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Annegret Kramp-Karrenbauer apoya a Merkel

La canciller, a quien va a reemplazar, la eligió secretaria general de la CDU en febrero

Tiene un nombre interminable y una dilatada carrera política a sus espaldas. Annegret Kramp-Karrenbauer era la candidata del consenso, la que puede que no acabe de entusiasmar, pero con la que buena parte del partido siente que puede convivir. Es conservadora, pero no tanto. Continuista, pero no del todo. Y sobre todo ha demostrado ser una política muy eficaz, capaz de ganar elecciones en su pequeño Estado del Sarre.

Annegret Kramp-Karrenbauer apoya a Merkel

Pero en realidad, llevaba casi toda su vida preparándose; desde que en 1981 ingresara en un partido en el que ha ido escalando sin prisa, pero a buen ritmo. En el Gobierno del Sarre, el pequeño Estado fronterizo con Francia del que procede, Kramp-Karrenbauer ha ocupado varios ministerios regionales. En 2011, AKK fue nombrada ministra presidenta del land, en el que viven apenas un millón de habitantes. Pero su mayor logro político o al menos el que le reportó enorme notoriedad y reconocimiento entre sus colegas llegó el año pasado, cuando logró una sonada victoria electoral en el Sarre, con la que frenó en seco el trepidante ascenso de Martin Schulz, el efímero líder elegido por los socialdemócratas.

AKK tiene 56 años y cuenta con 18 años de experiencia de gobierno regional así como escasa experiencia nacional e internacional. Ha demostrado ser capaz de superar profundas crisis políticas y de gobernar en coalición —tripartita con liberales y verdes y gran coalición con socialdemócratas—, algo que requiere una pericia muy necesaria en tiempos de creciente fragmentación.

Licenciada en derecho y políticas, a Kramp-Karrenbauer le gusta pasear en moto en su tiempo libre con su marido, un ingeniero con el que lleva casada 30 años y que se ha ocupado de sus tres hijos mientras ella trabajaba. Quiso ser matrona o maestra, pero acabó en política siendo aún muy joven.

La llaman mini Merkel, pero las comparaciones con la canciller pueden resultar prematuras. Es cierto que ambas comparten un estilo discreto, que rehúye los aspavientos y la política del ego. En sus intervenciones de las últimas semanas ha sido más factual y menos mitinera que sus rivales, pero también más plana. Como Merkel, es capaz de dejarse subestimar a pesar de su ingente poder y también como la canciller es una laboriosa labradora de consensos, que vende “seguridad y estabilidad en un mundo muy cambiante”.

Pero a la vez es cierto que en su oposición al matrimonio gay y en su concepción de la familia clásica se ha desmarcado de Merkel. “[Kramp-Karrenbauer] es más conservadora y tiene valores sociales católicos más tradicionales”, según Kristina Dunz, autora de una biografía de la política. “Es más luchadora y más emocional”, añade. En materia migratoria por ejemplo se ha mostrado tajante y pide que los demandantes de asilo que hayan cometido un delito “no vuelvan a poner un pie en Alemania”.

Ella, en cualquier caso, se ha empeñado en los últimos tiempos en acentuar diferencias, consciente de que el partido tiene sed de cambio y de una profunda renovación y de que ella, una política criada en la CDU, símbolo del aparato, representa solo un cambio a medias.




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