Nuevo aire en el Ballet Nacional de Cuba

Viengsay Valdés, sucesora de la mítica Alicia Alonso, lucha por devolver el brillo a la compañía

Son las 9 de la mañana de un fresco día de finales de enero y la clase comienza puntual en el salón blanco de la sede del Ballet Nacional de Cuba (BNC). En la barra, como una alumna más, está la primera bailarina Viengsay Valdés, que después de hora y cuarto de extenuante sesión se traslada a otro salón con el primer bailarín Dani Hernández para ensayar el pas de deux de Tema y Variaciones, pieza creada en 1947 por George Balanchine para Alicia Alonso e Igor Youskevitch en el American Ballet Theatre (ABT). Suena la música de Chaikovski y en el salón Viengsay gira y gira en puntas, hace balances, fouettés y lleva su cuerpo a posturas imposibles mientras dos maîtres del BNC corrigen a ambos bailarines técnica y posturas. A las 11.30, después de una hora, termina aquí y casi sin coger aire Viengsay va ahora al salón azul, donde, ya en su papel de directora, observa y toma notas de un ensayo general con una treintena de bailarines que participarán en la próxima temporada de la compañía donde, además de Tema y Variaciones, ella bailará Double Bounce, del canadiense Peter Quanz.

Desde que hace un año fue nombrada subdirectora artística del BNC, su vida entró en un torbellino endiablado de ensayos, magisterio, programación de temporadas, giras, contactos con directores de las compañías de ballet más prestigiosas del mundo, introducción de los primeros cambios artísticos e invitaciones a coreógrafos y primeras figuras para trabajar con sus bailarines, todo a la misma vez y sin dejar de bailar, y sin pausa.

Conviene recordar que uno de los grandes papeles de su carrera es la hermosa y brava Kitri, del ballet Don Quijote, y que el nombre de Viengsay significa victoria en laosiano, y más le vale, porque tras su designación como directora general del BNC al fallecer Alicia Alonso, el 17 de octubre pasado, todo el mundo la mira.

“De los 71 años que tiene la compañía, los últimos 25 le he entregado mi vida…”, cuenta durante una pausa. Efectivamente, Viengsay tiene experiencia y conoce bien las entrañas del BNC, sus luces maravillosas y también sus sombras, y este conocimiento profundo es uno de los grandes haberes con que cuenta para hacer lo que ha de hacer en su nuevo desempeño, en el cual ya no sólo ha de ocuparse de alcanzar la excelencia en la interpretación de Giselle o de Carmen, sino que ha de luchar por recuperar el brillo del ballet cubano.

Viengsay ingresó al BNC en 1994, a los 17 años, en plena crisis del Periodo Especial. Por entonces remendaba las zapatillas con esparadrapo e inventaba todo lo imaginable para no dejar de bailar, además de pedalear 10 kilómetros cada mañana de su casa al ballet pues no había transporte. Aquellos fueron tiempos duros, pero como el resto de sus compañeros Viengsay tuvo los mejores profesores y una formación rigurosa, lo que permitió a su generación y a las anteriores prepararse como verdaderos gladiadores de la danza.

Hoy aquellos grandes maestros ya no están. Ni Josefina Méndez, ni Loipa Araujo, ni Fernando Alonso, ni Alicia, ni muchos otros que fallecieron, o se fueron del BNC o de Cuba por diversos motivos, o que ya están mayores. Viengsay es plenamente consciente de esta situación y tiene claro que será uno de sus grandes retos al frente del BNC, una compañía con más de 100 bailarines y reconocida por su prestigio en el mundo entero.

Un nombre que pesa demasiado

El nombre de Alicia Alonso es sagrado en Cuba. Todo el mundo elogia sus innegables aportes, y aunque los conocedores saben que no pocos males que arrastra hoy el Ballet Nacional de Cuba se deben también a sus errores.


La barra es uno de los elementos esenciales de la primera hora de clase todas las mañanas.