Recuperar la juventud

Luis Mateo Díez ha escrito la mejor novela sobre lo que significa recuperar la juventud con sus expectativas no todas cumplidas, con su dolorosa fugacidad

Va Mina, la protagonista de la nueva novela de Luis Mateo Díez,  Juventud de cristal, no la conocemos tanto y tan profundamente por lo que ella cuenta de su pasado, de su temprana juventud, como por lo que dicen de ella quienes la han tratado, quienes se han beneficiado de su amistad o de su consuelo. O de sólo haberla rozado, como si algo de ángel tuviera. Vaya por delante una declaración de principios. Soy un admirador incondicional de la narrativa de Luis Mateo Díez. Puede que ello reste credibilidad a lo que escriba sobre su novela. Pero lo cierto es que nunca me ha decepcionado ninguno de sus libros. Fiel a su poética. Y sobre todo fiel a lo que él mismo ha dicho de su literatura hace unos días: “Mi realismo es irrealismo”.

Creo que aquí estriba la esencia de sus novelas. Partir de la irrealidad, como método de representación, para iluminar el paisaje de la realidad más palpitante, que diría la Pardo Bazán. Mina escribe desde su madurez. No sabemos nada del presente desde el que rememora su juventud. Sólo sabemos de ella lo que nos relata de esa juventud llena de personajes cercanos. Gente extraña en un mundo no menos extraño. Todo lo narrado transcurre en una pequeña localidad de la mítica Celama. Mina es una chica nacida como para curar enfermedades incurables. En esa tarea se deja heridas que cicatrizan con la naturalidad que da la lucidez y una sabia resignación. El pueblo es Armenta. Allí hay un cine derruido, el Cine de los Sustos, además del nuevo. También hay un baile, el Baile de Corales. En la memoria de todo enamorado que se precie, siempre hay un baile de pueblo.

Pero lo que más llamará la atención del lector es esa casi operística tendencia de los enamorados de Armenta a diseñar distintos modos de suicidio por amor. En esta coyuntura, Mina tiene mucho trabajo que realizar, aunque parece que los suicidas terminan por pensárselo mejor y acaban por decantarse por la melancolía. Por haber, también hay un fantasmagórico cementerio donde no responsa ningún resto de suicida, sólo unas lápidas infinitamente más esperpénticas que dolientes. Cada una de ellas muestra distintos epitafios, reales o conjeturales (como los célebres epitafios de Edgar Lee Masters), historias para orientar o desconcertar a los lectores. Luis Mateo Díez ha escrito la mejor novela  sobre lo que significa recuperar la juventud con sus expectativas no todas cumplidas, con su dolorosa fugacidad. Sin ira, incluso sin pena. Y siempre con esa prosa que destila una deslumbrante exactitud y clasicismo. La novela de un maestro contemporáneo.