buscar noticiasbuscar noticias

Despierta otra vez la UNAM

Denuncia CCH arbitrariedades

La protesta estudiantil que empezó como una chispa en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco, se convirtió en un fuego encarnado en miles de universitarios que salieron de las aulas y protestaron frente a la Rectoría encabezada por Enrique Graue Wiechers, donde levantaron la voz exigiendo la erradicación de los grupos porriles de la UNAM.

Despierta otra vez la UNAM

La protesta estudiantil que empezó como una chispa en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Azcapotzalco, se convirtió en un fuego encarnado en miles de universitarios que salieron de las aulas y protestaron frente a la Rectoría encabezada por Enrique Graue Wiechers, donde levantaron la voz exigiendo la erradicación de los grupos porriles de la UNAM.

No sólo eso, la consigna también fue atender el problema de la violencia que ha azotado a la universidad más prestigiada de América Latina y que ha cobrado la vida de estudiantes; la última víctima, la alumna del CCH Oriente, Miranda Mendoza Flores, quien fue secuestrada y calcinada, encontrada en el municipio de Cocotitlán, Estado de México.

La marcha que congregó a 30 mil universitarios significó más que la lucha contra los porros e inició un movimiento con demandas de mayor magnitud, de todos los sectores universitarios.

La génesis del movimiento estudiantil se dio en las instalaciones del CCH Azcapotzalco, donde alumnos y activistas se organizaron para protestar por la eliminación de murales hechos por la comunidad, la falta de profesores, el cobro de cuotas “infladas” de 25 centavos a 100 pesos, además de “acciones autoritarias” de la directora del plantel, Guadalupe Márquez Cárdenas, quien se vio obligada a renunciar.

En lugar de Márquez Cárdenas quedó como encargado el secretario general del CCH, Andrés Francisco Palacios Meza, a quien se le vio rondando las instalaciones del plantel el jueves 6, mientras los alumnos celebraban la asamblea en la que determinaron tener un diálogo con Graue.

Sin revelar su nombre por temor a represalias, una de las oradoras en el mitin frente a la Rectoría comenta a este semanario sus impresiones sobre el apoyo de decenas de instituciones educativas durante la marcha.

En entrevista a las puertas del CCH Azcapotzalco, la alumna de tercer semestre dice: “Es un sentimiento bastante bello cómo la gente se organiza. Han pasado 50 años del 68 y esto que pasó no lo puedo explicar. ¡Más de 30 mil personas! Yo como estudiante del plantel nunca creí que íbamos a llegar a esto… Es bastante grande para dejarlo ir, no sólo es Azcapo. No sólo es que nos firmen un pliego petitorio y aquí se deja. Todas las problemáticas que tiene la UNAM, el Politécnico y otras universidades salieron a la luz gracias al apoyo hacia nosotros. Darnos de baja, porque ya nos solucionaron nuestro problema, sería egoísta y de eso no se trata”.

Sin embargo, para los jóvenes activistas también hay un sentimiento de miedo por las agresiones porriles. Así lo deja ver otro alumno entrevistado, quien pidió el anonimato y estuvo en los hechos violentos frente a la Rectoría: “Tenemos miedo de expresarnos, miedo de que quieras levantar la voz y te repriman de la manera como lo hicieron el lunes. Simplemente es miedo. Después de lo que pasó el lunes, cualquier ruido en la calle me exalta. Digo: ‘¡Es un porro!, ¡un petardo!, ¡es algo! Siento que quedé tocado. Además hay gente que llega a amedrentarnos”.

En las diferentes instalaciones universitarias crecen los actos violentos, el narcomenudeo, el acoso, además del arraigado fenómeno de los porros, que de acuerdo con el investigador y catedrático de la UNAM Hugo Sánchez Gudiño, autor del libro ‘Génesis, desarrollo y consolidación de los grupos estudiantiles de choque en la UNAM (1930-1990)’, es sumamente difícil que desaparezcan.

“Son grupos de choque, son grupos parasitarios que utilizan la violencia como forma de vida. De esta forma han encontrado su modus vivendi y operandi gracias a los servicios que prestan; siempre las autoridades universitarias o gubernamentales los requieren, los necesitan. Es una forma de controlar las rebeldías críticas. ¿Cómo las controlas? Con otros jóvenes, pero violentos”, explica en entrevista.

Abunda: “Tanto el joven halcón de los setenta como el de 2018 tienen como objetivo confrontar, amedrentar, golpear al activista más que al estudiante. El activista es su contraparte, es el estudiante que está politizado y que cuestiona al sistema. Hay muchos activistas, el moderado, el radical, el anarco. Hay un punto de convergencia cuando usa la violencia y que se parece al porrismo, pero no actúa como ellos, porque el porrismo tiene bien identificada a su víctima, que es el movimiento estudiantil”.

El doctor en ciencia política y analista político en Radio y TV UNAM va más allá: “El problema es que se acercan cambios políticos. En la universidad se acerca el cambio de rector, y cuando sucede esto, todos los grupos lanzan sus fichas a la mesa. También tiene que ver con el cambio de régimen. Ya Andrés Manuel López Obrador dijo que irá contra los porros, es que ya lo salpicó. La flama ya se expandió en tres días”.

Platillo ‘muy suculento’

El investigador y catedrático de la UNAM Hugo Sánchez Gudiño explica que la UNAM es la más prestigiada universidad de América Latina, está muy bien ubicada en los rankings internacionales, tiene un presupuesto multimillonario, además de que se volvió la nueva escuela de cuadros del poder, por lo que, asegura, es un platillo “muy suculento”.

En los pasados 18 años se le marginó. Los grupos en el poder con los gobiernos panistas eran más del ITAM, del Tecnológico de Monterrey, y con Peña, el mismo patrón de universidades privadas. “Ahora tenemos una clase política que es de la UNAM, necesariamente hay una disputa por el control de la universidad”, acota el autor del libro ‘Partidos políticos y sucesión presidencial en México 2012’.





DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD