Un mapa elaborado hace siglos, cuando los colonos españoles consolidaron su presencia en lo que ahora es México y el suroeste de Estados Unidos, ha sido devuelto al gobierno mexicano, marcando el fin de un esfuerzo de años para llevar el documento histórico de regreso a casa.
Agentes del FBI y funcionarios mexicanos se unieron el martes a historiadores y archivistas en el consulado en Albuquerque para una entrega celebratoria del mapa. Justin Garris, Agente Especial a Cargo del FBI, dijo que era más que solo tinta sobre papel, y los funcionarios mexicanos lo describieron como una parte muy importante de su historia y patrimonio cultural.
“Este documento enriquece nuestra memoria colectiva y fortalece los lazos que unen a México con Nuevo México”, dijo Patricia Pinzón, cónsul de México en Albuquerque.
Mencionó el Camino Real de Tierra Adentro como uno de esos vínculos. La ruta, de 2.560 kilómetros (1.600 millas) sirvió alguna vez como una ruta vital entre Ciudad de México y Santa Fe, y se representa como una característica central que serpentea a través del mapa. Los nombres de las comunidades están escritos artísticamente a lo largo de la ruta, mientras que otras líneas que irradian desde ésta representan los ríos.
Los nombres de las comunidades nativas estadounidenses están insertos entre los puntos y los oscurecidos festones que representan los valles, mesetas y montañas que se extienden en lo que ahora es el centro de Nuevo México, Taos y áreas cercanas a la frontera con Colorado.
A diferencia de los mapas de hoy, este está orientado con el norte a la derecha y el oeste en la parte superior.
Pinzón comentó que el mapa es uno de los miles de artículos arqueológicos y culturales que han sido reclamados por México en los últimos años. El mes pasado, fue devuelta una página de un invaluable manuscrito de casi 500 años, firmada por el conquistador español Hernán Cortés.
Desaparición y descubrimiento En 2011, varios archivistas en Ciudad de México se dieron cuenta de que el mapa había desaparecido. Formaba parte de las 75 piezas sustraídas de los registros pertenecientes a los archivos nacionales. La prueba física era una marca en un volumen al que se habían retirado varias páginas.
Pasaron unos cinco años sin pistas.
Luego llegó una llamada de un bibliotecario de la Biblioteca de Historia Fray Angélico Chávez del Museo de Historia de Nuevo México en Santa Fe, quien realizaba una investigación de antecedentes sobre un mapa que se presentó a la biblioteca para su venta. El experto encontró pruebas de que el documento podría haber sido robado, dijo Billy Garrett, director ejecutivo del museo.
Los archivistas mexicanos utilizaron negativos y copias en microfilm para demostrar que el documento en Santa Fe era genuino.
Tomó años trabajar a través de protocolos y leyes internacionales relacionadas con la devolución de material robado de otros países, pero Garrett dijo que, durante ese tiempo, la biblioteca tuvo mucho cuidado de proteger el mapa en un ambiente de clima controlado. El documento está trazado en papel hecho de pulpa de trapo.
El FBI custodió el mapa durante el último año mientras se hacían los arreglos finales para la entrega, efectuada el martes.
“Estamos muy contentos de que vuelva a sus legítimos dueños, y nos alegramos de haber podido cuidarlo por un tiempo”, afirmó.
Los investigadores federales dicen que no es de sorprender que el mapa haya aparecido en Santa Fe, dado que la ciudad es un importante centro de comerciantes y coleccionistas fascinados con el arte nativo estadounidense y colonial español. Aunque no revelaron detalles sobre su investigación, dicen que no se presentarán cargos.
Pieza de un rompecabezas más grande
Manuel García y Griego, profesor de historia de la Universidad de Nuevo México, recordó haber fotografiado una imagen de computadora del mapa hace aproximadamente una década mientras realizaba investigaciones en el Archivo General de la Nación en Ciudad de México. Cuando lo encontró por primera vez, supo que era importante.
Joseph Sánchez, fundador del Centro de Investigación Colonial Española en la UNM, había fotografiado una copia del mapa décadas antes para su propia investigación.