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Contrabando de tabaco y géneros en Reynosa, 1817-1818

En los agostaderos de Reynosa por el lado norte del río Bravo no solo eran abundantes los números de bestias mulares y caballares. En esos terrenos pasteaban animales mostrencos: vacas, novillos, toros y becerros. Animales sin dueño que eran cazados por su carne por los vecinos de las villas ribereñas y a veces por los indios que se arrimaban de las grandes llanuras, como los lipanes y comanches

Martín Salinas Rivera

Mapa del litoral costero al norte del río Bravo, donde se encontraban los potreros y agostaderos de la Jurisdiccion de Reynosa de esta historia, tales como Carricitos, Santa Rosa, El Peñascal, la Barreta, etc.Contrabando de tabaco y géneros en Reynosa, 1817-1818

Cronista Municipal de Reynosa

-Tercera parte-

El contrabando de tabaco y géneros ya existía a lo largo de las Villas del Norte desde antes de otoño, cuando el cura Agustín de la Garza puso sobre aviso a uno de los asistentes del Juzgado de la villa de Reynosa, José Antonio de León. Entre el 28 de septiembre y el 1º de octubre de 1817, se decía habían introducido al norte del río Bravo, a la jurisdicción de Reynosa, un contrabando y que faltaba una manada de yeguas cargadas de mulas de la testamentaria de don Juan Hinojosa.

    La averiguación que se encuentra en la Serie de Juzgados del Fondo Colonial del Archivo Municipal de Reynosa, primero se concentró entre el 14 y el 18 de noviembre a tomarles declaraciones a algunos vecinos que se sabía tenían en su posesión diferentes tipos de géneros de origen extranjero.  Entre los efectos de contrabando traídos dese la Luisiana se mencionaba diferentes cortes de túnico de guinea, otros de indiana o indianilla y pares de medias finas. Los involucrados, don Pedro Sánchez originario de Laredo y Dionicio Barrera de esta villa le habían pagado anticipadamente con bestias caballares. 

   Fue más bien la esposa de Dionicio Barrera, doña Polinaria Anzaldúa, quién había tratado los géneros con Bernardino Zamora y le había dado un equino por anticipado. Ambos vecinos le habían entregado los animales desde enero y él trajo los géneros hasta fines de octubre. Para el 14 de noviembre, Zamora había entregado los encargos, pero miembros del juzgado de Reynosa encontraron en su casa todavía cinco y media varas de indianilla de la Luisiana. Zamora había recibido de Pedro Sánchez un caballo y un macho y de Dionicio Barrera un caballo por los efectos de contrabando.

Las carneadas

En los agostaderos de Reynosa por el lado norte del río Bravo no solo eran abundantes los números de bestias mulares y caballares. En esos terrenos pasteaban animales mostrencos: vacas, novillos, toros y becerros. Animales sin dueño que eran cazados por su carne por los vecinos de las villas ribereñas y a veces por los indios que se arrimaban de las grandes llanuras, como los lipanes y comanches. 

    Para entonces, las carneadas se hacían en forma organizada, donde los vaqueros de Camargo o Mier con sus mulas llevaban cargas de carne fresca para los poblados río arriba.  Algunas veces los alcaldes de la villa de Reynosa lograban cobrar el impuesto por estos animales. Fue un grupo de Camargo, compuesto por los hermanos José María y Agapito López, Antonio López y Andrés Ávila que se toparon durante sus tareas en el mes de octubre a los contraventores que venían de la Luisana, a intercambiar sus efectos por las mulas de la región.

    Estos cazadores camarguenses de animales mostrencos fueron llamados a la villa de Reynosa, a declarar ante el Juzgado, incluyendo a otro hermano de los primeros llamado Francisco “Chicón”, entre los días 29 de noviembre y 1º de diciembre. Expusieron que ellos venían parcialmente cargados con carne del Peñascal, cuando acamparon en el paraje o mogote conocido como Las Mujeres, del rancho Puertecitos. De ahí, salió Antonio junto con Andrés Ávila a llevar las bestias a darles agua en Santa Rosa, de don Pedro Villarreal. Según José María y Agapito López volvieron al paraje de las Mujeres con dos individuos de Tierra Adentro cargando un bulto de efectos. Cuando Antonio les preguntó los precios de unas bretañas, fue entonces que José María entendió queraían géneros. Trataron de vendérsela por $20 pesos, pero Antonio no estuvo de acuerdo. José María declaró que los contraventores se llamaban “Alifonso” Pérez, vecino de Reynosa, y el otro Juan Nieto, alias el “Mesteñero”.   

Agapito, un joven de 20 años, supo por los forasteros, que en Santa Rosa se habían quedado otros dos contraventores con las bestias y el equipaje. José María López regresó temprano al siguiente día para Camargo, quedándose en el mogote de las Mujeres sus compañeros, con el propósito de hacer seis cargas más de carne antes de regresar a Camargo. Declaró Agapito, que como a los dos días llegó Lino Cavazos Sosa al campamento. Los de Tierra Adentro le ofrecieron paga para que los guiara en busca de Bernardino Zamora. Era la persona que buscaban para tratar las mercancías que traían del norte. Agapito no supo si los guiaría, pues él y sus compañeros se regresaron a Camargo. 

El vaquero

Bernardino Zamora

En la primera declaración que dio el inculpado Bernardino Zamora el 14 de noviembre, decía que creía que era juzgado solo por los géneros que había traído del Presidio de la Bahía del Espíritu Santo. Un poco más de una década después nacería en ese lugar el héroe de la Batalla de Puebla, Ignacio Zaragoza, en lo que son las inmediaciones del actual Goliad, Texas.      

    Bernardino Zamora, de 44 años de edad, era el mayordomo mulato del alcalde de primer voto de la villa de Reynosa, don José Felipe Abarca. Desde principios de marzo de 1817, el vaquero había ido al Presidio de la Bahía con el propósito de traer a su familia que estaba en ese lugar. Esto aparentemente después de haber adquirido los caballos de Pedro Sánchez y Dionicio Barrera. Los géneros los había comprado a los indios de la nación caddo, que se encontraban en ese momento dentro de dicho Presidio.  Los grupos caddo provenían del este de Texas, mantenían una ruta dinámica de comercio entre los indígenas y los europeos (franceses y españoles) desde el siglo XVIII. 

    En su tercera declaración del 13 de diciembre de 1817, Bernardino explicó que había comprado los efectos a los indios caddo por siete bestias caballares mesteñas que había llevado a ese lugar. Por ellas le habían dado algunas varas de “mamodi” y otras de un género blanco que parecía de Holanda.

    En su segunda declaración Bernardino Zamora expuso que a finales de octubre o principio de noviembre había venido a la jurisdicción de Reynosa con cuatro hombres que viajaban desde la Luisiana. Estos le pagaron para que viniera o los guiara desde “la Bahía del Espíritu Santo a esta frontera”. En el agostadero de Carricitos, pertenecientes a Doña Guadalupe Cavazos (segunda esposa de Narciso Cavazos), fue donde los contraventores habían comprado 37 bestias mulares al sirviente de José Felipe Abarca, Pablo Loya.

    Este último recibió 56 andullos de tabaco y $30 pesos a cambio de los animales. De acuerdo con el mayordomo del padre Nicolás Ballí, Mauricio Fernández, quien estuvo en el intercambio de los animales, Pablo Loya con el tabaco y el dinero “se largó para la Florida”, el rancho de su amo Felipe Abarca. 

   Como contamos en la nota pasada, Pablo Loya dio la orden a sus parientes para que juntaran la caballada de los agostaderos en Carricitos. Otros vaqueros o mayordomos de los ranchos de Reynosa entregaron caballada de sus amos por tabaco u otros efectos extranjeros. Mauricio Fernández dijo que la manada que se llevaron los contraventores no bajaba de 50 a 60 animales. Curiosamente, en los documentos de este expediente sobre contrabando, los mayordomos y los vaqueros como Bernardino Zamora y la parentela de los Loya eran clasificados étnicamente como mulatos. Los cazadores camarguenses de animales mostrencos fueron clasificados como españoles (sic. criollos).

    Las diferentes manadas de mulas y caballos serían concentradas en el rancho en el rancho la Barreta, en lo que es ahora el Condado de Willacy en Texas, antes de partir los contraventores para la Bahía del Espíritu Santo. Hasta éste último lugar los acompañó Bernardino Zamora, antes que los contrabandistas se pasaran para la Luisiana a vender el botín de equinos. En diciembre, Zamora trató de escapar de la cárcel en la villa, para tratar de hablar con su amo, el alcalde de 1º de Reynosa. El escape y la historia de los involucrados serán contados en una próxima nota.

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Lista de algunos géneros de contrabando que tenían los vecinos de Reynosa en 1817, AMR.



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