Viaje al interior del cuerpo humano con Bill Bryson

El autor de Breve historia de casi todo habla en su casa de Londres de su nuevo libro, El cuerpo humano, un viaje al continente más cercano y fascinante de todos

Es difícil no llegar a la entrevista con Bill Bryson sintiéndote raro. Con todo lo que explica en su último libro sobre las partes de nuestro cuerpo y su funcionamiento, recalcando el verdadero milagro de que esto pite, no paras de estudiarte, auscultarte, palparte, rascarte y ser consciente de la precaria amalgama que te compone. Haciendo tiempo ante la casa del escritor en Londres, junto a un gran parque en Fulham, uno se encuentra dándole vueltas con cierta angustia a qué tal anda de corpúsculos de Meissner, si sufre del síndrome de Anton Babinski —en el que el paciente se queda ciego pero se niega a creerlo— o a cómo diablos le caben los 12 metros de epidídimo en el saco escrotal, que ya es prodigio.

Bryson ha escrito un ensayo, El cuerpo humano, guía para ocupantes (RBA, 2020, traducción de Francisco J. Ramos Mena) que combina la fascinación —y hasta la alegría— por lo extraordinario, maravilloso y robusto de nuestro diseño con la aprensión ante todo lo que puede fallar (lamentablemente muchísimo). En sus páginas, se pasa revista a la piel, el esqueleto, los pulmones, la cabeza, las tripas, la boca, las enfermedades (en el delirio de Cotard la víctima cree estar muerta y no hay manera de convencerla de lo contrario) o el dolor, y se asiste a una disección. Como es marca de la casa, el autor estadounidense (Des Moines, Iowa, 1951), británico de adopción, sazona este asombroso viaje al cuerpo con curiosos datos (durante nuestra vida damos 200 millones de pasos y segregamos ¡90.000 litros de saliva!, tenemos que comer en un día lo que un cocodrilo necesita en un mes), impagables anécdotas, grandes pacientes (la mujer que de tanto rascarse la cabeza llegó al cerebro), figuras históricas sensacionales en su sabiduría, abnegación, crueldad o estulticia (ahí está Falopio, famoso por sus trompas, al que le entregaron un criminal vivo para que lo sacrificara a fin de estudiarlo, o William Harvey, tan desesperado por encontrar cadáveres que analizar que diseccionó a su padre y a su hermana), y muchísimo humor. Uno no puede dejar de reírse ante la descripción de la tremenda extracción de cálculos en vivo que le perpetraron al diarista Samuel Pepys en 1658 (Pepys no se rio nada), la explicación de las dificultades inherentes al estudio de las flatulencias o ventosidades, o al imaginar al ilustre Desmond Morris revestido de Camilo José Cela y constatando una eyaculación humana de casi un metro (la “distancia media de alcance”, apunta minucioso Bryson, es de entre 18 y 20 centímetros).

"Hay casi 8.000 cosas que pueden matarnos, según la OMS, y es un hecho que escapamos de todas menos de una"

El escritor se muestra muy cordial aunque algo fatigado (está de obras en casa) y sonríe cuando se le señala que leer su libro le hace a uno extrañamente consciente de cuántos elementos anatómicos (músculos, tendones, huesos) se ponen en funcionamiento al darse —como hacemos— la mano. “La mano es un miembro muy especializado, parte de lo que nos ha hecho lo que somos, seres humanos civilizados; permite arrojar cosas, protegernos y tiene mucha sensibilidad; a mí me fascina especialmente la muñeca, tan bella, una magnífica pieza de ingeniería”.

La conversación propiamente dicha empieza con Raquel Welch, a la que no por nada llamaban El Cuerpo. Somos muchos los que aún relacionamos los glóbulos blancos con ella. Bryson, curioso por naturaleza, alza una ceja en la cocina de su residencia londinense (tiene otra en la campiña, en Hampshire). ¿Cómo?, ¿no recuerda el escritor la película de Richard Fleischer en la que le meten a un tipo en coma en el torrente sanguíneo un submarino en miniatura cuya miembro más notable de la tripulación es la Welch? Al sumergible lo atacaban los glóbulos blancos, unas entidades gomosas, y la actriz escapaba buceando en la sangre enfundada en neopreno... “Es cierto, es una notable película, recuerdo cuando se estrenó, en 1966, pero nunca la vi, por lo que dice me gustaría verla”. Era más fácil estar a favor de Raquel Welch que de los glóbulos blancos. Bryson ríe de buena gana, “sin duda, pero los glóbulos blancos son muy interesantes y los inmunólogos consideran a unos de ellos, los linfocitos, las células más inteligentes de todo el cuerpo: por su habilidad para identificar a los intrusos que nos invaden y decidir la forma de destruirlos”. El escritor habla con admiración de los linfocitos T, “la élite, los de operaciones especiales del sistema inmunitario”, que se crean en el timo, uno de esos órganos, subraya, que muchos ni sabemos que poseemos, como el ya mencionado epidídimo (los hombres), o el píloro.

La lectura de El cuerpo humano, guía para ocupantes provoca una alarmante sensación de fragilidad. “Sí y no; por un lado, el cuerpo efectivamente es frágil, puedes morir en un instante, atropellado por un autobús, en cualquier momento. Pero, por otro, el cuerpo siempre nos está cuidando y somos muy resistentes, y eso pese a lo mal que nos portamos, el poco ejercicio que hacemos y la cantidad de basura que comemos. En realidad, dado que hay casi 8.000 cosas que pueden matarnos, según una detallada lista de enfermedades y problemas de la Organización Mundial de la Salud, es un hecho que escapamos de todas menos de una, lo que no está mal”. Bryson añade que no debemos perder el tiempo angustiándonos por nuestra caducidad. “No somos nada y esto pasa rápido y cuando se acaba se acaba, a veces más pronto que tarde, pero la vida es un milagro y hay que apreciar el esplendor de estar vivo”. ¿Cree que hay algo después? “No es el tema, eso es una cuestión de fe y no de ciencia”.

¿Qué parte del cuerpo es su favorita? Bryson ni se lo piensa (y valga la frase). “El cerebro. El objeto más extraordinario del universo y eso que parece tofu o budín. Es fundamentalmente lo que nos hace diferentes de otras criaturas. Nuestro corazón, nuestros pulmones, no son distintos de los de un gato o un caballo, pero el cerebro, el cerebro es nosotros”. Una de las cosas que da que pensar su libro es ese extraño tesón, que Bryson destaca, con el que nuestros componentes se unen para formar una entidad y una consciencia. “Me parece extraordinario, un milagro, más de 37 billones de células independientes se juntan y crean un ser humano capaz de pensar, amar y reflexionar sobre su propia identidad”. En este viaje al cuerpo, ¿ha encontrado algo que explique la conciencia? Bryson tarda en contestar. “No, definitivamente. Personas mucho más inteligentes y preparadas se han hecho esa pregunta y no hay consenso. En todo caso la cuestión es filosófica, no anatómica. Sentimos la conciencia, pero ¿cómo definirla? Fisiológicamente no sabemos lo que es pensar”. Pero parecemos ser más que nuestras partes, esos 59 elementos —con un coste de 110.000 euros por ser humano, como se apunta en el libro— y siete mil billones de billones de átomos que nos componen. “Sí, sin embargo yo lo que he intentado es entender y explicar cómo funcionamos, no qué nos hace funcionar. Comprender cómo estamos ensamblados, qué hace cada uno de nuestros órganos. La verdad, personalmente estaba algo avergonzado de no saber cómo funciona mi cuerpo”. Bryson ha tenido experiencia médica: trabajó dos años en los setenta en un hospital psiquiátrico de las afueras de Londres.

¿Qué parte del cuerpo es su favorita?  “El cerebro. El objeto más extraordinario del universo y eso que parece tofu o budín"

En el libro hay poco sexo. “Bueno hay un capítulo titulado Las partes pudendas y otro sobre la concepción y el nacimiento. 

Pero es verdad que el sexo es más social que anatómico y abordar temas como sexo y deseo me habría llevado a otro lado, a tratar el amor, por ejemplo. 

Aquí hablo de cómo funciona el cuerpo, no de cómo siente”. Hablando de funcionamiento, señala que si alguien sugiriera que los hombres tienen una zona cuyo potencial erógeno no estuviera aprovechado plenamente no hay duda de que se destinarían inmediatamente ingentes recursos a investigar el asunto. En cambio llevamos años dándole vueltas a lo del punto G, cómo lo tienen (o no) las mujeres.... “Parece increíble que aun hoy muchas cosas de la anatomía femenina, como el caso del Punto G, no se sepan con certeza”, reflexiona Bryson, que añade que “la ignorancia masculina respecto de la anatomía femenina parece bastante llamativa, sobre todo si se considera cuán interesados se muestran los hombres en conocerla en otros aspectos”.

Reflexiones corporales

“No es fácil imaginar de qué modo el vello de las axilas puede enriquecer la existencia humana”.

“Lo más sorprendente del cerebro es cuán innecesario resulta. Para sobrevivir en la Tierra no necesitamos saber escribir música o ser capaces de filosofar”.

“El mentón es exclusivo de los humanos y nadie sabe por qué lo tenemos”.

“El corazón no tiene tiempo para distracciones”.

“Las jirafas a veces tienen vesícula biliar y a veces no”.

“Los riñones procesan cada día 180 litros de agua, el equivalente a una bañera llena a rebosar”.

“La muerte es inconfundible. Las personas vivas parecen vivas, y más aún por dentro que por fuera”.

“Se ignora qué hace exactamente por nosotros el bostezo”.

“La mayor parte de la mejor tecnología que existe en la Tierra está dentro de nosotros”.

“Lo cierto es que el sexo no es necesario y muchos organismos han renunciado a él”.

“La próstata produce el líquido seminal del hombre durante la edad adulta y una gran ansiedad en sus últimos años”.

“En realidad, es bastante difícil suicidarse. Estamos diseñados para no morir”.

“Piense en cuántos pares de zapatos ha usado en toda su vida y empezará a hacerse una idea de la durabilidad de su cartílago”.

“Los espermatozoides son los astronautas de la biología humana, las únicas células diseñadas para abandonar el cuerpo y explorar otros mundos”.

“La placenta es el órgano peor comprendido del cuerpo humano”.

“Nada hay en nuestra vida más necesario y peor recibido que el dolor”.

“Correr es lo único que hacemos superlativamente bien”.

“Morir es lo último que desea hacer nuestro cuerpo”.

“La comida permanece en el interior de las mujeres casi un día entero más que en los hombres”.

“El cáncer no es más que nuestro propio cuerpo haciendo todo lo posible por matarnos. Es un suicidio sin nuestro permiso”.

“Dormir es lo más misterioso que hacemos”.

“Fue bonito mientras duró, ¿no?”.