Lunares, calabazas, lujo y selfis infinitos: Yayoi Kusama, la artista que nos merecemos

¿Cómo incitar a la compra de un bolso de 8.000 euros con la inflación disparada y ante la ansiedad generada por la incertidumbre geopolítica? Louis Vuitton lo tuvo claro: recurriendo a Yayoi Kusama para que salpicara sus productos —faldas y abrigos, pantalones de mujer y de hombre, bikinis y gorros de pescador— con sus conocidos lunares. Y luego publicitando esa colección cápsula a través de una serie de gigantescas estatuas con el aspecto de la artista japonesa, ampliada a tamaño Godzilla, que levantaron en las calles de París y Londres, en una iniciativa situada entre el arte público y la publicidad encubierta.

Calabaza de Yayoi Kusama creada en 1994, en el puerto de Naoshima (Japón), conocida como la isla del arte. Las calabazas son uno de los motivos recurrentes de Kusama, un símbolo de felicidad y de su fascinación por la naturaleza. Aparecen en su léxico visual a principios de la década de los ochenta y ofrecen una identificación inmediata con la naturaleza. Las cucurbitáceas dan fe del animismo (la creencia de que el "espíritu" es una energía común a todos los seres vivos) de la artista, que las identifica como una especie de espíritu vegetal benévolo y también como un reflejo de su propia alma.Anthony Shaw (Alamy)


Yayoi Kusama pinta lunares sobre el cuerpo de Kent Feathergill en un ´happening´ en el Nueva York de 1967.