El boom de las cartas, desde los años 60
Cuando pareciese que el correo va en retirada ante el empuje de Internet, debe recordarse el boom del servicio postal de los años 60 hacia adelante
EL ESCRIBANO. El último de los escribanos que atendía usuarios de correos fue Fernando Javier Ramírez Vela.
Cuando el servicio de correos comenzó a operar en Reynosa a principios del siglo XX, se situaba en el cruce de calle Juárez con Zaragoza en la llamada zona centro, y aunque tuvo varias ubicaciones a lo largo de los años siempre se mantuvo en el mismo sector, afirmó el historiador Reynaldo López Olivares.
Abundó que la dirección actual en calle Colón, se produce probablemente alrededor de los años 50.
Afirmó que el cambio de domicilio siempre fue para correos y telégrafos, ya que ambas dependencias siempre funcionaron en forma contigua desde sus inicios, de allí que en esos años fueron conocidas como “Agencia de Correos y Telégrafos”.
Expuso que durante mucho tiempo el correo era la forma más popular y efectiva de mantenerse comunicado, tanto a nivel nacional como internacional, y en Reynosa de los 60 hacia delante hubo tal boom del servicio postal que se abrieron sucursales en puntos estratégicos de la ciudad, como fueron los casos de las colonias Benito Juárez y Aztlán, donde hasta apartados postales podían rentarse.
Apuntó que durante los años pre y posrevolucionarios simplemente se le llamaba correos, y ya fue durante los gobiernos subsecuentes cuando se adoptó el nombre de Servicio Postal Mexicano (Sepomex), el que finalmente se transformó en Correos de México durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, es decir, el último intento de modernizar algo que el avance tecnológico superó desde hace tiempo.
Recordó que la primera de las sucursales se instaló en el ejido El Banco en 1970, y se le denominó sucursal Juárez, porque al año siguiente el Ayuntamiento le otorgó oficialmente el nombre de colonia Benito Juárez.
El éxito de correos, dijo, fue que era barato y todos podían tener acceso a él, además de que permitía a la gente de los ranchos y ejidos que no tenían teléfono, telégrafo ni ningún otro medio de comunicación, mantener contacto con familiares, conocidos, socios o amigos.
