Un año y medio después...

Expertas en salud mental hacen un balance del estado actual de los menores y dan recomendaciones a padres, maestros y alumnos

El aislamiento en que han vivido desde marzo de 2020 por la pandemia de Covid-19 ha dejado secuelas en niños y adolescentes: depresión, ansiedad, irritabilidad, desgano, pesadillas y problemas alimenticios, entre otros trastornos emocionales.

Expertas en salud mental hacen un balance del estado actual de los menores y dan recomendaciones a padres, maestros y alumnos.

Hay que validar, reconocer, expresar...

Si el confinamiento ha sido tremendo para los adultos, para los niños y adolescentes fue aún peor, advierte la psicoterapeuta Mónica Esquinca.

"Si yo me pongo en sus zapatos digo: es un año y medio de vida perdido, así te lo pongo. Es perder año y medio a sus amigos. No es lo mismo verlos a través de un dispositivo que tener el contacto físico, poderlos mirar, la diversión, el juego, todo lo que implica la socialización, la hermandad, en niños y chavos por igual", señala la autora del libro SOS ¡Mi hijo está en apuros!

La psicóloga, quien trabaja en terapia individual con niños, adolescentes y adultos, destaca las pérdidas que se han registrado en el aspecto educativo y, como capacitadora de maestros, reconoce los grandes esfuerzos de la mayoría de los profesores para manejar los dispositivos, las plataformas, "parándose de cabeza" inclusive para captar la atención de los alumnos, con la creatividad y capacidad que cada uno tiene.

En tu experiencia como terapeuta, ¿cuáles son las principales afectaciones que has observado en niños y adolescentes?

Yo, antes de la pandemia, el principal tema de trabajo terapéutico era la autoestima, tengo más de 30 años trabajando con chavos, pero paulatinamente cambió a ansiedad, cuadros de ansiedad severa, niños con pesadillas, terrores nocturnos, problemas de enuresis (incontinencia urinaria) que antes no se presentaban, niños que eran más seguros ahora con cierta inseguridad para hacer las cosas, más calladitos si antes eran más sociables, desgano incluso en niños de 9 años en adelante, apatía por hacer las cosas, sí podría decir que hay un profunda tristeza en muchos, depresión, irritabilidad, están mucho más con las emociones a flor de piel.

Si antes eran más tolerantes al regaño o a la consecuencia de algo que hicieron, al hermanito, ahora se ha ido exacerbando la intolerancia.

Es como una bola de nieve que afecta sistémicamente a niños, papás, maestros, la sociedad.

Los sociólogos tendrán que hacer estudios pospandemia para medir todos estos efectos

¿Qué recomendaciones darías de cómo tratar a los hijos?

Lo más importante par mí es validar: tomar por bueno o real la situación que los niños dicen estar viviendo. Si un niño está diciendo: veo monstruos en los clósets o tengo pesadillas, (decirles) 'sí claro, entiendo que puede estar pasando, ¿cómo te ayudo?, vamos a resolverlo juntos'. Primero, validar.

Por otro lado dar reconocimiento a las cosas que ellos hagan bien. Que los niños estén más conscientes de sus cualidades, de su potencialidad, de las cosas buenas que ya son capaces de hacer, y eso equilibra más las cosas que ellos son capaces de hacer, sube su autoestima.

Por otro lado, yo he recomendado durante este año y medio espacios de contención, es decir espacios de expresión con papás e hijos --incluso si hay papás separados y hay una buena relación con el ex, hacerlo a través de Zoom--, hablar de cómo estamos con todo esto, a lo mejor pueden empezar los papás, decir: 'yo también tengo estrés, tengo esta preocupación', y entonces los niños y los adolescentes pueden decir: 'no sólo somos nosotros, a mi papá y mamá que yo veía como superhéroes también les pasa'. Humaniza más a mamá y papá, porque luego los niños ven a sus papás más como un rol, y no como seres humanos con corazón.

Claro, tampoco transmitirles todo tu estrés, todo debe ser medido, si debe haber esta empatía: 'a mí también me pasa y lo estoy resolviendo, me estoy haciendo cargo'.

Esquinca comenta que se ha topado con niños que han perdido a alguno de sus papás y han querido tomar el rol de papá o mamá, de querer resolver cosas que no les corresponden.

"Hay casos así, como el de un niño que murió su papá por Covid, de 9 años. Entonces, es trabajar mucho con la mamá de que se dé cuenta, de cómo ella, entre el duelo que está viviendo, que pueda mostrarse fuerte, que sus hijos puedan ver que ella puede.

"O de un chavo que sus papás se separaron y está con 'cómo gano dinero, de dónde'; la mamá puede, pero empiezan a asumir esto.

"Como consecuencia de la pandemia, tuve una chiquita de 9 o 10 años que, como están más en redes, comenzó a preguntarse: 'no sé si sea lesbiana', con un cuadro de ansiedad terrible, es información que los rebasa, es 'cómo lo digiero', es una consecuencia indirecta, que por el mayor acceso a las redes reciben información que los rebasa".

Para abordar en familia las emociones difíciles que están experimentando --porque hay niños o jóvenes que no saber qué decir--, la psicóloga propone técnicas como hacer una historia o un cuento en conjunto, por ejemplo, de una familia que se va a un viaje y les pasan cosas y cómo entre todos generan soluciones.

"Es una herramienta terapéutica porque proyecto en la historia algo de lo que me está pasando en el personaje, y, al darle una solución, de una manera inconsciente ya sé qué hacer", explica. 

También sugiere reforzar la mirada positiva hacia lo que sí tenemos: un hogar, una casa, mis papás, si están juntos, salud.

Asimismo se pueden usar técnicas de meditación, de relajación, crear un domingo o una tarde familiar en la que todos se comprometan a estar juntos, con palomitas, viendo películas, con juegos de mesa, haciendo rompecabezas, dibujos...

"A veces es medio complicado, porque me he topado con papás --sobre todo papás, porque las mamás como que asumen más el rol-- que lo que quieren es descansar, porque están tan cansados que sólo quieren descansar, echarse una cervecita, les cuesta un poco, pero si valoraran el efecto tan positivo que tiene harían muchas cosas".

¿Cuáles serán los efectos a mediano y largo plazo para esta generación de niños y adolescentes?

Uno es el famoso síndrome de la cabaña, que, después de haber estado encerrado tanto tiempo: '¿qué está pasando?, tengo paranoia a que me vaya a contagiar, a tocar algunas cosas o ¿será suficiente mi mascarilla', en fin, yo creo que eso va a durar un buen tiempo, sobre todo en niños. En adolescentes, también, pero a esas edades comienzan a tener un poco más de recursos emocionales, desde la lógica.

Y al interior yo diría el proceso de reconstrucción, a lo mejor van a estar inseguros un tiempo, pensando que no tienen la misma capacidad. Pienso en un niño que es muy tímido y que no le gusta tener los reflectores, a lo mejor la plataforma que usaba lo ponía en el anonimato, pero ahora que regresa, y vuelve a hacer presencia física, ahora es la readaptación. La seguridad y confianza ante la vulnerabilidad.

¿Algún mensaje para papá y mamá?

Yo sé que ellos también están pasando por su proceso de estrés, porque también está lo laboral: en organizaciones a las que también asesoro, los jefes están siendo más exigidos, entonces el jefe le exige más al colaborador, y el colaborador es el papá o mamá que está a punto de explotar; entonces, dentro de sus posibilidades, que estén con más paciencia, que se pongan en los zapatos de sus hijos, pensando que, si estuvieran en la edad que ellos tienen, cómo lo estaría viviendo, para desde allí, volviéndose niños o adolescentes, puedan tener un contacto diferente.

ASÍ LO DIJO

"Si un niño está diciendo: veo monstruos en los clósets o tengo pesadillas, (decirles) 'sí claro, entiendo que puede estar pasando, ¿cómo te ayudo?, vamos a resolverlo juntos'".

Mónica Esquinca,

psicoterapeuta

Les están robando vida y convivencia

Antes de la pandemia, la psicóloga Carolina Zárate atendía en su consulta a un 80 por ciento de adultos y el resto eran niños y adolescentes. Ahora la proporción es casi 50-50.

Generalmente los menores acudían por problemas de conducta o autoestima, pero a partir del confinamiento, despuntaron los problemas de ansiedad, depresión y estrés. Llegaron niños desde los 9 años de edad con ataques de ansiedad, adolescentes con parálisis y problemas de sueño, entre muchos otros trastornos.

La terapeuta cognitivo conductual atendió a una adolescente de 12 años que comenzó con ataques de ansiedad al estar frente a la computadora en la clase virtual.

"Es una clase muy numerosa, con todas las caritas en la pantalla. Ella está en una etapa de transición de niña a adolescente: insegura, etcétera. La maestra le llama la atención y a la niña le llegaron a dar ataques de ansiedad enfrente de la cámara.

"Le comenté a las maestras que no pasaba nada si ella participaba con la cámara apagada. Se aferrraban con esa parte de 'es que todos deben tener la cámara abierta', sí, pero ella no puede en este momento manejarlo. Es un proceso. A eso le sumas problemas familiares que tenía. De repente pasaba la mamá por detrás discutiendo con el papá y se avergonzaba.

"Al final sí se pudo arreglar con los profesores. La chica está mucho mejor, haciendo ejercicios de respiración, trabajando en la autoestima, sin embargo sí fue brutal ver que llegó a quedar catatónica, se quedaba congelada de la ansiedad que le provocaba estar frente a la cámara en clases".

¿Cómo podemos ayudar en general a los niños y adolescentes ante las afectaciones emocionales que están viviendo?

Primero, a los padres decirles que deben tener empatía, empatía y empatía. Porque ninguno de nosotros vivimos una situación como la que están pasando nuestros hijos. Es muy fácil decir: échale ganas a la escuela, pero estar 10 horas en la computadora, come y ahora aviéntate 5 horas haciendo tareas no es tan fácil. La cantidad de tareas que les están dejando es criminal.

En mi experiencia, con pacientes y con mi hijo, los primeros meses eran tareas hasta las 11, 12 de la noche, 1 de la mañana, y así es en todas las escuelas de los pacientes que yo trato.

Tener empatía con ellos, ayudarlos en lo que se pueda, tal vez no en trabajos de matemáticas, física, etcétera, pero si de repente les dejan maquetas, en eso se les puede ayudar.

Entender que están cansados también. Como dicen algunos niños: me están robando mi vida, me están robando mi tiempo de jugar, de convivir con amigos.

Los adolescentes ni tiempo tienen de estar con la novia o el novio, de salir, ellos sienten que les están robando algo, entonces tener esa empatía con ellos y decir: ok, sé que no es el mejor momento, vamos a convivir, a hacer algo juntos: cambiar de tiempo con amigos a tiempo con familia, que al final los papás no conocen a los niños realmente.

Antes de la pandemia, la mayoría de los papás veían poco a sus hijos, a partir de las 5 de la tarde hasta las 9 o 10 de la noche, eso no es conocerlos. Ahora están 24/7.

No los conocemos, darnos la oportunidad de conocernos como iguales, qué le gusta a mi hijo, qué no le gusta, vamos a jugar, a convivir. En el caso de adolescentes, vamos a ver las series que a ellos les gusta, y que quizá no nos gustan a nosotros, también conocer esa parte y que ellos no se sientan solos.

El hecho de escucharlos y no hacer menos sus emociones no sabes cómo les ayuda. Cuando nos dicen: es que extraño a mi amiguita, no decirles: 'ay no exageres, hay cosas peores, hay gente muriéndose', sí, pero para ellos su amiga era lo máximo y ahora no la tienes. El no hacer menos sus emociones los ayuda muchísimo y también ponernos en su lugar.

¿Recomiendas a los padres que envíen a sus hijos a clases presenciales?

Es un tema de cuestión de vacunas. Me dicen los padres: '¿mando a mi hijo de 5 años si sé que no se va a contagiar?', mándalo. Pero tú sabes que hay escuelas que son 60 niños en un salón pequeño, mal ventilado. Si como adulto, el hecho de traer cubrebocas todo el día es pesado, imagínate para un niño.

Creo que lo mejor sería que fuera híbrido: unos días en la escuela, unos días en casa y con jornadas no muy largas. Creo que sí sería bueno que regresaran por la convivencia que podrían tener entre niños, pero no todos los días, porque podría generarles estrés: 'y si me quito el cubrebocas, qué me va a pasar':

¿Qué efectos va a tener en el mediano y largo plazo este confinamiento en los niños?

Ya se está viendo desde ahorita. Tengo niños que sí regresan a la escuela presencial y les da mucho miedo regresar, les da mucho miedo exponerse, el simple hecho de que ya no saben convivir, dicen: 'se van a burlar de mi', 'qué van a decir', 'mi mamá me va a mandar con la careta, con el cubrebocas', el miedo a exponerse, el miedo a estar frente a una maestra, son muchas cuestiones que sí les están afectando.

¿Cómo les está afectando a los maestros psicológicamente?

Atiendo también a maestros. También a ellos los están presionando de arriba: 'deja mil tareas para que vean que sí estamos trabajando'. El estrés que traen los maestros también les está afectando muchísimo. Sí, ellos están dispuestos a dejarles menos tareas y a ponerles más actividades para relajarlos un poco, pero tienen que cuidar a 50 niños, y creo que no están capacitados para todo esto.

¿Qué deben hacer las escuelas ante esta problemática?

Las escuelas deben implementar algún tipo de talleres. Se debe trabajar con los maestros para sensibilizarlos. Si sensibilizaran a los maestros, si sensibilizaran a los papás, podrían ver que si no tienen abierta la cámara no pasa nada. Lo importante ahorita es que estén bien psicológicamente. Creo que sí sería muy valioso que dieran este tipo de cursos.

¿Y los papás que deberían hacer?

Creo que sería muy bueno que los papás nos pusiéramos un poquito más las pilas en cuestión de actividades físicas de los hijos. Están muchas horas frente a las computadoras y luego muchas horas haciendo tareas y muchas horas con el juguetito sin un control.

Al momento de tener un contacto real con personas ya no saben cómo hacerlo. Nosotros como papás podemos ejercitar con ellos ese contacto físico.

Tengo pacientes de muchos países que tienen a sus hijos en burbujas. Yo sé de tres o cuatro mamás, por ejemplo, que no los exponen para nada. Si llevamos a nuestros hijos al parque, porque sé que no estamos contagiados, estamos propiciando que convivan con gente de la misma edad, eso sería maravilloso que lo podamos hacer como papás: me cuido para que mis hijos puedan convivir con niños de su misma edad. 

Sería buenísimo fomentar juegos de mesa, actividades de padres con hijos entre iguales, ya no en el papel de yo soy la mamá o el papá, sino yo voy a tratar de ponerme en tu lugar.

Sé que es complicado porque los papás traemos más broncas: que los salarios, que si me corren o no me corren del trabajo, pero al final en los niños repercute todo eso.

ASÍ LO DIJO

"A los padres decirles que deben tener empatía, empatía y empatía. Porque ninguno de nosotros vivimos una situación como la que están pasando nuestros hijos".

Carolina Zárate, psicóloga

Del sufrimiento al crecimiento

Los padres y maestros pueden ayudar a capitalizar el sufrimiento que los menores viven durante el confinamiento, asegura María Elena Garassini, Doctora en Psicología y Educación por la Universidad de Sevilla.

"Situaciones por ejemplo en las que yo pasé mucho tiempo sin ver a mis amigos, sin jugar el deporte que me gustaba, sin jugar con mis primos, sin ir a los lugares que iba los fines de semana, eso me enseñó que yo era capaz también de ayudar, por ejemplo, en la cocina a mi mamá, y ahora resulta que me encanta la cocina, o yo fui capaz de aprender cosas nuevas", señala quien ha sido ponente por varios años en el foro de bienestar Wellbeing 360, organizado por el Instituto de Ciencias de la Felicidad, del Tecmilenio.

La especialista sugiere aplicar conceptos como resiliencia y recuperación en la adversidad para descubrir con niños y adolescentes cuáles son las fortalezas que desarrollaron durante el confinamiento.

"Si en las escuelas se comienzan a hacer reflexiones con los niños: ¿qué fortalezas y qué habilidades desarrollaste mientras no podías salir, mientras no podías hacer lo que te gustaba?

"Yo creo muchísimo en la plasticidad del ser humano, aunque reconozco el sufrimiento, la soledad, la ansiedad que sí hay ahora, incluso trastornos alimenticios. Momentos reflexivos con estos niños pueden hacer que se genere resiliencia", explica la representante por Venezuela de la Red Iberoamericana de Psicología Positiva y de la International Positive Psychology.

"Habrá que identificar a aquellos grupos de niños que por razones genéticas, con personalidades mucho más introvertidas o con una inestabilidad emocional que ya venía de antes necesitarán más ayuda y habrá que hacer programas de recuperación.

"Habrá que hacer buenas escuelas para padres, hacer programas educativos, preguntar: '¿a usted le está pasando esto?, ¿se quedó usted con esta sensación? ¿no puede con esto?', bueno, asista con nosotros", plantea la autora de varios libros, entre los que destacan: Desarrollo positivo adolescente, Cómo acompañar a mi hijo adolescente desde sus fortalezas y Psicología positiva en acción: empezar con lo que está bien.

¿Cuáles con los principales efectos en niños y adolescentes por el confinamiento?

Lo primero tiene que ver con el espacio privado y el espacio social.

Todas las personas necesitamos un espacio privado, que son los lugares que sólo vamos nosotros y jugamos un rol. Por ejemplo, yo juego un rol como niño estudiante. Voy a la escuela y ahí interactúo con otros niños que no son los niños de mi casa. Interactúo con otros adultos que no son los adultos de mi casa, pero que tampoco son los adultos del edificio donde vivo. Entonces, claro, yo tenía la posibilidad de conformar mi identidad haciendo muchas interacciones con distintos entornos, me dan feedback, me ofrecen alternativas, me ofrecen contención ante una manera de comportarme.

Y ahora toda la realidad ocurre en un mismo lugar.

La casa ahora es el entorno social y el entorno educativo y no tengo posibilidad de encontrar contrastes que me permitan el crecimiento como ser humano.

El tema de tener limitados los espacios provoca que los padres se saturen, el niño y adolescente se saturen y lo que tiende a hacer el adolescente es que se aísla: 'no quiero estar más aquí, no puedo hacer otra cosa', y me rebelo aislándome, por una necesidad de movimiento, un poco para llamar la atención, un poco para satisfacer las necesidades de contacto.

¿Qué programas o medidas especiales tendrían que aplicarse?

La atención a los padres se hace fundamental, por eso es que la formación en Escuelas para Padres ha surgido como una necesidad en la pandemia. Los que ahora están mejor son los que ya antes tenían formación para padres, y habían fortalecido su rol, y los que están batallando más son los que nunca habían recibido formación para padres.

A mí me gusta mucho hablar y, quizá es de lo que más he hablado cuando he tenido que hacer intervenciones desde el TecMilenio, sobre la parentalidad positiva y las competencias parentales que un padre debe desarrollar.

Se habla de cuatro grandes competencias parentales:

Una tienen que ver con la capacidad parental de proteger a los niños en su salud física, psicológica.

Otras es la competencia parental de enseñarlos a vincularse. Esa enseñanza es un modelaje: a través de la relación con mis vecinos, pero también cuando salimos a pasear juntos. Ven: mis papás cuentan con otros, entonces yo también puedo contar con mis amigos. No es diciéndoles a mis hijos: sé bueno con tus amiguitos sino mostrándoles cómo les ofrecemos a otros lo que tenemos; aprender a pedir ayuda. Todos estamos metidos en la casa todo el día. Entonces ese modelaje de vinculación no se está desarrollando porque la familia no se está vinculando con otras familias y otras realidades.

También están las competencias de formación. Los padres han tenido que convertirse en formadores únicos. Aunque muchos niños reciben apoyo virtual. Los padres han tenido que sentarse a explicarles todo. No estamos preparados ni recibimos apoyo en esta etapa de formación.

Y la última, la más interesante de todas es la de desarrollar competencias parentales de reflexión, de pensarse en su rol: ¿estaré bien? y eso se hace compartiendo con otros padres y contrastando con la realidad, con su crianza, con sus coutas de autocuidado --"debo estar bien y debo dormir bien"--, porque tengo que atender a mis hijos.

ASÍ LO DIJO

"Habrá que hacer buenas escuelas para padres, hacer programas educativos, preguntar: '¿a usted le está pasando esto?, ¿se quedó usted con esta sensación? ¿no puede con esto?', bueno, asista con nosotros".

María Elena Garassini, doctora en Psicología y Educación