Controvertidas recreaciones

Realizan simulacro de tiroteo con víctimas múltiples a fin de preparar a los equipos de intervención inmediata

Varios estudiantes recuerdan aún los gritos incesantes de los niños pidiendo ayuda o la imagen de sus compañeros gimiendo sobre amigos aparentemente sin vida. Un padre rememora su creciente malestar ante el aspecto tan real de las heridas falsas y de la sangre artificial. Un jefe de bomberos se maravilla de lo bien que una alumna había representado su papel de adolescente desconsolada, hasta el punto de hacer que él y otros tres socorristas creyeran que necesitaba realmente asistencia médica, y que un técnico en emergencias médicas se echara a llorar.

Un sábado de principios de junio, menos de dos semanas después de que un tiroteo en una escuela de Uvalde, Texas, acabara con la vida de 19 alumnos y 2 profesores, la pequeña localidad costera de Greenport, en la península de North Fork, Long Island (Nueva York), protagonizó un espectacular ejercicio: un simulacro de ataque armado a un colegio. El objetivo: que los equipos de intervención inmediata prepararan su reacción ante un hipotético ataque violento a un centro escolar. Un delito que, en los últimos años, se ha vuelto lo bastante frecuente en EE UU como para ser incluido en el protocolo habitual de respuesta a las crisis.

Este simulacro en el instituto de Greenport, en el que, según los organizadores, participaron 62 víctimas ficticias y alrededor de 240 agentes de primeros auxilios de varios organismos de seguridad pública y distritos de bomberos, no guardaba relación directa con los retrasos y la mala gestión del tiroteo de Uvalde. La práctica estaba en la agenda de los jefes de bomberos locales desde principios de enero, cuando el primer jefe adjunto, Alain de Kerillis, del Departamento de Bomberos de Greenport, propuso incluirlo en el calendario de formación del año.

El mundo en el que vivimos hoy en día, sostenía, requiere instrucción para que los departamentos estén preparados en todo momento desde el punto de vista logístico y psicológico. “Hace 30 años, a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, lo único que hacíamos era apagar un fuego y luego tomarnos un par de cervezas comentando lo genial que era aquello”, declaraba De Kerillis en una entrevista a mediados de junio. “Hay algo verdaderamente maligno en lo que está ocurriendo. ¿Cómo prepararse mentalmente para ello?”.


  • El equipo de rescate tuvo que ensayar la manera de realizar la mayor cantidad de traslados en la menor cantidad de tiempo posible.

Su amiga Dayanna, de 16 años y alumna de bachillerato como ella, se enteró del ejercicio por el Servicio de Ambulancias Brentwood Legion, en cuyo programa de formación de técnicos en primeros auxilios participan ambas amigas. Al principio no le interesó, pero tras los asesinatos de Uvalde cambió de opinión. Dayanna, que espera asistir a la Universidad de Stony Brook y convertirse en enfermera de urgencias, sintió la necesidad de esta clase de preparación.

“Por desgracia, cosas como esta ocurren”, dice de los tiroteos masivos. “Para evitar más muertes, hay que dar un poco más de tu tiempo”. Cuando la estudiante llegó al campo, pidió que le asignaran un papel difícil. “Me presenté como voluntaria para hacer de histérica”, explica, así que se pasó el simulacro gritando, corriendo entre la gente con la ropa ensangrentada y hasta tirando de los socorristas e intentando arrastrarlos para que dejaran de atender a los heridos y ayudaran a los muertos simulados. “Procuré hacerlo lo más real posible”, explica.

Uno de los bomberos, el segundo jefe adjunto Craig M. Johnson, del departamento de Greenport, explica que actuaciones como la que simulaba esta alumna resultan desconcertantes. “Los gritos nos conmocionaron”, reconoce, “tuve que dar marcha atrás un momento y ordenar mis pensamientos antes de continuar”.

Amenazas
  • La más inesperada consecuencia del simulacro de Greenport llegaría una semana después. Un chico de 15 años, alumno de 3º de secundaria del centro, fue detenido por amenazar con atacar la escuela, comunicaron las autoridades. El nombre del adolescente no se dio a conocer para proteger su privacidad.
  • Tras la detención, los jefes de bomberos declararon que su deber y el sentido de estos simulacros eran aún más evidentes: “Nuestros hijos”, concluyó Chip Bancroft, “deben contar con toda la seguridad y protección que podamos permitirnos”.