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Bad Bunny hace lo que le da la gana

En su nuevo disco, el músico vuelve a demostrar su versatilidad y confirma al sonido latino como la nueva hegemonía de la música popular

Para cualquier  boomer, la imagen de un niño montando en bici por la noche no puede significar nada más que  E.T. Aquella secuencia del protagonista escapando de la policía con su amigo extraterrestre, el clímax de la parábola  sci-fi sobre la reconciliación de la América media y blanca con el otro –el comunista, el latino, el negro– durante los últimos coletazos de la Guerra Fría. La portada del nuevo disco de Bad Bunny es un niño pedaleando en la noche dejando atrás una tormenta de rayos y fuego. El niño que escapa de su destino es moreno, viste como el artista portorriqueño, tiene su corte de pelo y hasta su tercer ojo de chamán tántrico. Pero aquí quizás el otro, el extraterrestre, sea ahora el  boomer, la última generación que abrazó sin fisuras los dogmas del rock y la que con más perplejidad y hasta irritación está recibiendo a la nueva hegemonía en la música popular.

Bad Bunny hace lo que le da la gana

De Bad Bunny podría decirse también aquello que dijeron en su día de Lola Flores: “No sabe cantar, no sabe bailar, no se la pierdan”. No demuestra nada excepcional pero sabe hacer muchas cosas bien. Pese a su monotono nasal y grave, empachado de  autotune, es capaz de sonar versátil y melódico. Es pegajoso, insolente y divertido. Es el nuevo pop. Es un sonido de época: en español, negro y latino. Una batidora donde caben desde el  trap naíf a lo Lil Yachty -en  Pero ya no-, un repaso a toda la gama caribeña -el  reggaetón, la bachata, el  dembow, incluso al  reggae en  A tu merced- hasta sampleos de clásicos de samba - Si veo a tu mama- o el  trap triste argentino - Hablamos mañana-, acompañado de Duki, el nuevo jefe del cono sur.

Otros gigantes del género -Daddy Yankee, Anual AA, Arcangel- se pasean por el álbum con la promiscuidad colaborativa habitual. Pero con los años -ojo, tiene 25 y hasta hace cuatro era empaquetador en un supermercado- Bad Bunny ha ido rebajando el tono a los códigos de la vieja escuela. Aún sigue chorreando angustia y hedonismo consumista, marihuana, alcohol y sexo sin salirse demasiado de los patrones del amor romántico –eternidad, lamentos, desesperación, reproches- desde una posición masculina. Aunque cada vez hay más excepciones. En  Ella perrea sola dice: “Qué ningún baboso se la pegue / qué la disco se prende cuando ella llegue”. Y en  A tu merced: “Yo sé que no eres fan del romanticismo / y que estás cansada de que estos cabrones te digan lo mismo”.

Su demolición controlada del discurso machista ya se entreveía en su primer álbum ( X100PRE, 2018), donde rompió definitivamente con DJ Luian, el productor que le ayudo a salir de la cueva de Sounddcloud. Por ahora, sus aliados a los mandos de las máquinas siguen siendo veteranos boricuas como Marcos  Tainy Masis, Freddy Montalvo Jr. o José Cruz. El sonido del disco es seco, afilado y en los pasajes más influidos por el  dembow roza casi lo industrial, cercano a la música electrónica de vanguardia.

Todo el disco está atravesado por un subjetivismo explícito. Apenas hay cambios en el punto de vista en primera persona. Otro signo de género y de época. El viaje desde la actitud  lumpen-punk hacia la codificación del yo como mercancía, pasando por la caricatura. Porque “Yo estaba preso, pero sonaba en la radio / Nacimos pobre' pa' morirno' millonario' / está cabrón ser yo / La Lamborghini en la cochera / Más de cien mil en la cadena”.



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