Una odisea espacial para salvar a Microsoft

El gigante tecnológico, que ha sufrido varios reveses recientes, ilusiona a la comunidad con ´Starfield´

Se podría decir que Microsoft tiene un problema serio, pero eso es falso. Lo cierto es que tiene dos.

El primer problema es de índole legal.

 

ACTIVISION

En enero de 2022 Microsoft anunció la adquisición de Activision Blizzard por una cantidad en torno a los 70.000 millones de dólares.

  1. La operación, un terremoto en el mundo del ocio digital, fue con mucho el mayor movimiento en la política de adquisición de estudios de la compañía (Bethesda, Ninja Theory, Obsidian) pero hizo arquear algunas cejas en los organismos regulatorios que impiden el establecimiento de monopolios. No en vano, y usando un símil futbolístico, era como si el Real Madrid comprara el Atlético.

En mayo, la Comisión Europea dio luz verde a la adquisición, al igual que China, mientras que el regulador del Reino Unido ha bloqueado la compra, decisión que puede apelarse. La semana pasada una jueza de EE UU paralizó la operación, y fijó para esta semana vistas orales para discutir el caso.

Pero marco jurídico aparte, la cosecha de juegos se supone que equilibra la balanza, ¿verdad? Pues no.

Lo cierto es que la pura estrategia de juegos en Microsoft es errática, en el mejor de los casos. Su estupendo servicio de suscripción, el Game Pass (esa especie de Netflix que supuso una auténtica revolución en el mundo de los videojuegos) y su eficiente servicio de juego en la nube no se han visto refrendados por los juegos de fuste que debían ir apareciendo estos años.


La última muestra es Redfall, un juego de acción en primera persona ambientado en una pequeña ciudad infestada de vampiros que levantó todas las expectativas posibles porque detrás del proyecto estaban Bethesda (Fallout) y Arkane (Dishonred).

Palabras mayores que se concretaron el mes pasado en un juego que, si nos ponemos numéricos, sería con suerte un bien raspado: no era un producto capaz de competir con Sony, que cuenta entre sus exclusivos con gigantes como God of War o el inminente Final Fantasy XVI.

El mandamás de la división de juegos de Microsoft, Phil Spencer, llegó incluso a pedir perdón porque el juego no estaba a la altura de las expectativas generadas.

La inyección económica de la compañía ha sido muy grande para los escasos resultados. Matt Booty, jefe de Xbox Game Studios, habló la semana pasada en una entrevista sobre las producciones Triple

A del mundo interactivo, y reflexionó sobre una verdad incómoda que cada vez es más evidente: los juegos más caros son hoy en día pantagruélicos artefactos cuyo desarrollo se alarga cinco, seis, siete años, que a veces salen en un escenario en el que muchas de sus características ya están desfasadas y que llegan a costar más que muchas superproducciones de Hollywood.

Y el caso más sangrante se le puede imputar también a Microsoft: Halo Infinite, que llegó al mercado en 2021, era un producto tan disfrutable como intrascendente del que se calcula que pudo costar hasta 500 millones de dólares.

Y en estas llegó, la semana pasada, el último showcase de Microsoft. Fue un miasma de títulos que o bien no mostraron fecha de salida o bien eran meros vídeos en CGI que más bien podrían ser de una película de animación (Fable). Pero, entre todos ellos, estaba Starfield.

Es sencillamente difícil de creer que exista un juego así, tan prometedor. Mezcla de acción y exploración espacial, esta especie de Fallout con naves y planetas, que ha sido definido como un "simulador de Han Solo", no puede tener mejor pinta.

El juego, que saldrá el 6 de septiembre y estará disponible de inicio en Game Pass, es la esperanza de toda una comunidad de jugadores. Otra decepción sería imperdonable.

Pero si el juego colma las expectativas, empujaría la competitividad entre empresas y elevaría aún más la calidad de un 2023 que amenaza con ser excelso. Ojalá sea tan bueno como parece. No. Ojalá sea aún mejor. Ojalá se enclave en la lista de juegos que, como Mass Effect u Outer Wilds, nos llevaron al espacio a vivir aventuras que nos dejaron una huella imborrable. No queda tanto para que llegue y veamos de qué lado cae la moneda.

Que se vayan encendiendo los motores de la nave.