La Manhattan del desierto: la ciudad yemení que en el siglo XVI inventó los rascacielos

En Oriente Medio, en medio del desierto, se encuentra Shibam, un lugar lleno de torres esbeltas, juntas y apretadas que desafían en altura al resto de edificaciones vecinas. Ni son modernas ni son de acero, se construyeron hace más de cuatrocientos años con adobe y cal

¿Qué es un rascacielos? Según la Real Academia Española, un edificio de gran altura y muchos pisos. Seguramente la definición es correcta, tal vez solo por lo imprecisa que resulta. ¿Cuánta altura es gran altura? ¿Y cuántos pisos son muchos pisos? No existe un consenso ni una definición precisa que permita identificar y clasificar el edificio que define la arquitectura moderna. Porque, en realidad, la definición de rascacielos es tan difusa como global es su imagen. Todos sabemos lo que es un rascacielos cuando vemos la foto de alguno: una torre moderna.

 


Vista de algunas de las viviendas de la vieja ciudad amurallada de Shibam, declarada en 1982 como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

 

En 1982, la UNESCO declaró a la vieja ciudad amurallada de Shibam como Patrimonio de la Humanidad. Era una manera de declarar su valía y fomentar su protección. En la actualidad, en Shibam viven unas 7.000 personas y se la conoce como “la Manhattan del desierto” y también como “la Chicago de arena”. Pero estas comparaciones hacen algo de menos a la ciudad yemení, pues durante 400 años, las torres de Shibam se han levantado como djinns —espíritus de la mitología árabe preislámica— vigilantes entre la arena y las montañas, ancianos vigías del desierto que protegen a sus habitantes y contemplan las arenas desde sus paredes de adobe y cal, sus cien cubiertas y sus mil ventanas.

Por desgracia, el viento y la erosión no son las únicas amenazas de estos formidables rascacielos. En 2015, un coche bomba detonado por miembros del Estado Islámico dañó varias de las torres y la UNESCO cambió la calificación de Shibam a Patrimonio en Peligro. Sería terrible que una ciudad de casi 500 años, construida con gigantes de barro pero firmes como el hormigón, desapareciese por la estupidez humana. Una ciudad entre el regadío, el desierto y la montaña en la que golems centenarios se aúpan por encima de la muralla para mirar las palmeras y escuchar los gritos de los niños y sentir el viento la arena y el tiempo.

Pedro Torrijos es arquitecto y en mayo publicará su primer libro, Territorios Improbables, donde habla de esta y otras historias curiosas relacionadas con joyas de la arquitectura.