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Economía en cuarentena

El miedo provocado por la extensión del coronavirus se deja sentir ya en algunos sectores

Aspecto de la estación de Shinagawa, en Tokio.Economía en cuarentena

Miedo, pánico, desesperación, avaricia. La misma secuencia se está viendo en la economía, que se abrasa en su propia pesadilla más allá de lo grave que pueda ser la alerta sanitaria. “Lo peor está por llegar”, titulaba un informe del banco Nomura del jueves. Bienvenida la prudencia. India, el mayor proveedor de medicamentos genéricos del mundo, decidió esta semana restringir las exportaciones en una docena de principios activos para proteger sus inventarios, en peligro por el brote. Entre ellos, el simple paracetamol. Alemania ha tomado medidas para limitar la exportación de equipos de protección como mascarillas. Se suceden los anuncios de empresas “al borde de” algo terrible. Flybe, una aerolínea británica, acaba de quebrar empujada por la situación, no sin antes pedir auxilio al Gobierno de Boris Johnson (tenía la caja vacía desde hace tiempo). General Electric cree que la epidemia reducirá su resultado en unos 300 millones de dólares en este primer trimestre.

Las aerolíneas podrían perder hasta 113.000 millones de dólares en ingresos este año, según una estimación de la patronal IATA. Un informe de Credit Suisse habla de que el impacto en las ventas de Inditex podría ser (siempre en condicional) de casi cinco puntos en el segundo trimestre. La revisión de las cifras de crecimiento por parte de organismos internacionales es constante. Porque la enfermedad viaja sin control por las cadenas de suministro y el miedo desemboca en reacciones variadas. La decisión del Gobierno español de estudiar la posibilidad de que los trabajadores afectados por expedientes de regulación de empleo temporales no consuman días de paro mientras el virus esté activo es un ejemplo de cómo la venda llega antes de la herida. Volkswagen está valorando la posibilidad de hacer ese parón (ERTE) en Navarra por falta de piezas de un proveedor italiano, pero aún no lo ha decidido, y Fujitsu hizo lo mismo en su planta de Málaga, aunque aún no lo ha ejecutado.

En esa línea, la evaluación que acaba de hacer la Unctad, agencia de la ONU, sobre los efectos económicos de la Covid-19 tiene muchos ingredientes preocupantes, pero la mayoría son mero efecto dominó. La contracción del 2% de la producción de China durante el último mes, en realidad el verdadero origen del tsunami, se revela con capacidad para frenar la economía del planeta a través de las cadenas de valor regionales, desde Washington a Tokio. Las pérdidas estimadas en los primeros días alcanzaron los 50.000 millones de dólares.

¿Es algo tan grave? Una crisis de oferta, con el parón de la actividad de las fábricas, puede restablecerse. El problema es que el sistema parece estar reaccionando como si fuera el fin del mundo por el impacto en la demanda (se deja de viajar, de consumir). “Se puede comparar con un ataque cardíaco; es un shock repentino que conduce a una contracción abrupta de la actividad económica”, explica en un análisis Yves Bonzon, del banco privado Julius Baer.

La rebaja de tipos de interés de la Reserva Federal (Fed) ha sido la señal más amarga contra el enemigo invisible. “La Fed está indicando su pesimismo a largo plazo”, valora Philippe Waechter, director de investigación económica de Ostrum AM en una nota a clientes. Este analista cree que todas las tasas de interés se mantendrán bajas durante un periodo de tiempo prolongado, “eso refleja la incertidumbre asociada al coronavirus: no sabemos cuándo habrá una vacuna o si el final del invierno acabará con la epidemia” añade. Goldman Sachs ya ha anunciado que espera que el Banco de Inglaterra haga lo propio para evitar una recesión en el Reino Unido. Pero es muy dudoso que eso vaya a mejorar las cosas. “Los bancos centrales podrían malgastar su munición centrándose en el coste del dinero bajando los tipos en lugar de incrementar el acceso a la financiación”, considera David Lafferty desde Natixis.

El oportunismo, ese eco del capitalismo, suena fuerte. Luis Garvía, profesor de Finanzas de ICADE, apunta a que la decisión de la Fed es extraordinaria por varias razones, y no todas tienen que ver con la alerta sanitaria. “Una de las ideas principales es la velocidad a la que se suceden las cosas. No hablo de una mano negra: el mundo se ha vuelto mucho más complejo y se mezclan factores, es difícil separar unos efectos de otros”. Uno de ellos se llama elecciones en Estados Unidos. Recuerda Garvía que la Fed hizo su anuncio en el “Supermartes” demócrata, y que el presidente Donald Trump tiene la vista puesta en las elecciones de otoño. “Llevaba semanas pidiendo esa rebaja de tipos, y ningún político hace algo así si no está pensando en sus electores. Antes o después el país tenía que corregir su crecimiento. Creo que Trump calcula que esta es una oportunidad para trasladar un mensaje de tranquilidad”.

El talón de Aquiles

La suerte parece echada. El citado informe de Nomura define que el Gobierno chino puede haber ganado la batalla a la enfermedad, y su escenario base asume que los bloqueos en el país asiático terminarán a finales de este mes, “pero será demasiado tarde para evitar que el PIB se desacelere”.

China estornuda, el mundo se resfría. Como recuerdan en Boston Consulting Group (BCG), el peso del PIB chino en la economía mundial se ha multiplicado por cuatro en solo dos décadas. La producción o la subcontratación para abaratar costes se ha concentrado enormemente en ese país y la restricción en la circulación de personas ha hecho que provincias como Hubei, una de las diez más importantes en la generación de manufacturas, sean ahora una ratonera para muchas multinacionales. La Unión Europea en primer lugar, seguida por Estados Unidos, Japón, República de Corea y Vietnam son los primeros damnificados. El índice PMI de gestores de compras chino, un indicador adelantado de producción, cayó 22 puntos en febrero y tal disminución, dicen en Unctad, “equivale al -2% de suministro de bienes intermedios a lo largo del año”. 



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