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El caso del perro bandolero y bravo con la gente de Reynosa, 1765

Durante la tercera década después de haberse fundado la villa de Reynosa, don Juan Antonio Ballí era el Justicia Mayor o la máxima autoridad de este lugar, que se encontraba a 22 kilómetros río arriba de lo que es hoy la actual ciudad con este mismo nombre

Hace ya muchos años, durante la tercera década después de haberse fundado la villa de Reynosa, don Juan Antonio Ballí era el Justicia Mayor o la máxima autoridad de este lugar, que se encontraba a 22 kilómetros río arriba de lo que es hoy la actual ciudad con este mismo nombre. Juan Antonio era el representante ante el Virreinato de la Nueva España, de la extensa jurisdicción que abarcaba ambos lados del río Bravo hasta el litoral costero; en lo que es ahora los condados Hidalgo, Cameron, Willacy en Texas y los municipios de Matamoros, Valle Hermoso, Río Bravo, Reynosa y Díaz Ordaz en Tamaulipas.

Por 53 años en este meandro del río Bravo estuvo la primera villa Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa.El caso del perro bandolero y bravo con la gente de Reynosa, 1765

Juan Antonio Ballí (Guerra) es el personaje que ha durado más tiempo en el puesto como primera autoridad de Reynosa. Justicia Mayor es el puesto equivalente al de Primer Alcalde del siglo XIX o el de Presidente Municipal a partir del siglo XX. Su rancho San Antonio es donde se encuentra asentada hoy en día la ciudad de Reynosa. Durante la segunda parte del siglo XVIII, Juan Antonio tenía el cargo de impartir la justicia a los pobladores de la villa. De aquí es donde provine la siguiente historia. 

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Rúbricas del Justicia Mayor, Juan Antonio Ballí, y sus asistentes Juan José de Hinojosa (Juan Joseph de Ynoxosa) y José Gutiérrez (Joseph Gutiérrez).

Lázaro Flores

En una carta presentada el 10 de diciembre de 1765 por él mismo a la máxima autoridad de la villa, el preso Lázaro Flores se describía como un español matriculado en la villa Nuestra Señora de Guadalupe de Reynosa. Supuestamente desde 1749, Lázaro había llegado a fundar la villa con su esposa Margarita Villarreal y sus dos hijos, Antonio de dos años y un infante de pecho. En el escrito explicaba que se encontraba preso en el “cepo” de cabeza y de pies. Este dispositivo de dos piezas de madera se cerraba en los extremos con hierros, aprisionando e inmovilizando a la persona del cuello y de los pies.

Lázaro pedía y suplicaba al Justicia Mayor le presentara testimonio de su causa para que, él pudiese presentarse ante otra autoridad de la provincia con su caso. Mencionaba que tenía grandes pérdidas en su trabajo al serle embargadas sus mulas. 

Su aprehensión 

El Justicia Mayor explicó que, el motivo de tener a Lázaro preso empezó cuando Santiago Torres, un vecino de la antigua villa, lo había acusado de haberle herido a su perro con un cuchillo. Torres explicó que, el hecho había sucedido cuando Lázaro se había peleado con sus perros. El Juez, Juan Antonio Ballí, hizo comparecer a Torres y a Flores ante su presencia. 

Ambos opositores alegaron sus derechos. Pidiendo Santiago Torres cincuenta pesos por su perro. Por lo cual, el Juez se había informado con anterioridad sobre la calidad del dicho perro, con Cristóbal Cano, “el mozo”. Éste le explicó que era un perro bandolero y bravo con la gente del pueblo.

Por tal motivo, el Juez no encontró ser justo hacer pagar el dicho perro por la cantidad que pedía Torres, ni por menos. Les pidió a ambos se dejaran de contiendas ante semejante bagatela. Fue así que, con esa conformidad ambos salieron del juzgado.

El dueño del perro, Santiago Torres, iba enfermo camino para su casa, cuando Lázaro desobedeció por completo las indicaciones del Juez. Lázaro le salió con un garrote a su camino y le fue dando de golpes hasta que llegó a la casa de Ildefonso Rodríguez. Esa misma noche, este último llevó a Torres ante la presencia del Justicia Mayor.

Decía el Juez Ballí que fue entonces cuando Lázaro Flores se largó para el Real de Sabinas. De inmediato envió al sargento de la villa de Reynosa con dos soldados para que lo buscasen. En un principio no lo pudieron encontrar. El Justicia Mayor no quería que por imitación otros vecinos osasen evadir a semejantes arrestos. Explicaba que lo tenía preso hasta que supiera que se había hecho justicia por el atrevimiento durante la aprehensión y así sobre algo que se había enterado de lo que había dicho el prisionero contra la Real Justicia.

La averiguación

El día 11 de diciembre de 1765, el Juez mandó sacar de la prisión al inculpado, quien era español de 45 años de edad. Poniéndolo ante su presencia de autoridad, el Justicia Mayor le hizo poner la señal de la Santa Cruz para que bajo juramento dijera la verdad. Después de que lo prometió, Lázaro dijo que era verdad que le había salido a Santiago Torres por el camino, donde le dio tres varejonazos. Declaró que estos se los había dado por haberle contradicho su razón y no por el agravio del perro. 

Enseguida se le preguntó, que, si era verdad que en el momento que le dio los varejonazos, le había dicho a Torres que las justicias de “mierda” le daban la justicia a quien querían y no a quién la tenía. A esto respondió que lo que había dicho era que las señoras justicias lo querían atropellar. Negó que cuando llegó a la casa de Idelfonso Rodríguez detrás de su contrincante cargara un cuchillo en la mano. Lázaro Flores no firmó su declaración por no saber hacerlo.

Enseguida el Juez Juan Antonio Ballí mandó llamar a Santiago Torres, el afectado, ordenándole se pusiera la señal de la Santa Cruz. Por lo que prometió hablar con la verdad. Este hombre fue registrado en el documento de la Sección de Juzgados del Archivo Histórico de Reynosa como de calidad mestizo, de poco más de 30 años de edad. 

Santiago dijo que en su camino para su casa le salió el dicho Lázaro, dándole primero un palo en la cabeza que lo privó de su conocimiento, asegurándole un segundo golpe en la espalda. Afirmó también que Lázaro cerca de la casa de Ildefonso Rodríguez le dijo que los Jueces de “mierda” daban la justicia a quién querían. Explicó que no vio si Lázaro hubiese sacado el cuchillo para darle. El golpeado no pudo firmar su declaración por no saber hacerlo.

El día 13 de diciembre de 1765, el Juez mandó llamar ante su presencia a Ildefonso Rodríguez, declarado como un español de 36 años de edad. Después de poner la señal de la Santa Cruz prometió dirigirse con la verdad. Expresó que era verdad de que Santiago Torres llegó corriendo a su casa y tras de él, el dicho Lázaro. Confirmó que este último dijo que, para él no había justicia y que no había otra que recibir atropellos. Explicó que no supo cuántos palos le habían dado a Santiago, firmando su declaración.

El Justicia Mayor de Reynosa procedió a dejar las diligencias de este caso en el archivo a su cargo y procedió a extenderle a Lázaro el testimonio de su causa, como se lo pedía. Así lo firmó Juan Antonio Ballí con los de su asistencia, José de Hinojosa y José Gutiérrez. El primero era el suegro del hermano del Justicia Mayor. 

Dos años después de este caso relacionado con el perro bandolero y bravo, sucedió el primer repartimiento de tierras en Reynosa. Tanto el preso y el afectado, así como el Justicia Mayor fueron considerados como primeros pobladores de Reynosa, por lo que les tocó recibir las primeras porciones de tierras repartidas a lo largo de ambos lados del río Bravo. La historia de estos primeros pobladores será contada en una próxima nota de este matutino.



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