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Cargos a Leonardo M. García

Después de dejar a las tropas del coronel Jesús Agustín Castro en el Encinal entre Jiménez y San Fernando, se había unido a las huestes de Lucio Blanco

Cronista Municipal de Reynosa

Leonardo M. García al centro de la foto. Archivo CEHM.Cargos a Leonardo M. García

La madrugada del 10 de mayo de 1913, Leonardo M. García formaba parte de una escolta de 15 hombres que cuidaban la retaguardia del Ejército Constitucionalista. Una columna de aproximadamente 500 soldados marchó por delante desde el Charco Escondido (actualmente Congregación Garza), entre las 2 y las 3 de la mañana, con el fin de desalojar a las tropas huertistas que se encontraban en la villa de Reynosa. 

Ya para las 7:25 de la mañana, Francisco J. Múgica se encontraba con el Ejército Constitucionalista del Coronel Lucio Blanco, estacionado en el rancho Jacalitos, a 25 kilómetros al sur de Reynosa. Desde allí se enviaron dos grupos de soldados: uno se encaminó a Estación Corrales, al oriente de la villa, mientras que el segundo se dirigió hacia el poniente, a quemar puentes y a destruir las vías del tren. Con esto trataban de evitar la llegada de refuerzos de los federales por tren desde Matamoros y desde Los Aldamas en Nuevo León. 

Pero Leonardo M. García no llegaría a la batalla en Reynosa, la cual se resolvió en poco más de cuatro horas. Los eventos se desarrollaron desde las afueras por la parte sur de la villa, hasta las orillas del río Bravo. 

Leonardo, después de dejar a las tropas del coronel Jesús Agustín Castro en el Encinal entre Jiménez y San Fernando, se había unido a las huestes de Lucio Blanco. Fue recomendado para la escolta de 15 hombres, que estaba al mando de Emilio Nafarrate. Este último personaje defendería la plaza de Matamoros contra la Brigada Villa en el año de 1915.

A la escolta del 21º Cuerpo Rural se le ordenó cuidara la retaguardia, cuando salieron del Charco Escondido. Esta emprendió su viaje hasta las 3 o 4 de la tarde. Primero porque tres de los soldados se perdieron en la obscuridad cuando arrancaron durante la madrugada y después porque se pusieron a herrar unos caballos espiados. En esa comunidad, Leonardo tuvo noticias de que en Jacalitos lo estaban esperando Anastasio Moreno y otra persona del mismo apellido, que venían entregarle de parte de su padre una carta y una escritura (título y plano) de una propiedad de agostadero en Vallecillos, Nuevo León.

El segundo hombre en Jacalitos, un lugareño, le indicó que en un bosque cerca de ahí se encontraban “unos doscientos y tantos” revolucionarios que buscaban a una persona que los presentara ante el jefe constitucionalista, para que les proporcionaran municiones. Leonardo tratando de quedar bien, fue a buscarlos con el vecino en un largo recorrido, pero solo encontraron sus huellas.

Leonardo tenía rato que había abandonado la escolta que llevaba el rumbo de Reynosa. Fue entonces que decidió partir hacia Texas y tratar de vender su propiedad. Utilizando ese título como colateral emprendió un negocio relacionado con el tráfico de armas y municiones para el movimiento revolucionario. Su talente intrépido lo llevaría a una serie de situaciones difíciles, colocándolo en prisión en San Antonio, Texas y ante un Consejo de Guerra en Matamoros, acusado de espionaje y deserción.

VIDA AVENTURADA

Leonardo M. García, de aproximadamente 30 años de edad, era nativo de Cadereyta, Nuevo León, y se le conocía como el “Ingeniero”. El mismo Múgica lo refiere en sus apuntes como el ingeniero García. Aunque empírico, sabía utilizar la dinamita en las minas. 

Después de trabajar en la sierra de Mazapil como minero, vino a Saltillo donde fue encarcelado por haber golpeado a un dependiente que trabajaba para un americano en Mazapil. El dependiente había golpeado a una familia de sus trabajadores. Después, Leonardo fue dado de alta como soldado en el cuartel Allende en Saltillo, que estaba al mando del General Francisco Coss.

En marzo de 1913, en diferentes ocasiones Leonardo salió con la tropa hacia el poniente, rumbo a Zacatecas. Él enumera en sus escritos lugares como Carneros, Agua Nueva, Gomes Farías, Santa Elena, Hacienda de la Ventura. En una de las salidas fueron engañados por los “mochos” huertistas que traían sombreros grandes y el trompeta utilizaba la misma contraseña que la gente de Eulalio Gutiérrez; un coahuilense que fue presidente de México por la Convención de Aguascalientes en 1914. En la confrontación, Leonardo fue herido levemente en la pantorrilla y su caballo le cayó muerto encima de su pierna.

En desbandada, con otro compañero herido anduvo vagando hasta salir a la estación de Vanegas, donde tomaron el tren para San Luis Potosí. Su amigo se quedó en el Real de Catorce, mientras que él prosiguió hasta la ciudad de México a curarse. Ahí le dieron hospedaje dos profesoras en casas distintas. En la segunda casa le contaron como asesinaron a “don Panchito”, Francisco I. Madero. Le detallaron como Jesús Ochoa, uno de los rurales que cargó a Madero del palacio al automóvil, conservaba su sombrero. Le prometieron conservarlo para Leonardo, hasta que regresara triunfante a la capital, con la causa que seguía. 

El día 4 de marzo, Leonardo partió para Monterrey, donde se mantuvo escondido hasta el día 8, no logrando ver a su papá ni a su esposa. Se dirigió a pie a San Francisco de Apodaca, donde un amigo le facilitó una “yegüita ensillada”, con la que llegó ese mismo día a Dr. González, Nuevo León. Ahí le escribió a su padre y trató de levantar a la gente que trajo Celedonio Villarreal durante la revolución anterior de 1911. Sin lograr nada, decidió continuar a Cerralvo para juntarse con el contingente de Lucio Blanco. Pero antes de llegar, le informaron en los Urquiz que hacía tres días el Coronel y su gente habían salido de allí. Un mes antes de la batalla de Reynosa, Blanco había tomado Cerralvo.

Se une al Coronel Jesús Agustín Castro

Al llegar a los ranchos, Leonardo se hacía pasar por comprador de reses. Pasó por la Mojarra, Nogalitos y la Ciénega. Le comentaron que unos constitucionalistas estaban en Sombreretillo, a donde se dirigió. Ahí encontró al Coronel (posteriormente llegaría a ser General de División) Jesús Agustín Castro Rivera, quién había estado al frente del 21º Cuerpo Rural en el ataque a la Ciudadela durante la decena trágica en la ciudad de México. 

Victoriano Huerta tomó empeño por acabar a su grupo, que encuartelado se sublevó en Tlalnepantla con sus jefes subalternos Miguel Navarrete y Emilio P. Nafarrate. Mientras que, Castro había viajado en tren a la frontera para presentarse al Gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, los otros dos marcharon con la tropa por tierra al Estado de Tamaulipas. 

Leonardo se presentó con una carta de recomendación que el mismo había escrito en Lampazos, exagerando sus proezas en el campo de batalla. En sus escritos posteriores, exageraba que él fue el segundo del coronel Castro y que después de recibir una sorpresa por parte de los “mochos” huertistas, le siguieron los pasos a Lucio Blanco.

Pasaron por pueblos y rancherías en Nuevo León como General Treviño, Dr. Coss, Gachupines, General Bravo, China, Tanque del Cabezón, Labor de la guitarra, La Leona, el Pauraque y en Tamaulipas por Cruillas hasta llegar al Encinal, donde ya estaba la gente del 21º Regimiento de Rurales del Coronel Castro, ya junto con la gente de Lucio Blanco. En los apuntes de Múgica dice que esto fue el domingo 4 de mayo de 1913. También esperaban a Luis Caballero que venía a hablar con los Constitucionalistas.

Agustín Castro y Caballero permanecieron en el área del centro de Tamaulipas para conseguir caballada y operar en contra de los huertistas en ciudad Victoria. Leonardo M. García marchó con la escolta de 15 soldados del 21º Cuerpo Rural hacia la frontera. 

La brusca decisión de abandonar el grupo lo llevaría a una nueva aventura en Texas, donde se haría consignatario en el comercio de carabinas Winchester, parque y dinamita. Su arrojo lo llevó a que fuera acusado de deserción y espionaje por un Consejo de Guerra, pero esa historia será contada en otra nota.

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Inscripción en parte trasera de foto enviada a Venustiano Carranza. Archivo CEHM.

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Coronel Jesús Agustín Castro. Archivo CEHM.



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