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El pequeño zoológico del Joe’s Place en Reynosa, 1950

Cronista Municipal de Reynosa

Los hermanos Julio, José y Luis Alejos Corona se presentaban en la terraza Cine y Teatro Brasil, cuando todavía no contaba con techo, enseguida del Palacio Municipal de Reynosa. El trío los Cachipuchis se alojaban en el Joe’s Place cuando sucedieron los hechos de esta historia. Foto del archivo personal de Luis Alejo Corona.El pequeño zoológico del Joe’s Place en Reynosa, 1950

(Segunda parte)

Según información aportada por la Sra. Fedora Torres y el propio José Ortega, el joven turista ya había tenido un incidente con la misma leona. Pareciera que Eugene G. Terry estuviese obsesionado con la fiera. En otra ocasión el animal ya le había dado un zarpazo en la espalda, sin tan siquiera haberles avisado. Tina y José Ortega le pidieron que se quitara la chaqueta y le untaron una medicina en la herida. 

El Cachis cuenta que más de 15 días (en realidad un mes y medio) antes del desenlace trágico, Terry había visitado el Joe’s Place cuando les estaban dando de comer a los leones. Esto era en el patio de atrás del club nocturno. Que esa vez el joven americano trató de tocar a la leona cuando comía, por lo que recibió un manotazo o zarpazo que lo hirió en la espalda. 

Terry siempre quería introducirse dentro de la jaula con los leones. Al señor Ortega le decía que cuando tuvieran cachorros los leones que le diera uno. El dueño del club contó que le dijo una y cien veces que no se anduviese metiendo en la jaula. Lo mismo le advirtió la Sra. Torres. Ella contó a los reporteros que Terry y los Ortega eran buenos amigos. José Ortega detalló que era extremadamente un buen chico; recordó que alguna vez lo llevaron con ellos a la ciudad de México.

Las declaraciones

Esa madrugada, José Ortega se encaminó en pantuflas a la comandancia de la policía, la cual se encontraba dentro del mismo Palacio Municipal de Reynosa. El interrogatorio se prolongó durante toda la mañana, pero nunca fue encarcelado. Ortega no sabía de qué lo podían acusar o si lo acusarían. El mismo juez tampoco lo sabía. 

El empresario se recargó en la pared del balcón del segundo piso, mirando hacia abajo a un gran patio donde estaba la gran multitud de prisioneros, justamente debajo del juzgado, dentro del mismo Palacio Municipal. A un reportero americano le contó que su abogado pagó una fianza y que ese sábado a las ocho de la mañana tendría que presentarse de nuevo ante el Juez; todavía andaban buscando de que acusarlo. Es probable que no existiera nada en esa época, sobre el contexto legal para cuidar a ese tipo de animales exóticos en México o sobre la responsabilidad del dueño para garantizar la seguridad de los ciudadanos. 

Ortega expresó que no fue una forma agradable de morir para ese chico, se consolaba diciendo que por lo menos no lo había masticado. Mencionó que a esos malditos leones los pondría en unas jaulas grandes que tenía en su rancho. Su esposa Tina quedó muy perturbada esa madrugada por lo que le administraron un sedante para calmarla. 

George Cameron, el compañero de Terry, involucró a José Ortega afirmando que estuvo presente durante el ataque de la bestia. Declaró ante Bates, el Auxiliar del Fiscal de Distrito en Hidalgo, Texas, que el dueño del cabaret les había dado la linterna y cuando ellos le dijeron a Terry que no entrara en la jaula, José Ortega les había dicho que estaría bien porque los leones estaban domesticados. Ortega después declaró a los reporteros que eso no era verdad, ya que se encontraba en la cama durmiendo cuando Terry fue atacado por la leona. 

Todos acudieron al punto de la tragedia cuando gritaron “los leones andan sueltos.” Dos de las fieras se habían salido de la jaula y andaban en el patio, mientras que la leona atacaba al turista. En ese momento el velador Zamora Fonseca le prestó su arma al cuidador para que matara a la bestia. 

George escuchó a una persona decir algo sobre los otros dos americanos, por lo que le dijo a su compañero Mickey Whilley que era tiempo de cruzar el río. No veían cómo podían ayudar a su compañero Terry por lo que regresaron a los E. U., notificando los hechos al Sheriff de Hidalgo, Bill Doan. Tal vez, el joven quería absolver su culpa por haber estado enfrente de la jaula sin permiso, inculpando al dueño en las vicisitudes. 

El cónsul americano Edward Bonét arregló el papeleo para que el cuerpo del turista pasara por las aduanas tanto mexicana como americana y las estaciones de migración, temprano en la mañana de ese día jueves 9 de noviembre de 1950. El Cónsul reportó que el joven había muerto de un gran corte en la cabeza. 

El 10 de noviembre de 1950, la nota del día en “El Mañana” de Reynosa informaba que la muerte del turista había sido casi instantánea por los zarpazos y las dentelladas de la leona, pues le seccionó la yugular, arrancándole de paso la oreja y parte del cuello. Los arañazos prácticamente le habían desgarrado la cabeza y la cara. El cuerpo fue llevado a la funeraria Kreidler Pride para posteriormente fuera trasladado a Corsicana, donde vivían sus padres. 

Ese jueves en San Juan Texas, José Ortega, su esposa Tina y Gustavo González visitaron al papá de Terry quién arribó de Corsicana y le participaron su pesar. Todo pasó con cordialidad sin resentimientos por parte del Sr. C. L. Terry. Ahí compartieron historias de las proezas del hijo y la tragedia en el Joe’s Place. 

En una entrevista que le hicieron en 1980, Tina Ortega relató que en un sábado de 1951 su esposo pensó que la multitud en su negocio necesitaba algo de emoción; así que soltó uno de los leones y a un oso en la pista de baile del club nocturno. Algunas personas gritaron y corrieron, mientras que algunas se desmayaron. La esposa del dueño del club nocturno dijo que ninguno de ellos olvidó esa noche y los turistas continuamente regresaban. Pues por supuesto, los animales eran tan mansitos que podían comer de la palma de tu mano, decía Argentina “Tina” Ortega.

Los osos

Nos cuenta el Sr. Luis Alejos Corona (el Cachis), que en el lugar había también una pareja de osos; al macho lo bautizaron con el nombre de Pancho. Por otras fuentes sabemos que para curiosidad del turismo se incluían también un par de venados. En esos tiempos que vivió en el Joe’s Place, don Luis recuerda que la osa parió a un par de oseznos, los cuales pasaron a ser parte del pequeño zoológico. Dentro del club nocturno, estos vivían en un corralito de material con rejas de acero que tenían cierta altura para que no se escaparan, debido a que la parte superior se encontraba sin ninguna protección.

Recuerda que jugaban con los ositos como si fueran gatitos, todavía cuando no les habían crecido los dientes. Era todo un espectáculo ver al oso Pancho cuando se empinaba los sobrantes en las botellas de licor o de cerveza; agarraba las botellas con las dos manos como si fuera un humano. El animal era totalmente mansito y no representaba peligro alguno para nadie. 

José Ortega, el dueño de lugar, tenía muchas ocurrencias; cuenta el Cachis que una noche al terminar la variedad en el club les pidió que trajeran al oso grande y a una de las crías, para que pasaran por la pista de los espectáculos. Al oso Pancho lo traía el domador Roberto Pérez (el “Chaparro), mientras que al Cachis le tocó llevar a una de las osas pequeñas que ya para entonces estaba mediana. 

La llevaba con una cadenita en el pescuezo cuando se le atravesó una chivita pequeña que tenían en el patio y la osa la empezó a perseguirla. El Cachis y la osa salieron disparados al escenario resbalándose, debido a que el piso continuamente era encerado. La multitud eufórica les aplaudía, robándole el espectáculo a Pancho y a su domador. Los turistas gritaban reiteradamente en inglés “let’s see it again”. 

Don Luis Alejos narra que el oso Pancho en varias ocasiones se escapó escalando las rejas del corral en el interior del club, fugándose hacia la calle Allende. Un día ya con maña, el oso brincó hacia esa calle y se encaminó rumbo al poniente en dirección al Casino de los Meseros. En ese momento salía un comensal del “Bar la Bolita”, lugar bastante frecuentado por los aduanales que laboraban en el Puente Internacional en ese entonces. El hombre reiteradamente gritaba “un oso, un oso”.

La concurrencia que lo escuchaba se empezó a reír y alguien le dijo que estaba borracho. Más tarde el Chaparro, el cuidador de los osos y los leones del Joe’s Place, utilizó una soga y varios engaños para atraparlo y recogerlo. Esto sucedió en la esquina de las calles Canales y Allende en la antigua zona rosa de esta ciudad.

Según una nota del día 30 de septiembre de 1951, de este matutino “El Mañana”, narra que el mismo oso se había fugado del club nocturno en otra ocasión. El animal se había aprovechado de un descuido de los encargados, volviendo a sembrar pánico entre las familias del sector. Según esa vez habían dejado la puerta abierta del corralito, por lo que se escapó de nuevo hacia la calle Allende y caminó tranquilamente hasta la calle Zaragoza. 

Los vecinos de ese barrio pidieron auxilio al personal de la policía municipal, los cuales le dieron alcance a Pancho en el cruce de las calles Zaragoza y Mina (actualmente esta última no llega a juntarse con la primera). Ahí tres policías lograron atarlo con varias sogas para conducirlo hasta el lugar de donde se había escapado. La nota urgía a la autoridad que hicieran comprender a José Ortega sobre el pánico que causaba su pequeño zoológico en el barrio. 

El Cachis nos contó sobre el final que tuvieron los animales del pequeño zoológico del Joe’s Place. Por ese tiempo las autoridades le pidieron a José Ortega que se deshiciera de los animales. Los cuatro felinos del club nocturno se los llevó un circo que vino a Reynosa en ese tiempo. En cuanto a los osos, estos terminaron en el zoológico de ciudad Victoria. Una de las veces que el Cachis y su esposa Adelfa estuvieron en la capital del estado de Tamaulipas, visitaron el zoológico. El músico narra que cuando vio a su viejo amigo lo llamó por su nombre, este lo reconoció y se acercó para olerlo. Tal vez Pancho recordó el vino y el licor del Joe’s Place en Reynosa.

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El Joe’s Place en Reynosa contaba con varios especímenes de la especie oso negro americano.





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