ido muy bien en su cabezonería. La intérprete todavía recuerda cuando formó parte de un grupo de baile. Lo suyo era la salsa, algo que le venía de familia. Eso sí, solo tenía 7 años cuando empezó. Siguió bailando hasta los 17 y para entonces ya despuntó como uno de los 13 adolescentes que la Universidad de Columbia acepta en su programa de teatro cada año. Así que para cuando consiguió plaza en la Universidad de Nueva York, donde entre otros le dieron clase talentos como el fallecido actor Philip Seymour Hoffman, el también intérprete William H. Macy y guionista y director David Mamet, le dijeron que tan solo un 1 por ciento se graduaba con honores. Rodríguez no lo dudó un momento: ella iba a ser ese 1 por ciento.
La carrera se la pagó su hermana mayor. A su familia le habría gustado que Gina hubiera estudiado Derecho. “Llegamos a un punto medio donde les convencí que como actriz podría hacer de abogada”, se ríe ahora. Fue un poco más difícil. Como mujer y como latina los papeles que le empezaron a ofrecer se le quedaban muy, pero que muy cortitos. No tenía intenciones de hacer de mula, ni de la esposa de un pandillero, ni de jardinera, ni de criada. Y que conste, dice, que no tiene nada contra esos trabajos. Fiel a su palabra, Rodríguez rechazó el papel que le ofrecieron para trabajar en la serie Devious Maids. Recuerda, los artistas tienen una responsabilidad. “No solo tenemos que convencernos, enamorarnos, distraernos. Tenemos que ser facilitadores de sueños, una herramienta para la educación, para el cambio”, subraya.
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Sus ídolos están entre dos mundos: Frida Kahlo y Audrey Hepburn. Aunque también los tiene más cercanos. Admira el cambio que trajeron a la pequeña pantalla actores como América Ferrera y George Lopez, ambos al frente de series que como Jane the Virgin reflejan el mundo en el que vive sin necesidad de ponerse serio. “Y eso que suelo ser muy intensa cuando hablo”, remata.
Gina vive en Los Ángeles (donde se rueda la serie) y tiene a su novio a su lado, el también actor hispano Henri Esteve de la serie Revenge. La familia también sigue cerca de ella. La noche de los Globos de Oro, cuando bajó del escenario hecha un flan tras recibir su galardón -el primero en su carrera-, ahí estaba su hermana Iveliss para darle el primer abrazo. Ya no es el chicote que dice haber sido, en la ceremonia no pudo vestir el traje de Óscar de la Renta que le habría gustado lucir dada la muerte del diseñador, pero estuvo radiante con el traje que le escogió su novio. Rodríguez emocionó al público cuando le dedicó su premio a esa cultura que representa y que, como dijo, “quieren verse como héroes”. Luego, algo más calmada, en la sala de prensa se explicó: “Todos queremos ser invitados a la misma fiesta”. Y cuando dice todos, dice todos, cambiando prejuicios aunque sea mediante telenovelas increíbles sobre vírgenes en el
nuevo milenio.