Trifulca callejera en las vías del ferrocarril

Al llegar a la esquina suroeste de la plaza, se encontró con un grupo de como cuatro o cinco muchachos, entre los que se encontraba Roberto Bedolla. Al toparse con ellos, este último le dijo “ese que va allí es puro cabrón”. Santiago Maciel no lo tomó en cuenta y siguió su camino para su casa, pero Bedolla volvió hablare de nuevo diciéndole que, “fuera a chin… a su madre”. Fue entonces que el joven Maciel le contesto que, “fuera a chin… a veinte y que si tenía algo contra él, que se viniera”

Cronista Municipal de Reynosa

Eran las 11 de la noche del 19 de octubre de 1931, cuando Santiago Maciel López compareció en la casa consistorial de Reynosa ante el Síndico del H. Ayuntamiento de Reynosa y quien tenía la función de Agente del Ministerio Público, Manuel A. de la Viña. Pocos momentos antes, el joven Santiago había sido lesionado en un hecho de sangre en las calles de la población. Por lo que de la Viña nombró como peritos al Dr.  José María Cantú y al práctico en medicina Alfredo Isasi, para que examinaran al muchacho. 

Estos procedieron a explorar las heridas en el cuerpo del denunciante, dando fe que éste presenta una hecha al parecer por instrumento cortante, situada en el tercio superior del antebrazo izquierdo. En la cara posterior de su brazo tenía una herida cruzada de arriba abajo y de adelante hacía atrás, como de ocho centímetros de extensión, la cual afecto piel, tejido celular y aponeurosis. De acuerdo con el Dr. José María Cantú la herida no ponía en peligro la vida del ofendido y que se curaría en un mes.

La declaración del ofendido

Santiago Maciel era un joven de tan solo 18 años de edad, originario de Congregación Garza. Trabajaba como ayudante de mesero en el cabaret “Cristal Palace Bar”, lugar que se encontraba al nororiente de la plaza Hidalgo en esta ciudad. Vivía en e hogar de su padre, don Hesiquio Maciel.

El joven explicó que después de su trabajo en el cabaret, se dirigió a su domicilio en la colonia “Bella Vista”. Esta fue la primera colonia, después que la villa de Reynosa fuera elevada a ciudad en 1927. Él iba acompañado de un compañero de trabajo, el joven Ramiro Adame. Al llegar al quiosco de la plaza Juárez se habían separado con diferentes rumbos, yéndose Adame rumbo a su casa y él para su colonia. A mediados del siglo a esta plaza se le cambió el nombre de Juárez a Niños Héroes. 

Pero al llegar a la esquina suroeste de la plaza, se encontró con un grupo de como cuatro o cinco muchachos, entre los que se encontraba Roberto Bedolla. Al toparse con ellos, este último le dijo “ese que va allí es puro cabrón”.  

Santiago Maciel no lo tomó en cuenta y siguió su camino para su casa, pero Bedolla volvió hablare de nuevo diciéndole que, “fuera a chin… a su madre”.  Fue entonces que el joven Maciel le contesto que, “fuera a chin… a veinte y que si tenía algo contra él, que se viniera”.

Todo el grupo de muchachos se encaminaron a donde se encontraba parado Maciel. Juntos lo siguieron para la vía férrea, pero antes de llegar y frente a la casa del Sr. Demetrio M. Velasco (Rodríguez) Jr. pararon. Santiago le dijo a Bedolla que, allí era el punto en donde me has de decir lo que mejor te convenga. Bedolla le respondió que, en ese lugar había familia y que mejor se fueran para la vía del tren. La casa de sillar de los Velasco todavía se encuentra en pie en la esquina de las calles González Ortega y Colón, a una cuadra hacia el sur de la actual plaza Niños Héroes. 

Resultó que, estando parados en las vías del ferrocarril Maciel se peleó con otro de los muchachos. Ahí se enteró que se llamaba Tomás Martínez. Éste le indicó que con el se las vería y sin esperarlo, Santiago recibió varios golpes con la mano en la cara. Entonces también empezó a tirarle golpes, pero nunca pudo darle alguno. Santiago explicó que el metió el brazo izquierdo para defenderse y fue cunado su oponente tal vez le infirió la cortada con una cuchilla zapatera. Santiago no vio cuando su contrincante sacó la navaja, solo sintió el corte en su brazo.

Después de haber recibido los golpes en la cara, Santiago había sacado también su navaja que cargaba en el bolsillo de su pantalón. Al lograr abrirla, su contrincante se la tiró de la mano con un puntapié. Por lo que no supo donde quedaría, según decía Santiago Maciel. 

La declaración del contrincante

Había pasado media hora de que había llegado a la presidencia Santiago Maciel, cuando el comandante de la policía, Andrés Bujano, avisó que su personal a sus ordenes había localizado y aprehendido a Tomás Martínez. 

Éste era señalado como el responsable de la lesión que tenía Santiago. Tomás también se encontraba herido, por lo que se dispuso se quedara en el Departamento de Sanidad de la dependencia policiaca. 

Para su revisión médica se nombró como peritos al Dr. Adolfo Calderoni y al práctico en medicina, Daniel M. Macías. Estos y el personal de la Agencia del Ministerio Público se concentraron en el Departamento de Sanidad de la Comandancia. El Agente dio fe que Martínez presentaba una herida hecha con instrumento cortante en el antebrazo derecho, de 8 a 9 cm de largo.

La herida había afectado la piel y el tejido celular. A juicio del Dr. Calderoni, la herida no ponía en peligro la vida del afectado a menos que no se la atendiera. Calculaba estuviera el paciente fuera de complicaciones en menos de quince días. 

Tomás Martínez era un joven de 19 años de edad, trabajador industrial en el ramo de la zapatería zapatero. Según la versión de Martínez, él encontraba sentado platicando en la esquina suroeste de la plaza Juárez en Reynosa, en compañía de los jóvenes Roberto Bedolla, Rubén Gutiérrez, Jesús Guevara y Guillermo Bedolla

En eso paso junto a donde ellos estaba Santiago Maciel López, quien venia acompañado de un muchacho desconocido. Al verlo uno de los muchachos lo llamó y Roberto Bedolla le dijo que era “puro pendejo”. 

Tomás expuso que Santiago se detuvo para reclamarles, por lo que le habían dicho, intentando sacar un arma que portaba en la cintura. 

Tomás le manifestó que más le valía se fuera de ahí, pues ellos estaban pasando el rato platicando, sin tener un motivo para reñir. Maciel le replicó si el era tan hombre y quería, se saliera con él a pelear. Tomás, junto con Roberto Bedolla, Rubén Gutiérrez se encaminaron con Maciel rumbo al cementerio. Roberto Bedolla le indicó a su hermano Guillermo y a otro muchacho llamado Jesús Guevara para que se fueran a dormir a sus casas. 

    Después de caminar por dos cuadras hacia la vía férrea, Santiago Maciel que iba adelante se devolvió para decirle a Martínez que allí era el lugar para arreglarse. 

En ese momento Santiago ya portaba en su mano una navaja rasurar abierta, según Tomás Martínez. Como el primero hizo el intento de atacarlo, de inmediato echó mano de una cuchilla zapatera que cargaba. Ambos reconocieron que no debían pelearse en ese lugar, pues Santiago proliferaba palabras obscenas y las familias inmediatas se habían alarmado.

    Fueron mas para abajo rumbo al cementerio, antes de llegar al crucero del ferrocarril se separo el acompañante de Maciel. Ahí le dijo Tomás a Santiago que, tirara la navaja y el tiraria la cuchilla zapatera, para poder agarrarse mano a mano. Pero Maciel le dijo que no tiraba la navaja. Le hizo el engaño con la navaja por lo que Tomás le dio un golpe en la cara con la mano, dándole también un puntapié en el cuerpo. 

Entonces Maciel le tiró un navajazo a la cara de Tomás Martínez, pero no lo alcanzo. Debido a que metió el brazo se lo hirió Maciel.  Así lesionado e indignado, Tomás agarró en la mano la cuchilla zapatera que portaba y le tiró un golpe a Maciel, dándose cuenta cuando lo  había cortado en el brazo. Como siguieron peleando, sus compañeros intervinieron para separarlos.

De ahí el grupo se dispersó, viniéndose Tomás hacia el centro de Reynosa, junto con Bedolla y Gutiérrez a ver al Dr. Calderoni, quién le hizo la primera curación. De ahí se fue para su casa, donde momentos más tarde llegarían los gendarmes Rafael M. Guevara y Daniel M. Macias, para conducirlo a la Comandancia de Policía de Reynosa.

A las diez de la mañana del día siguiente 20 de octubre de 1931, los dos convalecientes permanecían a disposición del Juzgado en el Departamento de Sanidad de la Comandancia de Policía de Reynosa. 

Esto era para determinar la responsabilidad de estos hechos delictuosos. Todavía faltaba tomarle las declaraciones a los otros jóvenes que habían presenciado la trifulca en las vías del tren, la noche anterior. La historia de estos personajes será contada en una próxima ocasión. 


Mapa de Reynosa en la Portada del Album Conmemorativo de Enero de 1927.