Apoyos y lapsus: De López Portillo a López Obrador
En la conversación con Jorge F. Hernández, el exvicepresidente nicaragüense Sergio Ramírez se explaya en el apoyo que México le dio a la Revolución Sandinista en tiempos del presidente López Portillo, y el que actualmente reciben él y otros disidentes de parte de López Obrador
MADRID. (Proceso).– El gobierno de Andrés Manuel López Obrador se sumó al respaldo internacional que recibió el escritor y exvicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez Mercado, tras conocerse que la fiscalía de Daniel Ortega había echado a andar su maquinaria judicial para encarcelarlo por supuestas acciones de incitación al odio y la violencia y menoscabo de la integridad nacional, entre otros.
“Me habló la ministra de Cultura, Alejandra Frausto, para decirme, a nombre del presidente, que yo tenía las puertas abiertas de México y que me expresaba su solidaridad”, recuerda Ramírez.
“Entonces, yo le pregunté a ella si podía hacer pública esa solidaridad. Me dijo, claro que sí, por eso lo estoy llamando, pero yo no la hice pública porque, no sé, me pareció…
–…¿Qué podría ser ruidosa? –tercia Hernández.
–Me pareció –retoma Ramírez– que no sé si le convenía o no le convenía al propio López Portillo… ¡López Obrador!, pero ella me dijo: ‘Sí, sí’.
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–El lapsus tiene su fundamento –dice Hernández.
–Sí, sí. López Portillo se posicionó a favor de Nicaragua cuando se produjo la revolución.
Y es que el lapsus coincide con que, minutos antes, Ramírez recordaba la tarea diplomática que desplegó el Grupo de los 12, fundamental para derrocar a Anastasio Somoza en 1979, tras 40 años de dictadura, en especial el “frente diplomático”, consiguiendo el respaldo de Carlos Andrés Pérez, de Venezuela; Omar Torrijos, de Panamá y del gobierno de José López Portillo.
“Tras volver de Alemania, en 1975, me sumé a la conspiración formando parte del Grupo de los 12, que se formó en el exilio, en Costa Rica, donde participaban Felipe Mántica, de la familia dueña de los supermercados más grandes del país; estaba Emilio Batodano, que era de empresas y plantaciones cafetaleras; el doctor Joaquín Cuadra Chamorro, el abogado de la familia Peñas; sacerdotes como Miguel D’Escoto o como el jesuita Ernesto Cardenal.
“La intención era que fuera un gobierno provisional, pero se fracasa, y al conseguir esos respaldos internacionales, incluido el respaldo del presidente mexicano José López Portillo, es que “los miembros del Grupo de los 12 acordamos salir con una declaración de respaldo a la lucha armada. Cuando eso se publicó en Nicaragua con esas firmas, la gente no podía creer que esas personas se pronunciaban diciendo que la única opción para derrocar a Somoza era el Frente Sandinista de Liberación Nacional”, recuerda.
–Actualmente Centroamérica es un territorio convulsionado. Hay inestabilidad, violencia y migración; el gobierno de López Obrador propuso el plan Sembrando Vida, que busca frenar la migración, pero no sé qué piensa de ello, si todo se queda en dinero para el plan –se le pregunta.
–Esto lo podemos dividir en dos partes. Este plan de apoyar a Centroamérica para que los migrantes se queden creando fuentes de trabajo y de desarrollo en Centroamérica, es también un plan de (Joe) Biden, por eso mandó a (la vicepresidenta estadunidense) Kamala Harris a Centroamérica, pero este plan tiene mucho de irrealidad, porque se supone que las contrapartes también son contrapartes serias, y no lo son. No son gobiernos que asuman con seriedad un reto de ese tipo, la corrupción es muy grande en Honduras, en Guatemala.
“Cuando vi esa reunión que se celebró con (el presidente de El Salvador, Nayib) Bukele, en Chiapas, yo al mismo Andrés Manuel López Obrador lo vi desconcertado de todo lo que estaba diciendo, no es nada serio.”
Prosigue: “Por otro lado, en el caso de Nicaragua, el escudo del gobierno de México siempre es la Doctrina Estrada, que es totalmente obsoleta. Sin embargo, cuando él (López Obrador) está explicando en alguna de las mañaneras que él no puede interferir en los temas de Nicaragua, que eso lo tienen que resolver los nicaragüenses, eso es en cuanto a política, pero en cuanto a derechos humanos yo tengo mi criterio y lo voy a decir.
“Eso para mí es muy importante –subraya–, porque entonces él empieza a decir que tiene que parar la represión, tiene que abrirse a las oportunidades democráticas y da una opinión política, no de derechos humanos.”
A partir de ahí, abunda, “López Obrador y (Marcelo) Ebrard elaboran una hoja de ruta, se ponen de acuerdo con Argentina y con España, para decirle a Daniel Ortega: ‘Mire, usted está metido en un gran embrollo aquí, hay que salirse de esto, primero hay que sacar a los presos políticos, abrir el proceso electoral’”.
Ramírez explica que la reacción a ese posicionamiento internacional de parte de la dictadura fue de un rechazo muy agresivo. Porque “para Daniel Ortega es como si le metieran el agua bendita al diablo.
“Rechaza tanto a López Obrador como a Arturo Fernández, de Argentina, de manera muy agresiva, al punto que se produce una de las contradicciones, que los únicos que han retirado a sus embajadores de Nicaragua son los que menos confrontados estaban con Ortega, que son Argentina y México”, pero el resto de países no han movido a sus diplomáticos.
El autor de Ya nadie llora por mí señala que desde entonces existe una campaña en Nicaragua a través de “los locutores de oficio de Ortega hablando contra López Obrador. Lo menos que le han llamado es intervencionista, proimperialista. Lo mismo de Fernández, las quejas diplomáticas a Argentina, a España, que son completamente vulgares; esa agresividad no deja por fuera al gobierno de México”.
–No hemos mencionado a Cuba, que es un telón que está en tu libro (Adiós muchachos), cuando cualquiera acusaba que Nicaragua era copia del modelo cubano. Hasta el propio Fidel Castro sabía que el acuerdo inicial de la revolución sandinista era la economía mixta, una vía que no era la que les tocó a ellos. ¿A Nicaragua le toca algo más, a semejanza de Venezuela? –plantea Hernández.
–Aquí hay un elemento muy importante, que el proyecto de Daniel Ortega no se explica sin Hugo Chávez. Es decir, a Ortega le cayó del cielo la aparición de Chávez; él sube a la presidencia con Chávez detrás, entonces cuando Daniel Ortega toma posesión por primera vez, en 2006, todo mundo quiere respaldar el cambio, está ahí el rey de España y otros gobernantes, los cancilleres, pero el acto de toma posesión no empieza mientras Chávez no llegue.
“Tres horas después llega la delegación oficial, toma posesión Daniel Ortega, dice unas palabras, despide a todo el mundo, no hay ni siquiera ese banquete oficial, nada. Se va con Chávez a un acto de masas. Es ahí donde Ortega va definiendo su opción.”
Ramírez señala que en esa misma visita se firman unos acuerdos de cooperación económica, como construir una refinería. Chávez hace varias visitas a Nicaragua y acuerdos que yo llegué a sumar rondaban los 13 mil millones de dólares, que nunca se cumplieron.
Lo que sí cumplieron fue entregarle a Ortega una cuota de petróleo durante seis años, que sumaba 6 mil millones de dólares; eso es lo que le dio estabilidad económica a su gobierno y lo que le permitió abrir su acuerdo fundamental con la empresa privada, que es muy responsable de todo lo que llegó a ocurrir después, porque todo mundo estaba feliz vendiéndole carne y otros productos a Venezuela a un precio mayor del precio internacional.