Los 21 mejores libros del siglo XXI

Los títulos más relevantes de las dos primeras décadas del milenio

"Hacer listas", escribe Alberto Manguel en su Diario de lecturas, “da lugar a cierta arbitrariedad mágica, como si la simple asociación pudiera crear sentido”. Pues bien, ¿qué sentido se puede encontrar en una lista que trata de hacer balance de las dos primeras décadas del siglo XXI? Empecemos por el principio. El martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas suicidas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, mataron a casi 3.000 personas y cambiaron el mundo para siempre. De paso, mandaron al trastero de las hipótesis la teoría hegeliana del fin de la historia reciclada por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín y zanjaron la discusión sobre si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001. La guerra de las galaxias se quedó en choque de civilizaciones. Las computadoras pasaron la prueba del efecto 2000, pero sus usuarios —la nueva gran palabra— entraron en la era del miedo, la inseguridad, la precariedad, la intimidad (pública) y la realidad (virtual).

El futuro había llegado tan pronto en forma de metralla que los cines se llenaron de remakes; las librerías, de cánones, recuentos y resúmenes y listas de lo muy muy y lo más más (que había que ver, leer y escuchar… antes de morir). También de relatos con un fondo de historia universal y libros de no ficción o de autoficción que dan tanto valor a la trama como a su making-of. Incapaz de imitar a una realidad presente que parecía de novela, la literatura se volcó en el pasado, en la memoria (histórica y a secas), en las investigaciones periodísticas, en la primera persona y en la propia literatura, que se volvió metatodo.

De ahí el triunfo absoluto del 2666, un libro total compuesto de cinco partes y publicado en otoño de 2004, al año siguiente de la muerte de su autor. Desde Borges —retratado minuciosamente por Adolfo Bioy Casares en un diario ya ineludible—, ningún escritor ha influido tanto como Roberto Bolaño en las nuevas generaciones. Que sus libros empezasen a publicarse en Anagrama y actualmente lo hagan en Alfaguara —las dos editoriales más presentes en la lista de Babelia— es otro síntoma del peso de algunos sellos en la creación del gusto contemporáneo.

Acaso por una mera cuestión generacional, la literatura canónica de las dos primeras décadas del siglo XXI se ha ocupado de hurgar en las heridas del XX. Las guerras mundiales, la guerra civil española, la posguerra, la descolonización, las migraciones, el apartheid, las dictaduras latinoamericanas, la caída del imperio soviético, los feminicidios en Ciudad Juárez o las turbulencias en Oriente Próximo pueden rastrearse en la obra del propio Bolaño, Ian McEwan, W. G. Sebald, Javier Marías, Javier Cercas, Tony Judt, Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee, Zadie Smith, Svetlana Aleksiévich, Emmanuel Carrère, Marjane Satrapi o Edmund de Waal.

Pero si esos autores empiezan a ser canónicos no es solo por los temas que abordan, sino por el modo en que lo hacen: mezclando realidad y ficción, narración y reflexión, dinamitando los géneros tradicionales o dejando que su intimidad sin filtros discuta con la historia universal. Ese yo con voluntad de nosotros es el que ha producido además títulos como los de Joan Didion, Lucia Berlin, Anne Carson y Raúl Zurita —que tituló su obra magna con su propio apellido—, pero sobre todo los seis volúmenes de Karl Ove Knausgård.

También la gran historia y la intimidad cruda están presentes en títulos del siglo XXI tan exitosos como El Código Da Vinci, El niño con el pijama de rayas o Cincuenta sombras de Grey. ¿Por qué no están en esta lista? Tal vez porque no cuadran con la definición que el crítico Northrop ­Frye acuñó para la “gran literatura”: aquella que es “dueña de una visión siempre más vasta que la de sus mejores lectores”. El poeta Wystan Hugh Auden lo matizó así: “Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”.

La crisis económica de 2008 sumó la indignación a la inseguridad y dio la razón a una novela premonitoria publicada en España un año antes: Crematorio, de Rafael Chirbes. De paso, empoderó —el verbo del siglo— a un género y a una generación. El feminismo y el ecologismo son por ahora la respuesta más contundente a una deriva insostenible que va camino de convertir en realismo puro una novela de, digamos, ciencia-ficción como La carretera, de Cormac ­McCarthy. Protagonizada por dos hombres solos —un padre y un hijo— que vagan por un planeta devastado, la distopía del autor estadounidense incluye en sus páginas algo que se parece a una definición de la literatura de hoy: “Dios no existe y nosotros somos sus profetas”.

1. “2666”, Roberto Bolaño


A través de la historia de 264 miniaturas japonesas llamadas netsukes —entre ellas, la liebre que da título al libro—, Edmund de Waal (Nottingham, 1964) construye la historia de su familia, aunque va mucho más allá en un retrato de la historia reciente de Europa y de sus profundas heridas y ausencias. Traducción de Marcelo Cohen.