Asombrosa trama

Ciudad de México.- “América es el mejor país del mundo,” dice el personaje de Barry Seal, interpretado por Tom Cruise, a lo largo de la película Barry Seal: Hecho en América.

Es una premisa que al vecino país del Norte, le encanta presumir: “América, la tierra de la oportunidad”, “América, el país de los libres”. Veamos qué tanto se apegan esos conceptos a lo que sucede en esta cinta.

Luisiana, 1978. Barry Seal es un piloto de la TWA que para completar el gasto, contrabandea puros cubanos. Las cosas marchan bien, hasta que un extraño individuo (Domhnall Gleeson), le hace una mejor oferta: tomar fotos aéreas a los rebeldes centroamericanos, que trabajan a favor de la URSS.

Así pues, Seal comienza para trabajar para la CIA, pero habrá otros interesados: son sudamericanos, productores y comerciantes, y necesitan a alguien que transporte su producto a Estados Unidos, sin ser detectado. ¿Ya adivinaron?

La principal fortaleza de esta cinta que abarca un par de décadas, es lo asombroso que resulta su bien hilada trama; una historia por demás compleja, con muchas extensiones y aristas, que sin embargo, es fácil de seguir.

Y es que en la red de dinero, poder y política, hay un sinfín de alianzas y traiciones, de agendas diversas, que se logran conectar eficientemente y que nos dejan pasmados, al estar todo basado en hechos reales.

Afortunado también, que se logra imprimir al guión una buena dosis de humor, a través de divertidas situaciones y diálogos. 

Como ejecutores, está un reparto secundario de actores no tan conocidos, que resultan bastante creíbles; sobresale Caleb Landry Jones como el patético cuñado red neck de Seal.

Y está el carismático Cruise, en un buen papel: un hombre ambicioso e inteligente, que no se toma a sí mismo, muy en serio; pero al cual sí que le creemos, cuando nos dice que América, es tierra propicia para el oportunista libertario.