Viaje tripulado a la fosa de Atacama, un oasis de biodiversidad a 8.000 metros de profundidad en el Pacífico

Por primera vez, seres humanos ven con sus propios ojos lo que ocurre frente a las costas chilenas, una región dibujada por el choque de las placas de Nazca y sudamericana

En un sumergible llamado  Limited Factor, un pequeño aparato de titanio con forma de esfera que no permite estirar las piernas, por primera vez seres humanos observaron con sus propios ojos lo que ocurre a más de 8.000 metros de profundidad, frente a las costas chilenas. Es la fosa de Atacama, una de las 30 que existen en el mundo, pero la más extensa. Es el punto más profundo del Pacífico este. Lo hicieron dos científicos chilenos, Osvaldo Ulloa y Rubén Escribano, director y subdirector, respectivamente, del Instituto Milenio de Oceanografía y ambos académicos de la Universidad de Concepción.

La expedición se realizó en enero pasado gracias a Víctor Vescovo, un explorador y magnate estadounidense que ha escalado las cumbres más altas del planeta, llegado a los dos polos y que, hace unos años, tomó la decisión de ser la primera persona en bajar a los puntos más bajos de los cinco océanos. Vescovo financió la expedición y participó en ella; una combinación entre exploración extrema y ciencia que abre la puerta a un mundo hasta ahora totalmente desconocido.

“La corteza del planeta está construida de varias placas, como un rompecabezas. Cuando chocan dos placas, se produce una cavidad, que es una fosa. Es decir, las fosas son producto del choque entre dos placas”, explica Ulloa, poco después de terminar la expedición de 12 días, donde se realizaron dos inmersiones, de 10 horas cada una (el 20 y 23 de enero).


Pero no es lo mismo. De acuerdo al doctor chileno, “obviamente una cosa es ver algo en un vídeo y otra, muy distinta, es experimentarlo a través de los sentidos mientras se navega. Es una experiencia inolvidable, extraordinaria, mágica”.

Hasta antes de que el estadounidense comenzara sus aventuras bajo el mar, solo tres personas habían bajado a una fosa oceánica y todas esas expediciones fueron a la fosa de las Marianas, en el Pacífico occidental. La primera vez sucedió en 1960 y, luego, lo hizo el director de cine James Cameron, que bajó solo en 2012. Pero en ninguno de los dos casos el sumergible se volvió a usar, a diferencia del convertible de Vescovo, que ha permitido hacer inmersiones en forma repetitiva y que cuenta con alta tecnología de navegación y hasta espacial. Junto al sumergible, los investigadores pudieron utilizar tres módulos autónomos con cámaras de vídeo, no conectados con el buque, que llevan sistemas para obtener diferentes tipos de muestras.

Lo relata Ulloa: “Cuando uno llega a un mundo desconocido, uno se hace las preguntas más simples que se puede imaginar. ¿Quiénes viven? Recién estamos conociendo algunas de las especies. ¿Cómo son capaces de sobrevivir a las grandes presiones? Requieren adaptaciones a nivel genético y molecular para poder resistir allá abajo. ¿Qué comen? ¿Qué tan dependientes son del alimento que les cae de la superficie? Como no hay luz, de alguna parte tienen que conseguir los nutrientes, la energía”.

El  Limited Factor ya no navega en las aguas chilenas, porque ha emprendido rumbo a otros océanos. Pero deja interrogantes y amplios caminos de investigación científica a través de las imágenes de zonas jamás exploradas del planeta. “Es un tesoro que aún no hemos abierto”, asegura el científico chileno, que de niño creció fascinado con los relatos de Julio Verne y los misterios que esconde el mar.