Los héroes existen. Son los que hacen revoluciones sin disparar y tumban dictadores sin cortarles el cuello. El 25 de abril de 1974 ocurrió en Portugal gracias a un grupo de capitanes rebeldes, que luego seguirían caminos políticos diversos y a veces controvertidos. No fue el caso de Fernando José Salgueiro Maia, que en democracia solo aspiró a ser comandante de la Escuela de Caballería de Santarém y que fue marginado por militares y políticos, que le racanearon ascensos y reconocimientos. A los 30 años de su muerte, este jueves se estrena en Portugal la primera película inspirada en su biografía, Salgueiro Maia, o Implicado, dirigida por Sergio Graciano y producida por la portuguesa Skydreams y la colombiana 11:11 Films and TV.
“Este homenaje es ligeramente tardío”, señala Graciano durante una entrevista en Lisboa poco antes del estreno. “No fue una figura de consenso porque no escogió bando, ni derecha ni izquierda. Él eligió el país, por eso lo desplazan a Azores y no le conceden la pensión, pero tal vez sea el mayor héroe portugués de siempre. Él nos da la libertad, algo muy relevante en este momento en que el mundo se comporta como policía de sí mismo”, reflexiona.
Salgueiro Maia tuvo muchos gestos heroicos en apenas 24 horas de aquel abril de 1974. Arengó a sus soldados en el cuartel con un discurso que habría firmado un pacifista: invitó a quienes quisieran que le acompañaran a acabar con “el Estado al que hemos llegado”. La primera señal de aquella revolución atípica que asombraría al mundo está ahí. En lugar de detener a los reclutas que se pudieran oponer, Maia les invita a elegir libremente. Forman todos en el patio para acompañarle. Uno de ellos será el conductor del jeep militar, respetuoso con las normas de tráfico. “¡Arranca, una revolución no para ante un semáforo rojo!”, le apremia Salgueiro Maia cuando están entrando en Lisboa.
Otros acontecimientos posteriores dan idea del tipo de militar que fue. En el cuartel de la Guardia Nacional Republicana, donde se había refugiado el dictador Marcelo Caetano, el capitán entra a pedirle su rendición. Mientras escucha gritos de la población en la calle, Caetano reclama un trato digno. Maia le garantiza su seguridad y le acompaña dentro del tanque que le saca del cuartel. El dictador morirá en su exilio en Brasil. “La revolución no fusila”, dirá el capitán en varias ocasiones.
El capitán Salgueiro Maia, a la izquierda de la foto, y sus tropas en Lisboa tras la victoria de la sublevación contra la dictadura el 25 de abril de 1975.Reuters