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El penúltimo capítulo de la rifa del avión presidencial mexicano

El sorteo del martes pondrá fin a una iniciativa que no resolverá la venta de la aeronave ni las necesidades de salud que prometió resolver, pero se convirtió en el símbolo de una política de símbolos

“Había Gobiernos faraónicos a los que no les importaba el pueblo. El faraón vivía en un palacio, en el cielo. Eso nunca más debe volver a pasar”. Así empezó en febrero pasado el presidente de México un relato que, para hacer la historia corta, concluye este martes con la rifa del avión presidencial, una aeronave que costó 218 millones de dólares y que Andrés Manuel López Obrador prometió vender para acabar con los excesos de las administraciones anteriores. La rifa es simbólica porque no es un Boeing 787-8 lo que se sortea —el avión sigue en venta—, sino 100 premios de 20 millones de pesos cada uno. Desde el anuncio del sorteo, hace siete meses, la excéntrica apuesta del Gobierno por el azar como gesto político ha copado cada cierto tiempo el debate público, las conferencias presidenciales, las noticias y las redes sociales. El episodio más reciente: unos 900 hospitales recibirán alrededor de mil boletos cada uno para que, “si son afortunados”, explicó López Obrador el martes pasado, puedan invertirlo en materiales.

El penúltimo capítulo de la rifa del avión presidencial mexicano

Desde un primero momento, la promesa con la rifa fue que los fondos recaudados se iban a utilizar en parte para comprar equipamiento médico. El 24 de agosto, dos semanas después de que se supiera que aún no se habían vendido ni la mitad de los números disponibles —unos seis millones— el Gobierno lanzó un vídeo promocional donde, por primera vez, se podía ver al presidente subido al avión del que intenta deshacerse desde que llegó al Palacio Nacional. "Esto es un insulto. Este avión lo vamos a rifar y lo que se obtenga se va a utilizar para comprar equipo médico y atender al pueblo”, repitió, tal como había prometido en febrero, y animó a la gente a comprar su “cachito”, como se llama en México a los billetes de lotería. Ahora, sin embargo, los hospitales también tendrán que apostar a la suerte para recibir recursos.

Según explicó López Obrador en su conferencia matutina del martes, cada uno de los 956 hospitales recibirá alrededor de 1.000 boletos de 500 pesos (23 dólares). Los cachitos se comprarán con dinero del Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, que se encarga de subastar los bienes confiscados a criminales para destinarlo a políticas sociales y financia, también, los premios que se entregarán en el sorteo, de acuerdo con las palabras del presidente. Es decir: el Gobierno comprará un millón de billetes para que los hospitales tengan la posibilidad de obtener un premio que se financiará con los mismos recursos del Gobierno. “Si son afortunados, si ganan un premio, los trabajadores de ese hospital van a decidir en qué utilizar los 20 millones: ya sea para equipos, para mejorar la situación del hospital, para uniformes, para protección del personal, para una ambulancia… para lo que ellos decidan”, promocionó López Obrador.

“A los hospitales les conviene más que les den el dinero en la mano que en boletos de lotería”, señala el matemático mexicano Raúl Rojas, Premio Nacional de Ciencias y Artes. La probabilidad que tiene cualquier propietario de un cachito de que los Niños Gritones canten su número el próximo martes a las cuatro de la tarde es de una en 60.000. Como los hospitales en conjunto recibirán una sexta parte de los boletos, explica Rojas, lo esperado es que ganen 16 de los 100 premios; o sea: serán 320 millones de pesos —si es que se venden todos los boletos—, que irán solo a las instituciones con número ganadores. “Y eso le está costando al Gobierno 500 millones”, expone Rojas, profesor en la Universidad de Berlín. “No tiene ningún sentido. El Gobierno está participando como el actor que organiza la rifa y al mismo tiempo se reserva una parte de los boletos para sí. Es puro simbolismo”.

La venta del Boeing 787-8 adquirido por 218 millones de dólares durante la Administración de Felipe Calderón y estrenado por su sucesor, Enrique Peña Nieto, fue una de las banderas de la campaña del líder de Morena, que desde que asumió el poder solo ha viajado en vuelos comerciales. Era un gesto: “¿Cómo se va a desplazar un presidente en un avión de lujo habiendo más de 60 millones de ciudadanos en la pobreza?”. La aeronave se puso a la venta en 2018, se llevó a California y se trajo de regreso un año después ante la falta de comprador y el alto coste de mantenimiento. En el medio, el Gobierno anunció una “rifa simbólica” para financiar causas sociales con el dinero obtenido, mientras se busca “con tiempo” un comprador.

Fernando Nieto, investigador de El Colegio de México y especialista en transparencia y administración pública, cree que hay formas “más eficientes y estratégicas” de fortalecer el sistema de salud. “Si están los recursos, me esperaría que el Gobierno hiciera un análisis de cuáles son los hospitales que más requieren los recursos y se hiciera una transferencia a partir de los mecanismos que ya existen”, explica. Nieto expone las incongruencias que ve en el sorteo: “Es una historia un tanto extraña de una rifa que en realidad no soluciona ninguno de los problemas que dice solucionar: ni los problemas del avión ni el asunto de fortalecer al sistema de salud”.

Hasta agosto, la venta de cachitos no venía siendo tan exitosa como previó el Ejecutivo en febrero, cuando estimó que la recaudación sería de 3.000 millones de pesos (alrededor de 150 millones de dólares) si se vendían los seis millones de números de la serie. “La gente más humilde va a ahorrar”, había estimado el mandatario. Y los empresarios más poderosos de México estaban comprometidos, supuestamente, a pagar 1.500 millones de pesos (80 millones de dólares) en boletos de forma voluntaria. Es decir, el equivalente a la mitad de todos los billetes.

Pero en julio se habían entregado solo 1,5 millones de boletos, de acuerdo con los datos de Lotería Nacional: apenas un cuarto de los seis millones emitidos. En las primeras semanas de agosto, iban 2,2 millones, cerca del 34% del total.

El presidente intensificó entonces la promoción de la rifa. “Las  mañaneras le dan [a López Obrador] la oportunidad de establecer agenda. Eso pasa con la rifa: él establece los términos”, sostiene Armando Ruiz, profesor de Marketing político del Instituto Tecnológico de Monterrey. Cuando Lotería Nacional llevaba vendidos un poco más de un tercio de los billetes, el mandatario se subió por primera vez a la aeronave y grabó el vídeo para incentivar a los ciudadanos. “Me veo pequeño, pero no estoy acomplejado (...) Compra tu cachito, hagamos historia”, dice en la publicidad. Unos días después, el gobernador de Tabasco dijo a medios locales que había gastado 100.000 pesos en cachitos de la rifa y también el embajador de Estados Unidos en México, Christopher Landau, publicó en Twitter imágenes en un puesto de lotería con el mensaje “El nuevo dilema del embajador: ¿cómo gastar 20 millones de pesos?”.

“La agenda de estos servidores públicos, que en estos momentos debería estar en otras cosas, no refleja lo que la gente de ahí afuera quiere”, dice Ruiz. Diferentes instituciones públicas también han promovido entre sus empleados la compra de billetes de la Lotería. Como el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores, cuyo director, Carlos Martínez, ha “invitado” a los empleados a participar en el sorteo, según reconoció en un comunicado después de que diferentes medios difundieran un vídeo en el que promueve la rifa. En dependencias de la Secretaría de Defensa (Sedena), la Lotería Nacional ha instalado puestos de venta de billetes de las rifas, de acuerdo a fuentes de la Sedena.

En menos de 30 días, según los datos oficiales, se vendieron más de 1,5 millones de billetes. Es decir, un número similar al que se alcanzó entre febrero y julio. López Obrador informó de que hasta el 7 de septiembre se había entregado el 63,5% de los cachitos, el equivalente a 1.907 millones de pesos. Y anunció que el Instituto de Salud y Bienestar (Insabi) adquiriría un millón más para los hospitales. Quedaba entonces una semana para la rifa que se celebra este martes. El presidente animó una vez más a los que lo escuchaban a adquirir cachitos, como lo hizo en febrero con la promesa de que “solo tener un billete es hacer historia”: “Se puede contar a nuestros hijos y nietos”. Que la gesta del sorteo del avión presidencial quedará para la historia es algo que, al menos, nadie pondrá en discusión.



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