Alfredo Libre Gutiérrez sigue mirando de frente el muro fronterizo que lo vio crecer en Tijuana hace 43 años. Un muro que ahora Estados Unidos quiere pintar de negro para que el calor lo vuelva más hostil, más difícil de escalar. Libre sonríe y dice: "Nosotros lo contestamos con color, con amor. Esa es nuestra fuerza".
Hace apenas unos días terminó de cubrir un tramo de la valla fronteriza en Playas de Tijuana con un mural monumental: un cóndor y un águila real volando ala con ala. La obra, titulada Vuelo compartido, se inspira en una profecía indígena que augura la paz cuando ambas aves vuelen juntas. Frente al plan estadounidense de oscurecer el muro, la pintura de Libre propone llenarlo de color.
"Yo sí creo que el arte puede sensibilizar. Si no lo intentamos, nunca vamos a saber. Para mí, pintar este muro es una manera de humanizar lo inhumano", dice durante una entrevista virtual con EL PAÍS.
Migración como destino
Hijo de Tijuana y migrante interno en Ciudad de México desde hace 15 años, Libre arrastra las historias de desplazamiento en su propia biografía. "Desde que recuerdo la he visto y la he vivido: en vecinos, familiares, amigos. En Tijuana la migración está latente en su cotidianidad".
Estudió arquitectura en el Tecnológico de Tijuana, pero la vocación lo llevó al arte. Su primer proyecto, en 2004, retrataba a personas en situación de calle, muchos de ellos migrantes y personas deportadas. Desde entonces, cada mural, cada escultura, ha sido un intento por darles visibilidad. "Me siento muy orgulloso de ser mexicano y de poder representar estas historias. Llevar el arte a un nivel que genere conciencia y haga que la gente reflexione es lo que más me interesa", explica.
Su trabajo no se queda en los muros. Dio talleres en el Reclusorio Oriente, colaboró con albergues de migrantes como Casa Tochán, y en 2018 decidió acompañar a una caravana migrante desde el Estado de México hasta Mexicali, Baja California, viajando en La Bestia. "Viajar con ellos cambia tu mirada sobre la migración. Ves familias, personas de la tercera edad, integrantes de la comunidad LGBT+ huyendo de una violencia brutal que pone en duda si vivirán la próxima semana. Eso te hace más empático". Esa empatía inspiró Transportapueblos, uno de sus proyectos más conocidos. Se trata de una serie de esculturas de madera con forma de coyote, pensadas para colocarse en puntos estratégicos a lo largo de rutas de migrantes en México, desde Centroamérica hacia el norte. En sus cuerpos llevan mapas, información sobre albergues y estantes con comida, ropa y suministros donados. Libre aclara: "Todos hemos sido migrantes en algún momento, y cargamos nuestra cultura, nuestra música y nuestros colores a cuestas. El coyote es un símbolo de resiliencia y poder, pero también de guía y protección".
Para él, el arte no resuelve la migración ni la violencia, pero abre preguntas, provoca reflexión y aporta humanidad. "No se vale criticar sin aportar. Para mí, pintar este muro es mi manera de contribuir. Es también un acto de orgullo en Tijuana, porque es vergonzoso que tenga que venir una fundación de Estados Unidos (Mozaik Philanthropy) a financiar lo que nuestra ciudad debería impulsar".
Mientras el gobierno estadounidense destina miles de millones de dólares a reforzar la frontera, él y su equipo han levantado un abrazo en los altos barrotes de acero con apenas 20.000 dólares. El futuro lo ve abierto: quiere replicar la experiencia en otras ciudades fronterizas como Ciudad Juárez o Mexicali. "Si hay recursos, feliz de darle más color al muro. Quiero motivar a otros artistas. Que el arte sea nuestra respuesta elegante a la violencia". En Playas de Tijuana, dos aves responden contra un muro que, del otro lado, pronto será negro.