Una de las peores crisis humanitaria

Padres e hijos viven en un mar de carpas y lonas, algunas atadas con bolsas de basura. Hay quienes duermen a la intemperie bajo temperaturas de congelación

Brownsville, Tx.- Una humareda maloliente recorre un campamento de refugiados a pasos de la frontera entre México y Estados Unidos, producto de fogatas constantes y de montañas de desechos humanos. Padres e hijos viven en un mar de carpas y lonas, algunas atadas con bolsas de basura. Los hay quienes duermen a la intemperie bajo temperaturas a veces de congelación.

Justina, quien dice haberle escapado a la persecución política en Nicaragua y busca asilo en Estados Unidos, trata de mantener saludable a su beba de ocho meses en la carpa que ocupan. A la niña, Samantha, se le diagnosticó neumonía y hace poco fue dada de baja en un hospital donde escasean los antibióticos.

“Aquí yo aguanto frío, hambre y todo porque no tengo recursos y la niña también aguanta”, dijo Justina, quien no quiso dar su apellido por razones de seguridad.

El campamento es producto de la política del gobierno estadounidense de Donald Trump que obliga a las personas que piden asilo a permanecer en México mientras se procesan sus solicitudes. Más de 5,000 personas, incluidas Justina y Samantha, se encuentran en esa situación.


Un médico cubano que se identificó como Dairon atiende a migrantes que piden asilo en EEUU en un campamento de refugiados.

Global Response Management planea traer un acoplado pronto para ampliar su capacidad de atender a migrantes.

“Lo importante es que no me corresponde a mí resolver la parte política de todo esto ni arreglar el sistema de inmigración”, expresó Perry. “Mi trabajo es ofrecer atención médica, darles medicinas y esperanzas”.

Del otro lado del río Bravo hay carteles que dicen que Quédense en México funciona como se pensaba.

Las detenciones son de 300 ilegales al día

En el Rio Grande Valley, el punto más austral de Texas y por muchos años el sector de la frontera por donde se hacían más cruces, la Patrulla de Fronteras detiene a unas 300 personas todos los días. En mayo arrestaba a 2,000 diarias.

Por años, grandes cantidades de familias cruzaron el río Bravo a pie o en balsas. Los coyotes enviaban a las familias a sitios conocidos y les decían que esperasen allí que la Patrulla de Fronteras las detuviese.

Ahora, las rutas próximas al río, donde los agentes divisaban familias varias veces en un día, están generalmente vacías. Y los centros de procesamiento de la Patrulla de Fronteras retienen a cada vez menos migrantes. Cientos de agentes asignados a los centros de procesamiento o a monitorear migrantes están cumpliendo de nuevo sus tareas habituales.

“Queremos hacer nuestro trabajo, no lo que estábamos haciendo”, dijo un agente, Hermann Rivera, durante una visita reciente.

Las familias que piden asilo son detenidas rápidamente y llevadas a la frontera, con citas para más adelante. A menudo las dejan a varias horas de los sitios por donde cruzaron originalmente.

Los agentes no deben enviar de vuelta a menores que viajan solos y pueden hacer excepciones con “poblaciones vulnerables”, aunque ha habido varios casos de mujeres embarazadas o enfermas que de todos modos fueron devueltas a México.

Rodolfo Harisch, jefe de la oficina de la Patrulla de Fronteras en el Rio Grande Valley, declaró en una vista de septiembre que esa dependencia estaba enviando hasta 1.200 personas semanalmente a México.

“¿Quién los ampara?”, preguntó Efrén Olivares, abogado del Texas Civil Rights Project.

“No sé”, respondió Karisch.