buscar noticiasbuscar noticias

Bailar es la resistencia.- Leticia Alvarado

La danza atrapa como telaraña, y a Leticia Alvarado la atrapó en una función de la Paul Taylor Dance Company en su universidad en Monterrey, donde estudiaba Música

Fue un impacto visual y emocional nunca experimentado por la joven de 19 años, de gran talento en el piano. Ni su madre pudo convencerla de seguir la senda de su hermana, una gran concertista.

Bailar es la resistencia.- Leticia Alvarado

 Con su talento para las artes escénicas, descubrió que con la danza podía expresar lo que sentía con su "ser completo".

 Distinguida ahora con el Reconocimiento de Danza UNAM, Alvarado (Monterrey, 1958) ve recompensada una vida dedicada a la danza, cuya entrega ha sido reprogramada por la pandemia.

 "Bailar es la vida, es la resistencia, la renovación, la reflexión, el autoconocimiento, significa muchas cosas en esta etapa de mi vida. Es una disciplina que, desde que inicias, te atrapa como una telaraña", dice.

 Sus primeros pasos en la danza sucedieron en Monterrey, y se adentró en las distintas técnicas y estilos.

 Todavía una principiante, se trasladó a la Ciudad de México; estuvo bajo la guía de Lin Durán. Un tiempo en el que conoció a maestros de Nueva York, a las estrellas de las compañías de Martha Graham y José Limón.

 "Todo eso lo absorbí de manera brutal, con miras a estar en el Ballet Nacional de México (BNM) con la maestra Guillermina Bravo". Y lo consiguió.

 Recuerda a Bravo, "La Bruja de la Danza", como una "mujer única", sumamente inteligente, brillante.

 "Ella logró conjuntar a una serie de bailarines que, además, reunió de muchos lugares del País y con una estética que se acercaba al muralismo de la época; los cuerpos eran grandes, robustos; las mujeres eran unas amazonas".

 En el BNM surgió de manera natural su deseo de coreografiar. Si bien Bravo, con quien estuvo 5 años, no le daba clases de coreografía, Alvarado se nutrió de la observación: verla trabajar con los intérpretes, el movimiento de los grupos en el espacio, sus temáticas y la relación con la música. Aquello le parecía inalcanzable.

 Recuerda a La Bruja como una maestra severa y respetuosa, a cuyo juicio sometió sus primeros trabajos, pequeños.

 "Recuerdo que cada vez que presentaba algo, la maestra (Bravo) me decía: 'Muy hermoso'. Yo la veía a veces criticar muy severamente las obras que se hacían para los repertorios del Ballet, entonces me daba pavor de pronto abrirme ahí y decir: 'Quiero hacer coreografía', porque, la verdad, no me sentía preparada ni con las herramientas suficientes".

 Alvarado proponía algo minimalista, con movimientos a pequeña escala y con música original suya, un lenguaje opuesto a la estética del BNM, de gran virtuosismo y grandes movimientos.

 "Estaba aterrada, por supuesto, pero no recibí su crítica severa, al contrario. Por ahí comentó que lo que yo estaba haciendo era una fuga que tiene que ver con la estructura musical. Me sentí muy satisfecha de haberme atrevido, había que arriesgarse".

 Cuando La Bruja decidió fundar en Querétaro el Centro Nacional de Danza Contemporánea, Alvarado, en lugar de seguirla, decidió quedarse en la Ciudad de México. Una decisión que traería aparejada la creación de su propia compañía: Tándem, en 1994.

 Fuera del BNM, se acercó a una experiencia distinta de movimiento, y al abrirse a otras propuestas sintió la necesidad latente de trabajar con sus propias creaciones. Con Rolando Beattie codirigió durante cinco años la compañía En Movimiento, junto a Alonso Vallejo.

 Con En Movimiento creó su primera coreografía de gran formato sobre Sor Juana Inés de la Cruz, llamada Juana Ramírez, Óyeme con los ojos (1991). "Ahí se hizo el clic enorme con la creación coreográfica". Y, animada también por Beattie, escribió la música para el solo Canto que cae.

 Tándem nació con su coreografía Frida, un infierno milagroso. Decidió nombrar a la compañía a partir de aquello defendido por Bravo: La danza no se hace en solitario, sino en equipo.

 "Casi podría decir que en familia. Tándem es trabajo en equipo".

 Obtuvo el primer lugar en el Premio INBA-UAM en 1995 con la coreografía Donde cesa la nostalgia, acreedora también a la mejor Música Original, compuesta por Alvarado, y a Mejor Intérprete Femenina, María Nieto.

 Dejó de escribir música para sus obras cuando se dio cuenta que cada disciplina exigía entrega absoluta. "Aunque me gustaban mucho ambas partes, tenía que elegir una, y por eso dejé de componer".

 Fue decisiva su experiencia con la Compañía Nacional de Danza cuando Cuauhtémoc Nájera invitó a colaborar a coreógrafos y compositores para el proyecto "Hoy no circula" (1997). Alvarado coreografió y escribió la música de La rebelión del aire, y compuso una última pieza al año siguiente, cerrando esa faceta.

 De vez en cuando, si la danza y las exigencias de la vida cotidiana se lo permiten, aún se sienta al piano a tocar. Entre sus compositores favoritos figuran Schubert, Beethoven, Brahms, Mozart. Entre los contemporáneos, se decanta por Mario Lavista y Steve Reich.

 Una vida consagrada a la danza que significó entregarle cuerpo, alma y hasta la vida personal. Con la hija recién nacida iba a los ensayos, giraba con ella en brazos. Una bailarina y madre. "Era chiquitita, la ponía en el proscenio del (Teatro) Raúl Flores Canelo y yo trabajaba. Esa primera etapa fue muy fuerte. Poco a poco fui encontrando las estructuras para que ella pudiera tener su espacio también".

 Ahora esa niña es una cineasta egresada del CUEC.

ALISTA PIEZA SOBRE RULFO

 Desde los tiempos de En Movimiento, su primera compañía, Leticia Alvarado ha creado piezas sobre otros artistas, una vertiente que siguió explorando con Tándem.

 "A esas alturas de mi vida y experiencia, ya había pasado por varios caminos importantes, se empezó a gestar el lenguaje y el interés por hablar de otros artistas; me interesaba mucho expresar todo cuanto había absorbido de grandes artistas mientras estudiaba".

 Después de Juana Ramírez, Óyeme con los ojos vinieron más obras sobre pintores, músicos, escritores como Virginia Woolf, Jean Genet, Julio Cortázar.

 En 2017, le puso pausa para hablar sobre problemas de escala mundial y creó una trilogía sobre equidad de género, violencia contra la mujer y migración, un "momento exacerbado". Y en seguida vino El naufragio del sol, una obra para niños sobre el cuidado del planeta.

 Ahora piensa retomar esa vertiente de su trabajo a partir del escritor Juan Rulfo.

 "Con la pandemia estoy viendo qué posibilidades hay, porque la situación está muy difícil para las compañías cuando no tienen un apoyo y en este momento; Tándem no tiene el apoyo que tenía de México en Escena".

 De momento ha renunciado a obras de gran formato ante la falta de condiciones para sostener un grupo. La mayoría de las instituciones, dice, no tiene recursos para el pago de funciones, y las agrupaciones se están yendo a taquilla.

 Escasea el trabajo para los artistas y hay una idea extendida de que el trabajo virtual debe ser gratuito.

 "La danza siempre ha sido un poco menospreciada respecto a otras artes. La tenemos un poco más difícil, pero tenemos que seguir adelante".

 No tira la toalla. "Vamos a retomar el trabajo", anuncia.

 Después de todo, la danza es resistir.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD