Culpan de todo al coronavirus
El equipo de Biden considera que la pandemia es la causa principal tanto del malestar de la nación como de sus propios problemas políticos
La inflación va al alza, los negocios tienen problemas para contratar y la popularidad del presidente estadounidense Joe Biden va en caída libre. La Casa Blanca ve a un culpable común para todo ello: el COVID-19.
Pero el desafío que ha presentado el coronavirus ha demostrado ser uno engorroso para la Casa Blanca, luego de que las declaraciones prematuras de victoria del verano pasado fueron anuladas por la variante delta, de mayor propagación, por los millones de estadounidenses que no se han vacunado y por los efectos económicos persistentes de los días más duros de la pandemia.
Todo eso cuando otra variante del virus, la ómicron, emergió en el extranjero. Está inquietando a los funcionarios de salud pública, provocando nuevas prohibiciones de viaje y pánico en los mercados mientras que los científicos se apresuran para entender qué tan peligrosa podría ser.
Aunque la economía ha estado mejorando, hay varios indicios de que el COVID-19 dejará cicatrices incluso cuando la pandemia se disipe.
Por ahora, en opinión del gobierno, una minoría intransigente que se está resistiendo a la vacuna está arruinando la recuperación del resto del país, obligando a los vacunados a ponerse mascarillas y contribuyendo a la ansiedad persistente en todas partes.
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Cuando le preguntaron sobre la razón por la que los estadounidenses no están recibiendo el mensaje de que la economía está mejorando, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, comentó esta semana pasada: “Seguimos en medio de la lucha contra una pandemia y la gente está harta y cansada de eso. Nosotros también lo estamos”.
El gobierno considera que los mandatos de vacunación son fundamentales, no sólo para prevenir enfermedades y muertes evitables, sino también para salvaguardar la recuperación económica, y salvar la posición política de Biden.
Pero el viernes, el descubrimiento de una nueva variante en el sur de África envió a gran parte del mundo a suspender los viajes desde la región y a contener una amenaza que la Organización Mundial de la Salud señaló que podría ser peor que las oleadas devastadoras de la variante delta.