Las grandes ‘estafas’ del mundo literario

De Romain Gary a JT LeRoy o la novela ‘Historia de O’, los engaños sobre la identidad de los autores han sido recurrentes en la historia de la novela del último siglo

JT LeRoy

El caso más conocido de engaño literario en las últimas décadas lo protagonizó JT LeRoy, el autor adolescente que relató, en dos novelas de inspiración autobiográfica, su juventud en la pobreza, sus problemas con las drogas. En 2005 se descubrió que, detrás de ese seductor personaje, se encontraba Laura Albert, una escritora treintañera de Nueva York que acabó en los juzgados. Muchos empezaron a sospechar cuando LeRoy, que solía comunicarse solo por teléfono y correo electrónico, empezó a aparecer en público a partir del año 2001, acompañado de estrellas como Winona Ryder o Courtney Love, que refrendaron su estatus de autor cool del momento. En realidad, la protagonista de esta puesta en escena era la cuñada de Albert, una joven llamada Savannah Knoop. En su juicio, la autora calificó a LeRoy como su “avatar”, su “velo”, su “extremidad fantasma” y hasta su “respirador”. El asunto sigue fascinando: el caso de JT LeRoy ya ha originado dos documentales, una adaptación cinematográfica a cargo de Asia Argento y un biopic con Kristen Stewart y Laura Dern.


Anne Desclos


Si existe una patria de las estafas literarias, esa debe de ser Australia. En 1994, una escritora aborigen, Wanda Kolmatrie, miembro de la cultura pitjantjatjara, publicó una exitosa memoir titulada My Own Sweet Time, donde relataba cómo fue sustraída a su madre poco después de nacer para ser educada por una familia blanca de clase media. Tres años después, su editorial, especializada en escritos de autores aborígenes, le ofreció publicar una segunda parte. Fue entonces cuando descubrió que Koolmatrie era, en realidad, un taxista blanco llamado Leon Carmen, lo que desembocó en un escándalo nacional. 

El autor argumentó que no habría tenido el mismo éxito con su identidad real. También en Australia surgió Ern Malley, falso poeta de vanguardia que idearon en los años cuarenta dos jóvenes escritores opuestos a los movimientos experimentales. Para estafar a la revista literaria que los aglutinaba, se hicieron pasar por la hermana de Malley, que habría descubierto sus poemas tras su muerte y querría que obtuvieran el reconocimiento que su autor nunca conquistó en vida. 

Cuando la revista les dedicó su portada, quedó en evidencia, aunque con el tiempo esas composiciones paródicas serían elogiadas por nombres como John Ashbery o Robert Hughes.