Vuelve el oro a ser refugio

Los riesgos de la economía global auguran más alzas

El río revuelto es un mar de oportunidades. Al menos para los inversores que en medio de la tormenta han apostado por guarecerse en lugar seguro. Las perspectivas de desaceleración económica, una creciente incertidumbre política mundial y el conflicto comercial entre Estados Unidos y China han revalorizado el activo refugio por excelencia: el oro. Aunque el activo ha tenido una evolución dispar en los últimos 12 meses. Desde el verano pasado, cuando tocó su mínimo de 1.174 dólares por onza (1.034 euros, el valor más bajo desde enero de 2017), el precio ha subido más de un 9%, rozando los 1.300 dólares por esa unidad medida, que equivale a unos 28,35 gramos. Pero en el conjunto del año el metal terminó en los 1.282 dólares (un 1,56% menos que un año antes).

De modo que en 12 meses, y pese a la volatilidad financiera y la aversión al riesgo, el valor del oro no se incrementó. “Perdió su propiedad de activo refugio durante la mayor parte del año”, dice Gabriela Siller, analista de Banco Base. El fortalecimiento de la economía americana y su mejor dinámica laboral contribuyeron a esta evolución. A ello se vinculó la expectativa de nuevas alzas en la tasa de interés de la Fed, lo que provocó una bajada en la demanda de oro como activo de inversión. “Los mayores tipos fortalecen al dólar, disminuyendo la demanda de materias primas”, añade Siller.

Fue en octubre cuando el oro volvió al ruedo. Las malas noticias impulsaban su cotización mientras el PIB mundial empezaba a trastabillar. El Fondo Monetario Internacional (FMI) volvía a rebajar sus previsiones sobre la economía global. China publicaba los datos del tercer trimestre, el menor repunte de su PIB desde 2009: un 6,5%. La riqueza de la eurozona aumentaba solo un 1,6%, la cifra más baja desde 2014. “En EE UU el diferencial entre las tasas de rendimiento de los bonos del Tesoro a tres y cinco años se invirtió de forma momentánea, lo que históricamente se toma como indicador del inicio de un ciclo económico a la baja”, subraya Siller.

Todo ello ocurría en medio de una guerra comercial entre ese país y China y las discusiones del Brexit. El nerviosismo se hacía latente en la mayoría de los principales mercados de capitales del mundo, que terminaron 2018 en número rojos. El S&P 500 cayó un 6,24% y el Dow Jones se dejó un 5,63%. Diciembre fue particularmente malo para este último indicador, al retroceder un 8,7%, su peor último mes del año desde 1931. Las Bolsas de Europa y Asia no se salvaron del derrumbe. En ese contexto, el oro se hacía cada vez más apetecible. Los bonos del Tesoro estadounidenses a 10 años (un activo de renta fija para inversores conservadores) reducían su rentabilidad al 2,69%, una caída desde un máximo de casi el 3,25% logrado meses atrás. “Si el rendimiento en los bonos cae, el metal es más atractivo”, arguyen los analistas de Capital Economics.