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Cómo evitarse errar al invertir en la Bolsa

Quien quiera beneficios tendrá que arriesgar más, optar por las acciones, aunque el retorno pueda ser inferior al del año anterior

Vista de la Bolsa de Tokio.Cómo evitarse errar al invertir en la Bolsa

La cosecha de 2019 resultó mejor de lo esperado para los inversores. En enero de hace un año nadie daba un euro por los activos de riesgo. La recesión mundial parecía inminente azuzada por conflictos geopolíticos y guerras comerciales. Sin embargo, el balance final fue positivo para la renta variable. El índice MSCI World, el mejor termómetro de las Bolsas mundiales, subió un 27.68% el pasado ejercicio. En renta fija, si bien en los tramos cortos y en las emisiones más solventes la cosecha fue magra por el impacto de las políticas monetarias, hubo premio para aquellos que optasen por bonos con algo más de peligro. Y en materias primas algunos activos depararon alegrías; un claro ejemplo es el oro, que se apuntó una subida del 18.31%.

Ahora bien, y como dice el viejo adagio del mercado, rentabilidades pasadas no son sinónimo de réditos futuros. Por tanto, el arranque del nuevo curso obliga a los ahorradores a replantearse las estrategias. ¿Qué puede ocurrir en los mercados en 2020? A priori, el entorno económico es algo más favorable que hace 12 meses. Las tensiones arancelarias se van atemperando y las previsiones de consenso apuntan a una cierta aceleración del crecimiento mundial, aunque siempre por debajo de la media que se registró tras la salida de la Gran Recesión. Este diagnóstico no quiere decir que los inversores se puedan dormir en los laureles. Los expertos consultados avisan de los baches que podrían venir, reconocen que las rentabilidades quizá no sean tan buenas como en 2019 y recuerdan que, en un contexto condicionado por los tipos de interés negativos, quien quiera pescar beneficios tendrá qué estar dispuesto a asumir ciertos riesgos.

Dos recomendaciones, diversificación de activos en las carteras y flexibilidad en la toma de decisiones, son las que más se repiten en los informes de estrategia que gestoras, bancos privados y brókeres han enviado a sus clientes.

“El entorno actual justifica un enfoque de cautela y diversificación que va más allá de la asignación convencional a bonos y renta variable. Si bien los mercados emergentes y la renta variable japonesa siguen pareciendo atractivos, otros retornos alternativos ajustados por riesgo surgirán en aquellas clases de activo menos comunes para los inversores”, recuerda James McCann, economista jefe de Aberdeen Standard Investments. 

Esta opinión es compartida por Eva Brown, de UBS Asset Management: “La madurez del ciclo y los riesgos geopolíticos residuales aumentan la perspectiva de brotes intermitentes de volatilidad en 2020. En un entorno de menor crecimiento, es probable que los rendimientos de los activos de riesgo sean inferiores a los que han obtenido los inversores durante la última década. En este contexto, mantenerse flexible y ágil, aprovechando las oportunidades de inversión a medida que surjan, será una cualidad importante en los próximos seis meses y más allá”.

RENTA VARIABLE

Las acciones siguen siendo, según los analistas, el activo que ofrece una mejor relación en el binomio que pone en relación la rentabilidad y el riesgo, sobre todo si se compara con su gran competidor: la deuda. Sin embargo, tras las importantes subidas de los índices en 2019, habrá qué ser más selectivo porque hay ciertos valores que empiezan a cotizar a múltiplos muy exigentes. “Todo parece indicar que la renta variable batirá nuevamente a la renta fija en 2020, si bien no será un camino de rosas en un periodo de transición de una política monetaria a una política fiscal”, subrayan desde Union Bancaire Privée (UBP).

RENTA FIJA

La renta fija, el activo conservador por excelencia, sigue muy condicionada por las políticas de tipos ultrabajos de los bancos centrales. En 2019 la hoja de ruta tanto del BCE como de la Reserva Federal apuntaba a una normalización del precio del dinero y una reducción de los estímulos, pero esta estrategia se quedó aparcada ante la desaceleración económica y las incertidumbres geopolíticas.

En este sentido, el pasado curso las políticas acomodaticias en materia monetaria y la baja inflación permitieron que los bonos, tanto públicos como privados, vivieran un año favorable, ya que volvieron a actuar como lugares donde refugiarse ante el aumento de la incertidumbre. Especialmente buena fue la cosecha para la deuda empresarial gracias al descenso de los costes de financiación corporativa, unas ratios de impago reducidas y la búsqueda de rentabilidad por parte de los inversores en un entorno de tipos negativos.

En 2020, los expertos de Bankinter señalan que “no tiene por qué ser malo, pero hay que ser selectivos y gestionar la duración”. En esta firma señalan que la valoración de la deuda pública de los bonos de mayor solvencia como el alemán tiene un “limitado riesgo de caída”. En cambio, señalan que las emisiones de los países de la periferia europea como España, Irlanda y Portugal ganan atractivo “porque sus tasas de crecimiento económico son mayores a la media de la UE y las primas de riesgo se mantienen estables”.

ACTIVOS ALTERNATIVOS

En un entorno de incertidumbres, la búsqueda de rentabilidades en activos que estén poco vinculados con la evolución de la economía mundial cobra cada vez más importancia. Eso sí, son estrategias que implican una dosis de riesgo mayor, ya que se trata de activos en su mayoría no cotizados y que implican mayor iliquidez. Por tanto, conviene destinar solo una parte de la cartera a este universo, que incluye desde infraestructuras hasta capital riesgo, pasando por acciones o bonos no cotizados o por determinados productos inmobiliarios, y, si puede ser, invertir de la mano de un gestor profesional o con un vehículo de inversión colectiva.



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